Japón ha logrado que un aeropuerto no pierda una maleta en 30 años. Ahora tiene que lograr otro hito: que no se le hunda

Publicado el 25/05/2025 por Diario Tecnología
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Japón ha logrado que un aeropuerto no pierda una maleta en 30 años. Ahora tiene que lograr otro hito: que no se le hunda

Ahora que se acerca ese momento del año donde millones de viajeros se preparan para afrontar los vuelos que los llevaran a las ansiadas vacaciones, una habitación de los aeropuertos también está lista para la llegada de uno de esos males asumidos como parte del paquete: las maletas extraviadas o perdidas. Aunque hay una excepción. En Japón un aeropuerto se ha erigido como el más eficiente del planeta. Llevan tres décadas sin perder un equipaje.

Su problema es otro, y está bajo tierra.

30 años sin una queja. Como decíamos, en un sector donde el extravío es casi un mal asumido por los viajeros, el Aeropuerto Internacional de Kansai, en Japón, ofrece una anomalía asombrosa: en sus tres décadas de funcionamiento, no ha perdido jamás una maleta, un carrito de bebé, un par de esquís ni una sola bolsa. La hazaña, que sus empleados describen con modestia como una simple consecuencia de seguir las reglas, ha convertido a Kansai en un referente de eficiencia silenciosa.

Sirviendo a las regiones de Osaka y Kioto, y con 30 millones de pasajeros internacionales al año, su récord no puede atribuirse a un bajo volumen de tráfico. Lo que lo distingue es la atención meticulosa al detalle: desde alinear las asas de las maletas para facilitar su recogida hasta entregar personalmente objetos frágiles o voluminosos directamente en manos del pasajero.

Disciplina operativa. Contaba en Japan Times Tsuyoshi Habuta, supervisor de una de las empresas de manipulación de equipaje en Kansai, que detrás no hay un entrenamiento especial o sistemas secretos. Según él, el mérito radica en cumplir con los procesos establecidos y actuar con cuidado: cada maleta es tratada como algo valioso, no solo por su contenido, sino por lo que representa para el pasajero.

Su equipo maneja unas 3.000 piezas al día, y el procedimiento de manipulación de es un ballet sincronizado de revisiones y controles cruzados. Cada pieza es contabilizada no solo en el momento del check-in, sino también durante y después del vuelo. Los trabajadores inspeccionan que el número de bultos despachados coincida exactamente con los descargados, tanto en la bodega del avión como en las salas de control de seguridad. Si algo no cuadra, la búsqueda comienza de inmediato.

La regla del cuarto de hora. Plus: existe una regla tácita. Entregar todo el equipaje en la zona de recogida en menos de quince minutos desde el aterrizaje es prioridad. Este sistema es lo que ha convertido al aeropuerto en un referente mundial de eficiencia, siendo galardonado en ocho ocasiones con premios internacionales por su excelencia en la entrega de equipajes.

K Vista aérea del aeropuerto

Filosofía omotenashi. Detrás de este impecable historial se encuentra también el concepto japonés del omotenashi, o la hospitalidad como arte. Según testimonios de los propios trabajadores recogidos por NPR, el compromiso no es solo con la eficiencia logística, sino con la felicidad del pasajero.

Para ellos, la excelencia no es un objetivo alcanzado sino una mejora constante, alimentada por la humildad de aprender cada día y la responsabilidad de representar la calidad japonesa ante el mundo. Esta actitud colectiva genera una cultura organizacional donde el error no se permite, no por miedo al castigo, sino por orgullo profesional.

Maravilla de la ingeniería. El aeropuerto, inaugurado en 1994, está construido íntegramente sobre una isla artificial en la bahía de Osaka y sigue siendo uno de los proyectos de infraestructura más ambiciosos y costosos jamás realizados. Concebido para aliviar la saturación del aeropuerto de Osaka, Kansai ha evolucionado hasta convertirse en el tercer aeropuerto más transitado de Japón. Su construcción inicial costó alrededor de 14.000 millones de dólares, pero con expansiones y ajustes ha alcanzado un valor estimado de 20.000 millones en 2008, cifra que, ajustada a la inflación actual, podría duplicarse.

Dotado de características como pistas de asfalto flexible capaces de resistir terremotos y una estructura elevada sobre 900 gatos hidráulicos que permiten nivelar la terminal según se asienta el suelo, el aeropuerto ha resistido incluso el devastador terremoto de Kobe de 1995 sin comprometer su operatividad.

Lecho marino de la Bahía de Osaka Lecho marino de la Bahía de Osaka

El problema: se hunde. Lo contamos hace un tiempo. A pesar de todos sus avances tecnológicos, Kansai se enfrenta a una amenaza persistente y cada vez más preocupante: se está hundiendo. Desde su inauguración, el aeropuerto ya ha descendido unos 11,5 metros y se prevé que podría descender otros cuatro metros adicionales antes de 2056, acercándose peligrosamente al nivel del mar.

Esta situación se debe a que fue construido sobre terreno ganado al mar, una base de arcilla aluvial altamente compresible que, bajo el peso de la isla artificial, libera agua y se contrae, provocando el hundimiento progresivo del suelo. Aunque los ingenieros han intentado acelerar la consolidación del terreno mediante “drenajes de arena” (profundos orificios rellenos de arena para evacuar humedad), el asentamiento no se completó antes de iniciar la construcción, y los efectos siguen acumulándose con el paso del tiempo.

Lucha contra el mar. En 2018, un potente tifón inundó una de las pistas, confirmando que el problema no es teórico ni lejano. Como respuesta, se elevó el dique de contención en 2,7 metros para prevenir futuras inundaciones, pero los expertos coinciden en que estas medidas son paliativas y no bastarán a largo plazo sin una intervención de gran escala.

Sí, el aeropuerto está diseñado para ajustarse estructuralmente y adaptarse a los movimientos del terreno, pero el propio entorno geológico (esa especie de “esponja húmeda” de arcilla suelta) representa una amenaza continua y silenciosa. Cada centímetro que desciende compromete más su viabilidad futura, y aunque por ahora sigue siendo un ejemplo de ingeniería avanzada, la cuenta regresiva hacia su obsolescencia física ya ha comenzado.

Monumento con fecha de caducidad. En resumen, Kansai es una paradoja fascinante: un símbolo de lo que la ingeniería humana puede lograr y un recordatorio de los límites que impone la naturaleza. Mientras continúa operando con eficacia reconocida mundialmente (con su inigualable récord de entrega de equipaje sin pérdidas), su supervivencia futura pende de una compleja ecuación entre tecnología, recursos y decisiones políticas.

Sin soluciones estructurales de gran escala, el aeropuerto que alguna vez desafió al mar podría sucumbir lentamente ante él, transformándose en una reliquia sumergida de la ambición humana. Durante 30 años no ha perdido una sola maleta, la duda es si podrá repetir esa eficiencia el mismo número de años.

Imagen | RaxPixel, Luke Lai

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