Si la pregunta es "qué tal le está yendo al F-35 estadounidense", la respuesta la tiene Reino Unido: ni siquiera arrancan
Publicado el 18/08/2025 por Diario Tecnología Artículo original
A mediados del mes de julio una noticia empezó a “hacerse bola” en Estados Unidos y Reino Unido. Un flamante F-35B de Lockheed Martin y perteneciente a la Armada británica quedó varado más de un mes en India. Desde entonces hasta ahora, a la todopoderosa compañía estadounidense se le han sucedido los problemas: a la negativa de España para la compra de un lote de cazas se han sumado las dudas de otros países y, finalmente, un segundo F-35 varado.
El problema es que ahí sigue, sin salir de Japón.
Un desvío de emergencia. Un F-35B del Reino Unido, desplegado a bordo del portaaviones HMS Prince of Wales en el marco de la operación Highmast, continúa varado en Japón tras haberse visto obligado a realizar un aterrizaje de emergencia en el aeropuerto de Kagoshima el 10 de agosto debido a un fallo técnico en pleno vuelo.
El aparato fue trasladado a una calle de rodaje y no se reportaron heridos, aunque seis vuelos comerciales sufrieron retrasos. Ingenieros de la Royal Navy y de la Royal Air Force ya lo han inspeccionado y confirmaron que se encuentra a la espera de piezas de repuesto para poder ser reparado, reavivando las dudas sobre la fragilidad de la cadena global de suministros del programa F-35, a pesar de que tanto el Cuerpo de Marines estadounidense como Japón operan el mismo modelo en la región.
Un historial de problemas. Como decíamos al inicio, el episodio ocurre poco después de otro desvío, esta vez en India, donde un segundo F-35B británico quedó varado durante más de un mes, y se suma a la larga lista de incidentes asociados al avión furtivo.
Aunque el Ministerio de Defensa británico insiste en que ambos fallos no están relacionados y que este tipo de situaciones forman parte de la rutina de operaciones navales (donde a menudo resulta más seguro tomar tierra en aeródromos cercanos que intentar un arriesgado apontaje en el portaaviones), lo cierto es que la coincidencia ha intensificado el escrutinio público y político sobre el programa. El recuerdo del accidente de 2021, cuando un F-35B del HMS Queen Elizabeth se estrelló en el Mediterráneo por la obstrucción de una toma de aire, sigue pesando sobre la reputación del caza.
La operación y el papel estratégico. La operación Highmast representa uno de los despliegues más importantes de la aviación naval británica en el Indo-Pacífico, con 18 F-35B embarcados, procedentes de escuadrones de la RAF y de la Royal Navy, a los que se suma al menos un aparato del Cuerpo de Marines estadounidense.
La campaña ya incluyó maniobras en aguas australianas durante el ejercicio Talisman Sabre, y más tarde ejercicios conjuntos en Japón y Corea del Sur bajo el nombre de Hightower. Uno de los hitos fue la primera operación de cazas británicos desde un buque japonés, el portahelicópteros Kaga, adaptado para recibir aeronaves STOVL como el F-35B, un gesto simbólico de la creciente cooperación naval en la región frente al ascenso de China.
Un caza “de todos”. Para Lockheed Martin, la historia los vuelve a poner en la diana en un mes de agosto complicado donde se han sucedido las noticias con el caza como protagonista. Lo curioso es que hablamos de un avión de combate que, siendo “made in USA”, en realidad se construye bajo un programa multinacional. Sí, el F-35 Lightning II es en realidad el programa de combate más internacional de la historia, con más de 1.900 proveedores repartidos por una decena de países.
Concebido desde su origen como un avión multirrol para las tres ramas de las Fuerzas Armadas del país y para aliados estratégicos, estableció niveles de asociación: el Reino Unido como único socio de nivel 1, Italia y Países Bajos en el nivel 2, y Australia, Canadá, Dinamarca y Noruega en el nivel 3, a los que se suman Japón e Israel mediante acuerdos especiales. La mayoría de los aparatos se ensamblan en Fort Worth (Texas), pero existen centros de montaje y verificación en Cameri (Italia) y Nagoya (Japón), con líneas de producción adaptadas a la demanda regional.
El aporte europeo. El Reino Unido es el mayor contribuyente extranjero, responsable de alrededor del 15% de cada avión y de un 10% de los costes de desarrollo. Empresas como Rolls-Royce (fabricante del sistema de elevación del F-35B) y Martin-Baker (proveedora de los asientos eyectables) complementan la participación decisiva de BAE Systems, que produce fuselajes traseros, colas, sistemas de guerra electrónica, antenas y buena parte del software de misión.
Italia, a través de Leonardo, no solo fabrica componentes ópticos, radios y piezas de motor, sino que además acoge la única línea europea de ensamblaje final. Los Países Bajos, con GKN Fokker, producen flaperones, sistemas de frenado, cableado eléctrico y gestionan piezas de repuesto para más de 500 cazas europeos.
El resto. Australia fabrica colas verticales, sistemas de actuadores y más de 700 componentes en el estado de Victoria, con más de 70 empresas locales implicadas. Noruega aporta pilones aire-aire y bordes verticales, mientras que Finlandia suministra secciones delanteras de fuselaje. Japón ensambla sus propios F-35A en Nagoya y produce algunas piezas domésticamente, aunque no está claro cuántas se exportan.
Israel, caso único, no solo fabrica componentes valorados en más de 2.000 millones de dólares (como alas externas, depósitos de combustible y sistemas de guerra electrónica), sino que opera el F-35I Adir, la única versión autorizada a ser profundamente modificada, con avionics, armas y comunicaciones propias.
Contratistas en USA. En Estados Unidos, Lockheed Martin coordina y ensambla los aviones, pero el grueso del contenido proviene de gigantes asociados. Northrop Grumman produce el fuselaje central, el radar AN/APG-81 y sistemas de comunicaciones, con una participación de entre el 20 y el 25% por aparato.
RTX, a través de Pratt & Whitney, suministra los motores F135, mientras Raytheon aporta armamento y sensores avanzados. Otros actores como Honeywell, L3Harris o Curtiss-Wright tienen papeles clave en sistemas específicos. La gran ausente es Boeing, cuyo X-32 perdió el concurso frente al X-35 de Lockheed; hoy su rol se limita a labores menores como subcontratista, mientras concentra sus esfuerzos en el F/A-18 Super Hornet, el F-15EX y su futuro F/A-XX.
Entre el simbolismo y la fragilidad. De vuelta al caso en Japón, que dos cazas de quinta generación hayan quedado fuera de servicio durante un mismo crucero no constituye un desastre operacional, pero sí alimenta la percepción de vulnerabilidad en un programa ya controvertido por sus sobrecostes, retrasos y cuestionamientos políticos. De hecho, en Londres el debate va sobre el número total de aparatos que el Reino Unido debe adquirir.
Mientras, cada nuevo incidente ofrece munición a los críticos y distrae de los logros diplomáticos y militares que Highmast pretende exhibir en la región del Indo-Pacífico. Qué duda cabe: el desenlace del segundo caza varado dependerá de la rapidez con que lleguen los repuestos a Japón, pero la sombra de las dudas sobre la fiabilidad del F-35B seguirá acompañando a la flota británica y a LM en su campaña de prestigio más ambiciosa en años.
Y es que, como vemos, el F-35 no es solo EL avión de combate, sino un entramado industrial, diplomático y militar que conecta a Norteamérica, Europa, Oriente Medio y Asia en una red de producción y mantenimiento sin precedentes.
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