Una ciudad china ha tenido una idea revolucionaria para impulsar su economía: que el fin de semana sean dos días y medio
Publicado el 12/06/2025 por Diario Tecnología Artículo original
La semana laboral de cuatro días sigue siendo un experimento en la mayoría del planeta donde las empresas han llevado a cabo pruebas para entender cuáles son los beneficios en ambos lados, tanto para los trabajadores como para la empresa. De fondo, el debate de la reducción de la jornada laboral, y en una ciudad de China han pensado que la mejor idea se encuentra a medio camino del resto: un fin de semana de dos días y medio, o una jornada laboral de cuatro días y medio.
El experimento del ocio. Lo contaba Nikkei. En un esfuerzo por revitalizar el gasto interno y combatir una cultura laboral cada vez más asfixiante, la ciudad china de Mianyang (centro industrial clave de la provincia de Sichuan) está considerando adoptar una semana laboral de 4.5 días, impulsando así un modelo de “fin de semana de 2,5 días” que cerraría oficinas los viernes por la tarde.
Con una población de 4,9 millones y un potente sector electrónico liderado por firmas como Sichuan Changhong Electric, Mianyang representa una escala significativa para ensayar este tipo de reformas.
El gobierno estimula. La iniciativa, todavía en fase de coordinación con agencias gubernamentales locales, responde directamente a la prioridad nacional de estimular el consumo doméstico, establecida en la última Asamblea Nacional Popular como parte de un plan estructural para reequilibrar el crecimiento económico chino.
De hecho, las autoridades centrales han empezado a combatir activamente el fenómeno del sobretrabajo ilegal, estableciendo límites a las jornadas extensas y apostando por una regulación más estricta del tiempo laboral en las ciudades.
Entre productividad y bienestar. Hay mucho más, ya que el contexto que motiva esta propuesta revela tensiones profundas en el mercado laboral chino. En 2023, los trabajadores urbanos promediaron 48,3 horas semanales, con un incremento notable entre los jóvenes de entre 30 y 34 años, el grupo demográfico con mayor potencial de gasto.
Este patrón se ha fomentado durante años a través de una cultura empresarial intensiva, sintetizada en la famosa y controvertida norma “996” (trabajar de 9 a 21 horas, seis días a la semana), que fue oficialmente declarada ilegal en 2021 por el Tribunal Supremo Popular.
Una norma extendida. Sin embargo, la práctica ha persistido, alimentada por una ralentización económica que ha endurecido las condiciones para los graduados universitarios, muchos de los cuales se sienten forzados a prolongar sus horarios para demostrar compromiso.
Esta presión laboral ha derivado en un fenómeno que hemos contado antes conocido como neijuan, una espiral de competencia interna que consume tiempo, salud mental y productividad real, y que el gobierno ahora busca desactivar antes de que socave aún más el dinamismo económico nacional.
Del piloto al precedente. Mientras Mianyang estudia formalizar el modelo de fin de semana extendido, algunas empresas ya han dado los primeros pasos. Midea, un fabricante de electrodomésticos con sede en Foshan, ha empezado a recomendar a sus empleados que abandonen la oficina puntualmente a las 6 de la tarde, una práctica que aunque no obligatoria, se ha vuelto casi universal en la compañía.
Otras firmas tecnológicas como DJI han adoptado medidas similares, imponiendo un límite máximo de jornada a las 21:00 h. Decisiones que, aunque en parte motivadas por la presión externa y el deseo de recortar costes, también reflejan un giro lento pero firme hacia una cultura empresarial menos centrada en la hiperproductividad tóxica. Aun así, incluso en estos entornos, contaba Nikkei que muchos empleados continúan trabajando tras abandonar el edificio, prolongando discusiones técnicas y revisiones frente al portátil en llamadas nocturnas, lo que indica que el cambio real aún está lejos.
Desafío estructural. Es la última de las patas que conviene analizar, porque el precedente no es del todo alentador: intentos previos de instaurar semanas de 2,5 días en otras localidades chinas fracasaron, abandonados ante la falta de compromiso institucional o la resistencia empresarial. Sin embargo, la magnitud del desafío actual obliga a replantear el equilibrio entre competitividad económica y sostenibilidad social.
De tener éxito, el caso de Mianyang podría convertirse en un modelo replicable para otras ciudades de segunda línea, ayudando no solo a mejorar la calidad de vida de millones de trabajadores, sino también a impulsar el consumo (el objetivo real de fondo) mediante la creación de más tiempo libre. En una economía donde el crecimiento del gasto privado es esencial para suplir la desaceleración de las exportaciones y la inversión estatal, liberar horas de ocio podría ser tan estratégico como construir fábricas.
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