Si hay algo que los biólogos no esperaban descubrir es que miles de millones de polillas miran a las estrellas para orientarse

Publicado el 26/06/2025 por Diario Tecnología
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Si hay algo que los biólogos no esperaban descubrir es que miles de millones de polillas miran a las estrellas para orientarse

Imagina tener que viajar mil kilómetros hasta un lugar en el que nunca has estado. Ahora imagina que tienes que hacerlo de noche, sin GPS, ni mapas de ningún tipo. Para terminar de rizar el rizo, imagina que solo tienes una oportunidad en tu vida para hacerlo. No hace falta que lo imagines porque no estamos hablando de una persona, sino de polillas.

El peregrinaje anual de las polillas Bogong. Esta es la proeza que miles de millones de polillas Bogong (Agrotis infusa) realizan cada año en Australia. Y los científicos acaban de descubrir que se orientan mirando a las estrellas.

Este descubrimiento, publicado en la revista Nature, convierte a la polilla Bogong en el primer insecto del que se tiene constancia que utiliza una brújula estelar para la navegación de larga distancia, una habilidad que hasta ahora se creía reservada para animales como algunas aves migratorias nocturnas.

El viaje de una vida. Cada primavera austral, estas polillas emprenden un de hasta mil kiómetros. Eclosionan en las cálidas llanuras del sureste de Australia y vuelan hacia un puñado de cuevas frías en los Alpes Australianos para pasar el verano (un proceso llamado estivación). Al llegar el otoño, esas mismas polillas emprenden el viaje de vuelta a sus zonas de cría para reproducirse y, finalmente, morir.

La gran pregunta que ha fascinado a los biólogos durante años es cómo lo hacen. Nadie les enseña el camino. Es un viaje de ida y vuelta que cada individuo realiza solo una vez. Un equipo de investigadores, liderado por David Dreyer de la Universidad de Lund, ya había demostrado en 2018 que las polillas eran sensibles al campo magnético de la Tierra, como otros animales, pero sospechaban que había algo más. Tenían la vista puesta en el cielo.

Un planetario para polillas. Para confirmar su hipótesis, el equipo diseñó un experimento ingenioso. Capturaron polillas durante su migración y las introdujeron en un simulador de vuelo. Este dispositivo, parecido a un pequeño planetario, sujetaba la polilla permitiéndole batir las alas y girar libremente, mientras un sensor registraba su dirección de vuelo. El equipo hizo varias pruebas:

  1. Anularon el campo magnético: Utilizando un sistema de bobinas, crearon un entorno sin pistas magnéticas. Así se aseguraban de que cualquier orientación correcta se debiera a las señales visuales.
  2. Proyectaron un cielo estrellado natural: Bajo un cielo nocturno artificial, idéntico al que verían en la época de la migración, las polillas se orientaron de forma persistente en su dirección migratoria correcta: hacia el sur en primavera y hacia el norte en otoño.
  3. Giraron el cielo 180 grados: En la prueba definitiva, los investigadores rotaron la proyección del cielo estrellado 180 grados. La respuesta de las polillas fue inmediata y asombrosa: invirtieron su dirección de vuelo casi exactamente 180 grados.
  4. Proyectaron estrellas aleatorias: Para asegurarse de que no respondían simplemente a la luz, proyectaron una imagen con la misma cantidad de estrellas y brillo, pero distribuidas al azar, sin formar patrones reconocibles. En esta situación, las polillas volaron desorientadas, sin una dirección clara.

Inesperado. Estos resultados demostraron sin lugar a dudas que las polillas no solo ven las estrellas, sino que las utilizan como una auténtica brújula para mantener un rumbo geográfico específico durante miles de kilómetros.

Ya se sabía que otros insectos, como los escarabajos peloteros, utilizan la Vía Láctea para orientarse. Sin embargo, lo hacen para moverse en línea recta y alejarse rápidamente de un montón de estiércol, una orientación a corto plazo y sin un destino fijo.

El logro de la polilla Bogong es mucho más complejo. Utiliza las estrellas para "discernir direcciones geográficas específicas" y navegar hacia un "objetivo distante", algo radicalmente diferente y mucho más sofisticado.

Un cerebro conectado a las estrellas. Los investigadores no se detuvieron en el comportamiento. También analizaron el cerebro de las polillas y descubrieron neuronas visuales que respondían específicamente a la rotación del cielo estrellado. Curiosamente, estas neuronas mostraban su máxima actividad cuando la polilla se dirigía hacia el sur, independientemente de si era primavera u otoño, lo que sugiere que tienen un sistema neuronal cableado para detectar una orientación celeste fundamental.

Esto no invalida su brújula magnética. En otro experimento, los científicos observaron que en noches completamente nubladas, cuando las estrellas eran invisibles, las polillas seguían orientándose correctamente. La conclusión es que la polilla Bogong posee un sistema de navegación increíblemente robusto y redundante. Utiliza tanto el campo magnético de la Tierra como una brújula estelar, probablemente usando un sistema para calibrar al otro o para tomar el relevo cuando uno de los dos falla.

Aún quedan misterios por resolver, como qué estrellas o constelaciones exactas utilizan o cómo compensan la rotación de la Tierra a lo largo de la noche. Pero lo que está claro es que no solo los antiguos marineros miraban a las estrellas para encontrar su camino. Un diminuto insecto, en su único viaje, también lo hace.

Imagen | Pexels

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