Los encuentros anteriores entre Putin y Trump han dejado clara una cosa: no pueden estar solos en la misma sala
Publicado el 12/08/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Este viernes va a tener lugar un encuentro con carácter histórico dependiendo de lo que allí se acuerde (o no). Finalmente, y si nada se tuerce, Donald Trump y Vladímir Putin, los jefes de estado de Estados Unidos y Rusia, se reunirán en Alaska con la guerra de Ucrania como principal hilo conductor. Una cosa deberíamos tener bastante clara: sea lo que sea que hablen, deberíamos mantener la calma y esperar una segunda traducción tras las primeras declaraciones.
Un error ya puso fin a la contienda hace pocos días.
El malentendido. La escena tuvo lugar la semana pasada y lo contaba el medio alemán Bild. El enviado especial de Trump, Steve Witkoff, interpretó de forma errónea las declaraciones de Vladímir Putin durante su encuentro en el Kremlin. El presidente ruso mantenía su objetivo de obtener el control total de las regiones ucranianas de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón, ofreciendo únicamente un alto parcial en los ataques (limitado a no golpear infraestructuras energéticas ni grandes ciudades en la retaguardia), pero sin contemplar un alto el fuego completo.
Washington, por su parte, había propuesto congelar la guerra en la línea de frente actual a cambio de levantar de forma amplia las sanciones y establecer nuevos acuerdos económicos con Moscú, iniciativa que fue rechazada por el Kremlin. ¿Qué ocurrió? Que Witkoff confundió la exigencia rusa de “retirada pacífica” de ucranianos en territorios ocupados con una supuesta retirada rusa de esas mismas zonas, un error garrafal que, según funcionarios ucranianos y alemanes, demuestra el desconocimiento e incompetencia en asuntos territoriales de Washington.
Repercusiones diplomáticas. El episodio, al parecer, se discutió en una reciente videoconferencia nocturna entre Witkoff, el secretario de Estado Marco Rubio, el vicepresidente J.D. Vance y socios europeos. La reunión dejó a los europeos perplejos y a Ucrania sorprendida con una inédita tregua de la guerra. Una situación que, una vez comprendida, dio paso a la sensación de que la administración Trump no posee una visión unificada de la situación, con la confusión de Witkoff como factor inexplicable y central.
Además, se evidenció una diferencia de criterios: Rubio defendió la implicación directa de Europa en el proceso negociador, mientras Vance y Witkoff preferían limitarse a informar a los aliados de los pasos que Trump adoptará.
Un historial de desencuentros. Contaba hace unas horas el Financial Times que las cumbres previas entre Trump y Putin han estado marcadas por dinámicas inusuales y episodios que alimentan la percepción de una ventaja táctica constante para el líder ruso.
Desde su primer encuentro en la cumbre del G20 de Hamburgo en 2017 (donde Trump confiscó las notas de su intérprete y sostuvo conversaciones privadas sin presencia de funcionarios estadounidenses) hasta la reunión de Helsinki en 2018, cuando cuestionó públicamente la conclusión de sus propios servicios de inteligencia sobre la injerencia rusa en las elecciones de 2016, el patrón ha sido de interacciones sin transparencia, aceptación acrítica de las afirmaciones de Putin y ausencia de mecanismos de control internos. Otros contactos, como en Vietnam o en el G20 de Buenos Aires, repitieron el formato de intercambios informales y sin registro, reforzando la imagen de un Trump más inclinado a la relación personal que a la confrontación estructurada con su homólogo.
Las tácticas de Putin y riesgos. Analistas y veteranos de negociaciones con el Kremlin, como el expresidente francés François Hollande, advierten de que Putin combina un dominio exhaustivo de los detalles técnicos y jurídicos con una estrategia de “mentira profesional” y manipulación de los tiempos. Entre sus métodos está el alargar deliberadamente las conversaciones con relatos extensos, introducir medias verdades de gran envergadura y ofrecer concesiones mínimas para aparentar movimiento sin modificar su posición sustancial.
Ejemplos pasados incluyen negar toda relación con separatistas prorrusos en Donbás pese a la evidencia de apoyo militar y financiero, o rechazar el monitoreo internacional de fronteras alegando que no existían violaciones. Este estilo, unido a su ausencia de presión política interna y su experiencia de décadas, contrasta con un Trump descrito por interlocutores europeos como emocional, impaciente y poco inclinado al análisis factual, lo que le hace vulnerable a los sesgos que Putin puede explotar.
Demandas y postura de Ucrania. El presidente Volodímir Zelenski insiste en participar directamente en las conversaciones y ha declarado que está dispuesto a un alto el fuego, pero no a ceder territorio ocupado. Trump, que ha sugerido un posible “intercambio de territorios para beneficio de ambos”, contemplaba una cumbre trilateral, aunque finalmente mantiene la bilateral solicitada por Putin como formato inicial.
El vicepresidente J.D. Vance admite que un eventual acuerdo dejará insatisfechas a ambas partes, pero reconoce que se trabaja para coordinar agendas que permitan sentar a los tres líderes.
Expectativas. La reunión de Alaska, primera desde el regreso de Trump a la Casa Blanca, se produce en un momento en que el presidente estadounidense ya no enfrenta las limitaciones que le imponían en su primer mandato un Congreso vigilante y asesores que intentaban encauzar la relación con Moscú. Ahora actúa con un margen mucho mayor, respaldado por un equipo reducido y sin contrapesos internos significativos, mientras Putin sigue operando en un entorno donde no tiene rivales inmediatos.
Observadores como Kirill Rogov anticipan que el Kremlin intentará persuadir a Trump de aceptar su narrativa y frenar el apoyo a Ucrania, objetivo estratégico que no requiere concesiones sustantivas. Aunque la ofensiva rusa de verano ha tenido resultados limitados y factores externos (como la amenaza de Trump de imponer aranceles al petróleo indio) podrían darle incentivos para dialogar, la expectativa general es que Putin buscará ganar tiempo, mientras Trump priorizará obtener un acuerdo que pueda presentar como victoria personal en política exterior.
Y, de fondo, que por favor haya alguien que traduzca lo que acuerdan.
Imagen | Trump White House Archived
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