Google ha puesto precio al futuro de la IA: 250 dólares al mes
Publicado el 20/05/2025 por Diario Tecnología Artículo original
No ha sido el primero, pero sí el más contundente. OpenAI dio el primer paso en otoño, pidiendo 200 dólares mensuales por ChatGPT Pro. Google ha respondido subiendo la apuesta: 250 dólares por su plan Ultra. Una suscripción que no solo monetiza capacidades. También marca jerarquías. ¿Quieres la IA más capaz? Págala.
Y no es una forma de hablar. En ese precio no se accede solo a un chatbot más listo, sino al núcleo duro del futuro próximo:
- Deep Think, el nuevo modo de razonamiento de Gemini 2.5 Pro.
- Acceso preferente a las herramientas de generación de vídeo y audio (Veo 3, Imagen 4).
- Project Mariner: agentes que entienden, planean, actúan, ejecutan.
- Flow, la herramienta de creación cinematográfica con control de cámara y generación de vídeo en 1080p.
- Whisk Animate, una herramienta para convertir imágenes en vídeos animados de 8 segundos.
- Notebook LLM con límites superiores y versiones avanzadas del modelo.
- Gemini en Chrome, con contexto de la página, con acceso anticipado.
- Gemini integrado en Gmail, Docs, Chrome y Search, con contexto persistente y uso prioritario.
- 30 TB de almacenamiento en Drive, Photos y Gmail.
- Y una suscripción a YouTube Premium.
Gemini ya no es solo conversación. Es interfaz del mundo.

Y lo más importante no es lo que incluye Ultra. Es lo que deja fuera. Google ha tomado todo lo que define esta nueva etapa de la IA —agencia, autonomía, razonamiento profundo, multimodalidad extendida— y lo ha encapsulado tras un muro de pago. En ese gesto no hay solo modelo de negocio. Hay visión. La inteligencia se convierte en producto, pero también en frontera.
Por cierto, hay un 50% de descuento para los primeros tres meses. Y el plan anterior se llama ahora 'Google AI Pro'.
Del otro lado queda Flash. La versión gratuita —o de bajo coste— pensada para la mayoría. Rápida, competente, útil. Como un coche sin volante. Una IA sin memoria, sin herramientas, sin manos. Sirve para responder, no para actuar. No crea flujos, no automatiza nada, no piensa más allá de unos segundos. Flash es la promesa de democratización que aún se mantiene. Ultra, el verdadero piloto.
El movimiento de Google no sorprende, pero sí confirma. Se acabó la fase de acceso masivo, de experimentación abierta. Lo que se construye ahora es una economía del rendimiento computacional. Quien quiera más contexto, más persistencia, más poder, tendrá que pagarlo. Y pronto. Porque si 2022 fue el año del deslumbramiento, y 2024 el de los copilotos, 2025 será el de las clases digitales.
Y esta vez, la frontera no será técnica. Será económica.
Lo que Google hace no es solo un movimiento comercial. Es estructural. Institucionaliza el acceso restringido. Si durante años el conocimiento tendió a abrirse —Wikipedia, Google, YouTube, MOOCs— ahora empieza a replegarse en productos de gama alta.
Con ello, también se repliegan la productividad, la creatividad y la capacidad de competir. El ascensor digital sigue subiendo, pero cada vez se paga más por subirse a él.
Porque no se paga solo por tecnología. Se paga por una ventaja que no se ve, pero que decide: el derecho a pensar con más ayuda, en más direcciones, con menos fricción. El derecho a automatizar antes que los demás. A contar con un asistente que sí sabe programar, que sí entiende vídeo, que sí recuerda, que sí actúa. Como siempre, la inteligencia —humana o artificial— tiende a concentrarse donde se acumula el capital.
¿Y el resto? El usuario medio queda en la otra orilla. Con una IA que responde, pero no decide. Que asiste, pero no anticipa. Que resume, pero no construye. Esa es la nueva brecha: no entre quienes usan IA y quienes no, sino entre quienes la tienen a su favor, y quienes solo la ven desde detrás de un cristal.
Google ha hecho oficial lo que OpenAI ya insinuó: el acceso al conocimiento automatizado tendrá precio, umbral y propietario.
Y si el futuro está hecho de interfaces inteligentes, motores razonadores y agentes que ejecutan por nosotros, entonces sí: el futuro cuesta 250 dólares al mes.
Imagen destacada | Solen Feyissa en Unsplash
utm_campaign=20_May_2025"> Javier Lacort .