Hay unas cuantas razones por las que coger conchas en la playa es una pésima idea. Y el daño ambiental es solo una de ellas

Publicado el 08/08/2025 por Diario Tecnología
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Hay unas cuantas razones por las que coger conchas en la playa es una pésima idea. Y el daño ambiental es solo una de ellas

Una concha mide solo unos centímetros. Ni eso, en algunos casos. Por eso es normal que llevarnos una pequeña caracola o una valva a casa nos parezca un acto inofensivo y sin la mayor trascendencia. Lo es. El problema es cuando ese pequeño acto se multiplica por miles, decenas de miles, cientos de miles o miles de millones, que es lo que suman las visitas que la humanidad hace a las playas del planeta a lo  largo de un año. Con esos datos sobre la mesa las conchas 'hurtadas' a los arenales sí se convierten en un desafío, uno capaz incluso de alterar ecosistemas.

Granito a granito se hace una playa… y se deshace.

Un cálculo rápido (y demoledor). En el mundo vivimos alrededor de 8.000 millones de personas y (casi) todas compartimos una afición: ir a la playa, darnos largos paseos por la arena, tomar el sol, bañarnos y ¿por qué no? volver a casa con una pequeña concha en el bolsillo a modo de recuerdo. Al fin y al cabo, ¿qué tiene de malo? El acto es inocente si nos fijamos solo en lo que hacemos nosotros, pero la cosa cambia cuando ampliamos la perspectiva y echamos cuentas, que es lo que hizo hace poco un investigador de Florida en una entrevista con El País.

"Hay anualmente y casi con certeza en todo mundo alrededor de 10.000 millones de visitas a playas", explica Michał Kowalewski, investigador de especializado en el estudio de invertebrados. "Digamos que se recoge una concha por cada cien visitas, lo cual suena a poco, pero incluso así estaríamos hablando de 10.000 toneladas de conchas que desaparecen de las playas cada año". En resumen, un expolio marino en toda regla con el que se podría llenar hasta arriba varias piscinas olímpicas.

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¿Hay más cálculos? Sí. Hace unos años Kowalewski participó en un estudio junto a expertos de la Universidad de Barcelona (UB) que ayuda a entender qué supone que los bañistas se lleven a casa conchas. Su análisis es interesante porque parte de un arenal muy concreto, la Playa Larga de Saolu, en Tarragona, donde la afluencia de turistas se ha triplicado desde los 70. Para saber cómo ese boom está afectando a la zona los expertos compararon dos muestreos de conchas tomadas con bastante margen: la primera data de 1978-1981, la segunda de 2008-2010.

¿Qué averiguaron? Que esa mayor presión de los bañistas estaba pasando factura a la reserva de conchas. Y para mal. "El aumento del turismo en la costa mediterránea está relacionado con una disminución del 70% de conchas durante la temporada turística de julio y agosto y del 60% el resto del año", resumen desde la UB. La zona en la que centraron sus esfuerzos es interesante porque la afluencia de turistas aumentó 2,7 veces durante el período de estudio y los análisis muestran que la abundancia de conchas a lo largo del litoral bajó casi en igual medida, 2,6.

¿Todo se debe al turismo? El estudio, publicado en 2023 en la revista académica PLOS One, pone el acento en la influencia del turismo y su considerable aumento entre finales de los años 70 y principios del siglo XXI, pero ese no es el único factor que ha influido en el ecosistema de la playa. Durante las tres décadas que pasaron entre ambos muestreos el entorno urbanístico de la playa se alteró con nuevos hoteles y también ha variado el uso y mantenimiento del entorno.

"La correlación también podría responder al aumento de la turbiedad de las aguas porque hay más embarcaciones recreativas o por la contaminación orgánica, o a la eliminación de conchas por los servicios de limpieza diarios, entre otros motivos", reconocen los expertos catalanes, que insisten en la necesidad de "más estudios", sobre todo en zonas en las que los turistas buscan conchas de forma activa por su gran vistosidad, como en las costas de Florida, Filipinas o Indonesia.

¿Por qué es importante? Porque las conchas son algo más que caprichos de la naturaleza o potenciales souvenirs. "No están ahí por casualidad, forman parte del engranaje natural que mantiene vivas y estables nuestras playas", aclara en El País Fernando García, uno de los responsables de la colección malacológica del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Las conchas ayudan a que los arenales conserven su firmeza y resistan la erosión e incluso influyen en la acidez del agua.

Mucho más que souvenirs: hogares. "La desaparición de conchas podría tener un impacto significativo en el entorno natural, causando alteraciones en la estabilización de la línea de costa y un descenso en la producción de sedimentos carbonatados, entre otros", subrayan en la UB. Eso sin contar con que las conchas sirven para algo más que lucir en nuestra mesita de noche. Hay pájaros que las usan para construir nidos y sirven de refugio a diferentes organismos.

Una razón extra: la ley. Hay una razón más para pensarse dos veces lo de llenarse los bolsillos de conchas. Además de dañar el medio ambiente puede dañar nuestra economía. Como recordaba hace poco Legalitas, técnicamente la Ley de Costas no permite llevarse "elementos del dominio público marítimo-terrestre" y eso incluye moluscos, piedras, arena y conchas. "Esta actividad puede conllevar una sanción de hasta 60.000 euros según el valor del daño", advierte.

"Un daño irreparable". A principios de 2022 el Cabildo de Fuerteventura reconoció que en solo cuatro meses (y no precisamente de temporada alta) las autoridades insulares habían incautado en el aeropuerto más de 4.500 kilos de conchas, rodolitos, piedras y arena. De ahí que recordase a la población local y los turistas "la importancia de evitar prácticas como el expolio de materiales".

"Cada año el personal de Medio Ambiente devuelve miles de kilos de este tipo de materiales del paisaje majorero que se recuperan del expolio en el aeropuerto de Fuerteventura", insiste el organismo, que apunta que el material que más incauta es arena blanca (640 kg) y negra (309 kg). "Los ecosistemas insulares son frágiles, por eso cualquier mala afección puede quedar como un daño irreparable".

Imágenes | Carlos Alejo (Flickr) y Art of Hoping (Unsplash)

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