Agosto ha sido un mes extremadamente cálido en España. Eso ha tenido un efecto secundario: hacernos más viejos
Publicado el 27/08/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Este verano ha dejado escenas repetidas: plazas vacías a la hora de la siesta, noches en vela por el calor y un Mediterráneo convertido en una olla a presión. España ha sufrido jornadas sofocantes que pasarán a la estadística, pero lo más grave no se mide en grados. Según un estudio reciente, las olas de calor no se marchan cuando baja la temperatura. Dejan un rastro silencioso en el cuerpo: aceleran el envejecimiento biológico.
Un hallazgo inquietante. Un reciente estudio publicado en Nature Climate Change ha demostrado que la exposición repetida a olas de calor acelera el envejecimiento biológico. El trabajo, liderado por la Universidad de Hong Kong, siguió durante 15 años a 25.000 personas en Taiwán.
Los resultados hablan por sí solos: cuatro días extra de ola de calor en un periodo de dos años se tradujeron en nueve días añadidos a la edad biológica de los participantes. En trabajadores manuales, más expuestos al sol y al calor, ese efecto se disparó hasta 33 días. “El impacto del calor en nuestro cuerpo es equiparable al del tabaco, el alcohol, la mala alimentación o la falta de ejercicio”, ha resumido el equipo investigador a The Guardian.
El reloj biológico bajo presión. ¿Cómo llegaron a esa conclusión? Los científicos calcularon la edad biológica a partir de distintos marcadores: presión arterial, inflamación, colesterol y el funcionamiento de pulmones, hígado y riñones. Al compararlos con la edad real de cada persona, la conclusión fue clara: quienes habían pasado más tiempo bajo olas de calor mostraban un envejecimiento acelerado.
La razón exacta aún se desconoce. La hipótesis principal es que las altas temperaturas dañan el ADN y someten el organismo a un estrés constante. “Si la exposición se acumula durante décadas, el impacto en la salud será mucho mayor de lo que ahora hemos medido”, ha señalado a The Guardian la doctora Cui Guo, autora principal del estudio.
Más evidencias: el calor en todas las edades. Este hallazgo no llega solo. En 2024, otro trabajo publicado en Nature reveló que la exposición temprana al frío y al calor interfiere en el desarrollo de la materia blanca del cerebro en niños. Las consecuencias, advertían los autores, podían prolongarse durante toda la vida.
La conclusión es clara: el calor no entiende de edades. En la infancia afecta al cerebro en desarrollo; en la edad adulta, acelera el desgaste del organismo.
¿Se puede frenar el daño? El mismo estudio ofrece un matiz interesante: el efecto nocivo parecía reducirse con el tiempo, probablemente porque las personas aprenden a protegerse mejor. Buscar sombra, hidratarse o utilizar aire acondicionado marcaban cierta diferencia. Aun así, la huella biológica nunca desaparecía del todo.
El problema es que no todos tienen las mismas posibilidades para adaptarse. Las personas mayores, los trabajadores al aire libre o quienes viven en barrios con menos recursos sufren un impacto mucho mayor, tal y como recoge el estudio.
La prevención, coinciden los expertos, pasa por reforzar el diseño urbano: más árboles, más sombra, viviendas mejor aisladas y acceso justo a la refrigeración. En lo individual, las recomendaciones siguen siendo simples pero efectivas: hidratarse, evitar las horas de máximo calor y buscar refugio en lugares frescos.
La cicatriz invisible del calor. Hasta ahora pensábamos en el calor como algo pasajero: molesto, agotador y peligroso en días extremos. Pero la evidencia científica apunta a algo más inquietante. El calor, dicen los expertos, no se marcha del todo cuando baja el termómetro: se queda dentro, acelerando el desgaste del organismo y dejando una cicatriz invisible.
Para los investigadores, este hallazgo supone un giro en la forma de entender la salud. Y la advertencia es clara: si el planeta sigue calentándose, no solo tendremos veranos más largos, también cuerpos que envejecen más rápido.
Imagen | Unsplash
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