Los países del Mediterráneo parecían ideales para los paneles solares. Hasta que llegaron las tormentas de polvo

Publicado el 11/09/2025 por Diario Tecnología
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Los países del Mediterráneo parecían ideales para los paneles solares. Hasta que llegaron las tormentas de polvo

El Mediterráneo siempre se ha visto como una tierra privilegiada para la energía solar: abundante sol, grandes extensiones y una apuesta clara por las renovables. Sin embargo, dos factores que vienen del sur y del propio cambio climático están poniendo en jaque esta ecuación: las tormentas de polvo del Sáhara y el aumento sostenido de las temperaturas.

El corto. Un nuevo estudio advierte de que el polvo del Sáhara puede reducir la producción solar en el sur de Europa hasta en un 50 %. El trabajo, publicado en la revista Renewable Energy por el Centro de Investigación HUN-REN de Astronomía y Ciencias de la Tierra de Hungría, analiza los episodios entre 2019 y 2023 en Portugal, España, Francia, Italia y Grecia. 

Más en profundidad. Para llegar a estas conclusiones, los científicos recurrieron a un arsenal de datos: las previsiones de la red europea de operadores de sistemas de transporte (Entso-E), el reanálisis MERRA-2 de la NASA, la base de datos europea Copernicus CAMS v4.6 y observaciones satelitales de nubosidad y aerosoles. Así pudieron evaluar de forma horaria y diaria cómo el polvo altera la irradiancia solar y, por tanto, la capacidad de los paneles para producir electricidad.

El hallazgo adicional es preocupante: las actuales previsiones fotovoltaicas para el día siguiente suelen fallar. En España y Portugal tienden a subestimar la pérdida real de energía (hasta un 15% menos de lo previsto), mientras que en Italia y Grecia ocurre lo contrario, con sobreestimaciones de hasta un 10%.

Un problema que se agrava. El polvo sahariano no es un fenómeno nuevo, pero el cambio climático está intensificando tanto su frecuencia como su alcance. Y España, como advierte un estudio de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) recogido en Xataka, es un verdadero “punto caliente” del calentamiento europeo.

En los últimos 50 años, las temperaturas han aumentado 3,27ºC en la península ibérica y las islas Baleares, más del doble de la media mediterránea. El verano se ha alargado 36 días, las precipitaciones han disminuido casi un 20% y la desertificación avanza por regiones como Murcia, Almería o Alicante. El escenario para 2050 es un país con clima estepario o incluso casi desértico en buena parte de su territorio. Si España se convierte en un desierto más cálido y seco, las tormentas de polvo serán más frecuentes y su impacto en la energía solar aún mayor.

¿Hay una posible solución? Hasta ahora, el gran enemigo de los paneles solares convencionales no era solo el polvo, sino también el calor. Como hemos desarrollado en Xataka, por cada grado por encima de 25ºC, las placas tradicionales pierden entre un 0,05% y un 0,34% de eficiencia, lo que puede traducirse en caídas del 10 al 25% en días muy calurosos.

Pero un reciente estudio de la Universidad de Loughborough propone un giro de guion: las llamadas celdas de flujo fotoelectroquímicas (PEC). Esta tecnología experimental no solo soporta el calor, sino que lo aprovecha, con un punto óptimo en torno a los 45ºC. Además, no requiere refrigeración activa, lo que abarata costes de instalación y mantenimiento.

En paralelo, startups como la australiana Coolsheet están desarrollando sistemas híbridos de refrigeración pasiva que enfrían los paneles y, al mismo tiempo, calientan agua para uso industrial o doméstico. Cada 10ºC menos en la placa puede suponer un 4% más de eficiencia eléctrica.

Más allá de los resultados. La investigación no se ciñe a que se deban instalar más paneles solar, sino que se debe integrar en las nuevas fotovoltaicas más modelos de previsión de los efectos del polvo, mejorar la monitorización en tiempo real y diseñar tecnologías que conviertan el calor y las condiciones extremas en aliados, no en enemigos.

España y el Mediterráneo avanzan hacia un escenario en el que el sol será más abundante, pero también más hostil. El futuro de la energía solar pasa por aceptar esta paradoja: no se trata solo de instalar paneles, sino de adaptarlos a un clima cambiante, lleno de polvo, calor y sequía. La investigación científica, la innovación tecnológica y la planificación política deberán ir de la mano para que el sol siga siendo la solución, y no se convierta en parte del problema.

Imagen | Eduardo Milla y Unsplash

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