El impactante desfile militar de China ha recordado una vieja historia: el líder de Corea del Norte no viaja en avión

Publicado el 03/09/2025 por Diario Tecnología
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El impactante desfile militar de China ha recordado una vieja historia: el líder de Corea del Norte no viaja en avión

¿Dónde está Kim Yong Un? La pregunta poco antes de que diera comienzo el desfile militar en Pekín por el 80º aniversario de la victoria sobre Japón y el fin de la Segunda Guerra Mundial, comenzaba a circular entre los asistentes. La respuesta llegaría poco después. Porque si los misiles que Corea del Norte había mostrado horas antes vuelan a una velocidad vertiginosa, los líderes de la nación lo hacen lentos y en tierra, pero completamente seguros.

Un viaje cargado de simbolismo. El desplazamiento de Kim Jong-un a Pekín representó mucho más que un simple traslado: fue su reaparición en la escena multilateral acompañado de un emblema de poder dinástico, el tren blindado conocido como “El Sol” (Taeyangho).

Este convoy, pintado de verde apagado y blindado en cada uno de sus vagones, ha sido el medio de transporte predilecto de la familia Kim desde la fundación de Corea del Norte, vinculado tanto a la seguridad personal del líder como a la puesta en escena propagandística de la dinastía. Su uso reforzó la narrativa de continuidad, tradición y fortaleza en un evento donde coincidieron jefes de Estado de más de 20 países, incluidos aliados estratégicos como Rusia e Irán.

El legado ferroviario. La predilección por el tren viene de lejos. Kim Il-sung lo utilizó como símbolo de modernidad y cercanía al pueblo, y Kim Jong-il lo convirtió en su vehículo exclusivo por temor a volar, llegando a realizar un recorrido de miles de kilómetros hasta Moscú en 2001. Sus viajes eran largas expediciones en las que el tren se transformaba en residencia, sala de mando y espacio de encuentro con mandatarios extranjeros.

Tras su muerte en 2011, ocurrida precisamente en este tren, uno de sus vagones fue convertido en reliquia expuesta en su mausoleo en Pyongyang, consolidando la imagen del ferrocarril como parte esencial del culto a la personalidad. Kim Jong-un ha continuado la tradición, aunque combina el tren con aviones alquilados cuando los viajes exigen atravesar océanos, como ocurrió en su cumbre con Donald Trump en Singapur en 2018.

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Un despacho blindado. Más allá de la tradición, el tren es hoy un auténtico centro de mando móvil. Sus vagones cuentan con oficinas, salas de reuniones, sofás, sistemas de comunicación satelital, televisores y ordenadores, además de un equipo permanente de guardaespaldas y personal médico. Las medidas de seguridad incluyen blindaje integral y armas pesadas a bordo, además de espacio para transportar los propios automóviles blindados del líder.

Esta infraestructura lo convierte en un refugio autosuficiente y seguro, pero también en un medio extremadamente lento: su velocidad máxima ronda los 60 km/h, lo que, unido al estado precario de las vías norcoreanas, prolonga cualquier trayecto durante días. Así, en 2019 necesitó casi tres jornadas para alcanzar Hanói desde Pyongyang en su encuentro con Trump.

Lujo y ostentación. El tren no solo garantiza protección y funcionalidad, también es escenario de los excesos asociados a la dinastía. Por ejemplo, durante los viajes de Kim Jong-il, se servían langostas vivas y manjares de diversas cocinas internacionales, mientras vinos franceses llegaban en cargamentos aéreos a lo largo del trayecto.

Incluso se organizaban espectáculos a bordo con cantantes y actores para amenizar los desplazamientos. Aunque no se han documentado anécdotas similares en la era de Kim Jong-un, los servicios de inteligencia surcoreanos creen que el líder ha heredado la inclinación de su padre por la gastronomía refinada y la ostentación.

El tren como metáfora. Así, “El Sol” es mucho más que un vehículo: simboliza la rigidez de un poder que se desplaza lentamente, pero con blindaje absoluto, envuelto en lujo para el líder y en sacrificio para el pueblo. En cada viaje internacional, la imagen del convoy verde recorriendo fronteras se convierte en una metáfora de la supervivencia de un régimen aislado, que combina tradición, ostentación y miedo en dosis iguales.

La llegada de Kim Jong Un a Pekín en esta suerte de fortaleza sobre raíles no solo evocó el legado de su padre y su abuelo, sino que envió al mundo un mensaje de continuidad: la dinastía sigue firme, blindada contra amenazas externas y decidida a mantener sus rituales incluso en la era de los misiles hipersónicos y los drones autónomos.

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