No hay nada que haga azules a los ojos azules. Si queremos entender por qué, tenemos que recurrir a la física

Publicado el 21/09/2025 por Diario Tecnología
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No hay nada que haga azules a los ojos azules. Si queremos entender por qué, tenemos que recurrir a la física

Muchos de nosotros aprendimos primeras lecciones de genética a través de guisantes y del color de ojos. Pero hay más ciencia a la hora de explicar el color que adquieren nuestros ojos. En ello no solo interviene la física sino también una biología algo más compleja de lo que creíamos en un principio.

La naturaleza y el azul. El color azul no es uno de los más frecuentes en la naturaleza. Quizás por eso nos resulten llamativas las excepciones como las flores de este color, los plumajes de algunas aves o las alas de ciertos insectos.

Un motivo está en la optimización de recursos. Los pigmentos azules son moléculas que reflejan la luz en determinados segmentos del espectro electromagnético, los propios de los tonos azules, dando color así a un objeto.

El problema con estas moléculas es que suelen tener un gran tamaño. Esto las hace difíciles de sintetizar por los seres vivos por lo que, si no ofrecen una ventaja evolutiva significativa, no serán creadas por nuestro cuerpo.

No es química, es física. Es por eso que cuando vemos el color azul en la naturaleza sea probable que su origen no esté en un compuesto químico sino en algún fenómeno físico. Es lo que ocurre, por ejemplo, en el caso del plumaje de algunas aves, cuyo origen está en nanoestructuras cuya forma es la responsable de reflejar la luz en longitudes cortas del espectro visible, las del color azul. Y también es el caso de los ojos azules.

Ausencia de pigmentación. Solo que en el caso de los ojos azules no se trata de las nanoestructuras sino del iris y del efecto Tyndall, un efecto similar al responsable de que veamos el cielo azul (y los atardeceres rojos), explica en un artículo en The Conversation Davinia Beaver, experta en medicina regenerativa de la Bond University, en Australia.

Cuando la luz entra en nuestro ojo, las partículas en suspensión que se encuentran en él interactúan con las longitudes más cortas del espectro, haciendo que estas se diseminen más, “rebotando” así parte del color azul de las ondas hacia el exterior.

El marrón, todo lo contrario. Este efecto no se da entre las personas con ojos marrones porque en esto sí existe un pigmento. Este “atrapa” parte de la luz haciendo que esta no escape con tanta facilidad del ojo, dando tonos más oscuros. El pigmento en cuestión: la melanina, el mismo responsable de los tonos de piel más oscuros.

Existen más colores de ojos, como el verde o los ojos “color avellana”. Estos colores pueden verse como la combinación de la dispersión de la luz del efecto Tyndall, modulada por cierta presencia de melanina, ya sea en pequeñas cantidades o concentrada en algunas regiones del iris.

La genética no es tan sencilla. La genética que estudiamos en nuestra etapa escolar, por supuesto, es sencilla, una versión simplificada de lo que sabemos sobre este campo de la biología. Un campo, además, que ha ido avanzando con el tiempo, haciéndose más complejo a medida que desentañamos más y más detalles sobre su funcionamiento, recuerda Beaver. Señala por ejemplo que son varios los genes que afectan al aspecto de nuestros ojos, por lo que los entresijos familiares que llevan a uno u otro color de ojos pueden no ser tan perceptibles como creemos.

El color de ojos también puede cambiar como consecuencia de otros factores como nuestra edad, conforme la melanina va acumulándose en nuestros ojos, cosa que suele ocurrir durante el crecimiento. Determinadas condiciones médicas, añade Beaver, también pueden influir en este color.

En Xataka | Llevamos años tratando de descifrar si todos los humanos vemos los colores igual. Seguimos sin respuesta

Imagen | Michael Morse

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