El boom renovable choca con el muro invisible: España tiene más energía verde que nunca pero el sistema no la aguanta
Publicado el 18/08/2025 por Diario Tecnología Artículo original
España presume de ser líder mundial en renovables. En primavera llegó a cubrir el 100% de la demanda con energía limpia y en julio llegó a batir récords en energía renovable con más de 10.000 GWh, según datos de Red Eléctrica. La paradoja sigue siendo evidente al echar un vistazo a la factura de la luz: el boom verde ha chocado contra un muro invisible —unas redes saturadas y una falta crónica de almacenamiento— justo cuando las olas de calor disparan la demanda y ponen en jaque al sistema eléctrico.
La abundancia que se volvió problema. En apenas cinco años, España ha pasado de la irrelevancia a convertirse en el segundo país europeo que más capacidad solar ha instalado, solo por detrás de Alemania. No obstante, esa abundancia ha acabado convirtiéndose en un quebradero de cabeza. En mayo, los precios mayoristas llegaron a caer a cero o incluso a negativos durante un tercio del mes, según datos de Red Eléctrica citados por Financial Times. Y en julio, pese a batir un nuevo récord de producción renovable, con 13.850 GWh, las facturas de la luz siguieron subiendo, como apuntábamos en Xataka en pleno pico de la ola de calor. La paradoja es clara: al mediodía sobra energía barata, pero al caer el sol la red no puede sostener la demanda y los precios vuelven a dispararse.
El escaparate de la transición energética. El contraste resulta aún más evidente si se mira el mix energético. Desde el 15 de julio, España lleva semanas sin generar electricidad a partir de carbón por primera vez en más de 140 años. Un hito que consolida al país como escaparate mundial de la transición energética.
Sin embargo, la cara B del éxito es que está arruinando la rentabilidad del sector. Proyectos que hace apenas dos años se vendían por 200.000 €/MW hoy apenas alcanzan entre 28.000 y 89.000 €/MW, según un reportaje del Financial Times. El boom ha derivado en una oleada de “fire sales” y en un mercado mucho más incierto para los inversores.
El precio de correr demasiado rápido. La expansión renovable ha sido fulgurante, pero la infraestructura para sostenerla no ha acompañado al mismo ritmo. Desde 2020, España ha destinado apenas 0,30 dólares a reforzar sus redes eléctricas por cada dólar invertido en nuevas plantas solares y eólicas, frente a los 0,70 de media europea, según BloombergNEF recogido por FT. El resultado es un cuello de botella: más de treinta “nudos calientes” donde la red está saturada, especialmente en Cáceres, Badajoz, Toledo y Ciudad Real. Solo en julio, más de la mitad de los recortes de producción —los llamados curtailments— correspondieron a fotovoltaica, con unos 392 GWh desperdiciados, de acuerdo con El Español.
Además, la escasa capacidad de almacenamiento agrava el cuadro. Cuando el sol se pone, la producción fotovoltaica se desploma pero la demanda se mantiene alta, obligando al sistema a recurrir al gas para cubrir el hueco. Ese mismo gas, encarecido en los mercados internacionales, se ha convertido en uno de los motores de la subida de precios. A ello se sumó en enero el regreso del IVA eléctrico al 21%, tras años de reducción fiscal para mitigar la crisis energética, como hemos descrito en Xataka. El resultado lo nota el consumidor: en julio, el precio medio de la luz alcanzó los 164 €/MWh, lo que supuso que una familia media pagara entre 20 y 25 euros más en su factura mensual respecto al verano pasado.
El calor tiene algo que decir. A los problemas estructurales se han añadido factores coyunturales. Las olas de calor del verano han tensionado el sistema: en junio, la demanda eléctrica aumentó un 14% en España, un 9% en Francia y un 6% en Alemania, como hemos explicado en Xataka. Con los aires acondicionados funcionando a pleno rendimiento, la demanda se dispara justo cuando las centrales nucleares y térmicas reducen su capacidad por la falta de agua fría en los ríos para refrigerarse. Francia ha sido el país más afectado por este fenómeno, pero España también ha sentido la presión.
Un decreto a la espera del fin del verano. La tercera pata de todo este asunto tiene que ver con la política. Tras el apagón de abril, el Gobierno aprobó en junio un decreto “antiapagón” que buscaba reforzar la red y dar un impulso al almacenamiento energético. Sin embargo, el 22 de julio la norma fue rechazada en el Congreso con 183 votos en contra, en una coalición de rechazo entre la oposición conservadora y parte de la izquierda. Desde entonces, el Ejecutivo intenta sacar adelante algunas de esas medidas a través de reformas regulatorias que no necesiten aprobación parlamentaria.
La otra cara del boom solar. Ante este panorama, el mercado busca salidas. Una de ellas son los contratos de compraventa de energía a largo plazo (PPAs), que aseguran precios estables a clientes corporativos. El proyecto de Zelestra en Belinchón, por ejemplo, cerró un acuerdo con farmacéuticas como Takeda y Teva cuando el promedio de los PPAs en España rondaba los 39 €/MWh, según FT.
Otro vector de cambio lo marcan los gigantes tecnológicos. Amazon, Meta y Microsoft han anunciado grandes centros de datos en España, atraídos por la abundancia de energía barata. “Hay un enorme interés, consideran España el destino número uno en Europa”, admitía el consejero delegado de Zelestra en declaraciones recogidas por Expansión. Sin embargo, el entusiasmo se topa con los mismos obstáculos: lentitud en los permisos y falta de puntos de conexión a la red.
No es exclusivo de España. Como han detallado en el reportaje para El Español, Alemania necesita reforzar 14.000 kilómetros de líneas de alta tensión para trasladar su energía renovable del norte al sur industrial; Escocia ha llegado a pagar a los parques eólicos por no producir; y en Estados Unidos hay cerca de 1.000 GW de proyectos renovables esperando conexión a la red, casi cuatro veces la capacidad instalada.
Un futuro brillante entre las grietas. España tiene potencial, pero su sistema eléctrico no está preparado para gestionar tanta energía limpia. Como resumía un ejecutivo citado por Financial Times: “El problema no es que España haya ido demasiado rápido con las renovables, sino que ha sido demasiado lenta con las redes”.
El futuro de la transición energética no dependerá de instalar más paneles, sino de construir redes y almacenamiento que conviertan la abundancia solar en seguridad y facturas más bajas. El muro invisible ya está a la vista: la cuestión es si España será capaz de derribarlo a tiempo.
Imagen | Pexels
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