Los españoles llevamos décadas contándonos que el aceite de oliva es lo más saludable. La ciencia tiene algo que decir
Publicado el 26/06/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Solemos ver al aceite de oliva, y especialmente al virgen extra o AOVE, como la cúspide de la pirámide en lo que se refiere a grasas alimentarias. Y no solo en lo que se refiere a su excelencia culinaria, también en lo que respecta a su impacto para la salud. La gran pregunta es si este pilar de la dieta mediterránea está a la altura en este segundo aspecto.
Las grasas no son un mal necesario de nuestra gastronomía, son un macronutriente más para nuestro cuerpo, que requiere una fuente de lípidos como requiere carbohidratos, proteínas y micronutrientes. El colesterol y los triglicéridos son ejemplos de estos compuestos cuya presencia en nuestro cuerpo es necesaria.
Además de aportarnos energía, los lípidos cumplen funciones como guardar y transportar esta o hacer de mensajeros dentro de las células, entre otras. Por otra parte, también pueden causarnos problemas en algunos contextos, como cuando el colesterol se acumula en nuestras arterias.
La nutrición es un ámbito uy complejo: distintos tipos de lípidos pueden ayudarnos en distintos contextos y cada producto alimentario puede contener proporciones diferentes de cada uno de los compuestos que suelen conformarlos. Además, medir el impacto en la salud del consumo de algunos alimentos requiere largos seguimientos del estado de salud de las personas que los consumen.
La noción de que el aceite de oliva es superior a otras fuentes de grasas en lo que respecta a su impacto sobre la salud está muy extendida. Debemos esto, al menos en parte, al hecho de que esta grasa es una de las bases de la dieta mediterránea, considerada una de las más saludables del mundo.
Sin embargo, esto no implica necesariamente que se trate de una opción sana. Por fortuna, tenemos herramientas para evaluar esto, como la desarrollada hace unos años por el Instituto de la Grasa (IG), centro de investigación adscrito al CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas).
Tras estudiar diversas fuentes culinarias de grasa, tanto animales como vegetales, el equipo del IG elaboró un índice (con valores entre 0 y 100, siendo el 100 la puntiación máxima y con el 50 como límite del “aprobado”). Para crear el índice, explicaban en su momento, los responsables del estudio atendieron a las “recomendaciones dietéticas y alegaciones en salud de las principales organizaciones internacionales”.
¿El resultado? De las cuatro grasas mejor evaluadas, tres eran derivadas de la aceituna. El aceite de oliva virgen fue el mejor valorado, llevándose así la puntuación máxima, el 100. Según explicaba el equipo responsable de crear el índice en un artículo en la revista Nutrients, “uno de los factores que contribuyen a la puntuación positiva para el AOV [aceite de oliva virgen] era su alto contenido en ácido oleico”.
El ranking de las grasas
Las tres siguientes posiciones resultaron de un empate con un índice de 86. Las grasas que lograron esta nota fueron el aceite de oliva común, el aceite de orujo de oliva, y el aceite de lino. El aceite de girasol, otro habitual en nuestras cocinas recibió un índice de 82, lo que lo colocaba en posición inmediatamente siguiente, junto con el aceite de sésamo.
En general las grasas vegetales recibieron evaluaciones superiores a las de origen animal. De entre ellas, las grasas de pescado fueron mas mejor valoradas, y el sebo vacuno y la manteca de cerdo (45), y la mantequilla (32) las que peor nota recibieron. Eso sí, estas no fueron las peor valoradas: la margarina recibió un peor índice (14) y la lista la cerraba la manteca de coco, con un cero.
Otros expertos parecen coincidir con esta evaluación. Un ejemplo son los de la Escuela de Medicina de Harvard, que señalan que el aceite de oliva es rico en grasas monoinsaturadas y que de ahí podrían venir muchos de sus beneficios. Estas grasas, explican, tienen un solo enlace doble entre átomos de carbono, lo que implica que tienen menos átomos de hidrógeno que las grasas saturadas. Esta estructura es la responsable de que estos aceites se mantengan liquidos a temperatura ambiente.
Howard E. LeWine, editor jefe de medicina de Harvard Health Publishing, señalaba en una pieza que “el aceite de oliva es rico en ácidos grasos monoinsaturados, conteniendo alrededor del 75% por volumen. Cuando sustituimos las grasas saturadas, las grasas monoinsaturadas pueden reducir tu colesterol ‘malo’ LDL. Los beneficios del aceite de oliva se han atribuido a sus propiedades antioxidantes y antiinflamatorias”.
Imagen | Ron Lach
utm_campaign=26_Jun_2025"> Pablo Martínez-Juarez .