Los ictus se han convertido un enorme problema de salud silencioso en España. Y hay formas de limitar los riesgos
Publicado el 06/07/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Cada año se producen 90.000 casos de ictus en España que dejan en promedio 23.000 fallecidos, según los datos de la Sociedad Española de Neurología. Este número podría reducirse notablemente, al fin y al cabo, muchos de los factores de riesgo que se asocian a este tipo de eventos corresponden a conductas y hábitos qu podemos modificar.
Antes de revisar cuáles son los factores de riesgo, controlables o no, asociados al ictus, quizás convenga plantearnos qué es exactamente un ictus. El ictus o accidente cerebrovascular (ACV) se produce cuando se interrumpe o se reduce drásticamente el flujo de sangre que llega a una parte del cerebro.
Hay dos tipos de accidentes: isquémicos y hemorrágicos. Los primeros son los más comunes, se producen por el bloqueo de una de alguna vía circulatoria, por ejemplo por un coágulo o por su estrechamiento a consecuencia de depósitos grasos. Los ictus hemorrágicos por su parte se producen por la rotura de un vaso sanguíneo.
No existe una lista exacta de los factores de riesgo que se relacionan con estos episodios ya que hay numerosos solapamientos e interconexiones entre estos factores. Tampoco podemos hacer una distinción certera entre los factores que podemos controlar y los que no.
Un ejemplo claro es el de la diabetes. Esta enfermedad es un factor de riesgo en la aparición del icuts. Padecer o no esta enfermedad no está bajo nuestro control, pero sí podemos evitar factores que a su vez se vinculen con ella.
Pese a las dificultades que hay a la hora de delimitar estos conceptos, los expertos estiman que los factores de riesgo controlables se asocian a entre un 60% y un 90% del riesgo de padecer un ictus. Es decir, evitando estos factores podemos reducir muy significativamente el riesgo de que en nuestro cerebro se desencadene este tipo de eventos.
¿Y cuáles son los factores de riesgo sobre los que mayor control tenemos? Según el Instituto Nacional del Corazón, Pulmón y Sangre de los Estados Unidos, los factores de riesgo controlables incluyen la presión sanguínea, obesidad, inactividad física, dieta pobre y el tabaco.
Según la institución médica estadounidense Johns Hopkins Medicine, una presión sanguínea de 140/90 o superior es un factor que puede condicionar nuestra probabilidad de sufrir un accidente de este tipo. Obesidad, alimentación e inactividad física son factores de riesgo claramente interconectados entre sí.
Fumar es uno de los factores de riesgo más ampliamente mencionados, pero el alcohol y algunas drogas recreativas como las intravenosas o la cocaína también se relacionan con un incremento del riesgo de padecer un ictus. Algunas sustancias legales como la píldora anticonceptiva también se han relacionado con un mayor riesgo de padecer un ACV.
Con la ansiedad, la depresión y el estrés ocurre algo similar que con otras enfermedades: tenemos cierto grado de control, pero este puede llegar a ser muy limitado en función de las circunstancias de cada persona. Algo parecido ocurre con el entorno en el que vivimos: si bien residir o trabajar en zonas contaminadas puede agravar nuestro riesgo de padecer un ictus, cambiar de trabajo o residencia a menudo no está en nuestra mano.
Lo que no podemos cambiar
Algunos de los factores de riesgo que asociamos al ictus escapan totalmente de nuestro control. Quizás la edad sea el más importante: la edad. Conforme nos hacemos mayores las posibilidades de padecer un ictus son cada vez mayores.
El sexo es otro factor vinculado con la aparición de esta enfermedad y de una forma singular: so bien a edades tempranas los hombres padecen estos accidentes con mayor frecuencia, la mayor esperanza de vida de las mujeres hace que a lo largo de la vida estas padezcan más este tipo de problemas.
Distintos trasfondos étnicos pueden acarrear distintos niveles de riesgo: en los Estados Unidos las personas afroamericanas, nativas e hispánicas tienen un mayor riesgo de sufrir un ACV. Finalmente, la genética y el historial familiar también pueden considerarse factores de riesgo, especialmente en casos en los que algún familiar ha experimentado uno de estos eventos a edades más tempranas.
Además de los factores de riesgo, nunca está de más recordar cuáles son los principales síntomas que acompañan a estos eventos para así poder identificar mejor un ictus y mejorar las probabilidades de que quien lo padece reciba asistencia médica a tiempo.
Hay unos pocos factores clave que nos pueden ayudar a identificar un ictus con rapidez, pero existe también una retahíla de síntomas que pueden también asociarse a los ACV. Entre los síntomas clave están la pérdida de fuerza o sensibilidad en la cara, brazo o pierna, que generalmente se ciñe a un solo lado del cuerpo; confusión en el habla, por ejemplo en el uso de palabras inconexas; pérdida repentina de visión; mareos, pérdida de equilibrio o la aparición de un dolor de cabeza severo sin un origen claro.
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Imagen | Anna Shvets
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