Cuando Ibáñez perdió los derechos de Mortadelo en 1985 creó una nueva revista donde tendrían otro nombre: 'Yo y yo'
Publicado el 25/05/2025 por Diario Tecnología Artículo original
En 67 años de vida, Mortadelo y Filemón han vivido una existencia relativamente plácida: siempre bajo la autoría de su creador, Francisco Ibáñez, y publicados por las sucesivas editoriales que han detentado sus derechos.
¿Seguro? Bueno, no del todo. Básica y oficialmente, esto es así, pero en su carrera encontramos numerosos baches. Dibujantes secretos que sustituían a Ibáñez sin su permiso, peleas por los derechos de los personajes, largas temporadas sin cobrar... o las seis críticas semanas en las que el autor publicó a sus criaturas evitando mencionarlas. Esta es la historia de 'Yo y yo'.
El cisma arrancó en 1985, cuando Francisco Ibáñez abandonó Bruguera, la veterana editorial que llevaba publicando a los personajes desde 1958. El motivo fue el descontento del autor con el trato de la editorial: vivía bajo una presión laboral asfixiante, teniendo que producir unas cuarenta páginas semanales de Mortadelo para cabeceras que se multiplicaban: 'Mortadelo', 'Super Mortadelo', 'Mortadelo Gigante', 'Mortadelo Especial'... Fue en 1973 cuando la editorial, sin su permiso y necesitada de más volumen de historias, comenzó a recurrir a dibujantes que imitaran sus historias para generar más historias de Mortadelos.
Ese propósito cuajó en un estudio liderado por el dibujante Blas Sanchís, que llegó a contar con más de quince dibujantes y guionistas bajo el nombre de Bruguera Equip. Su labor no fue precisamente pequeña: generaban tantas páginas como el legítimo creador de los personajes e incluso álbums completos como 'Que viene el fisco' o 'El crecepelo infalible'. Bruguera Equip llegó a desarrollar una "máquina de calcar", un sistema de plantillas que permitía copiar las historietas del maestro. Aunque el consenso general es que, salvo copiadores francamente inspirados, como Casanyes, las historias de Bruguera Equip carecían de la gracia de los originales. Y lo más importante: Ibáñez no vio un duro por nada de ello.
Esta incómoda situación derivó en una batalla legal, con Bruguera negándose a reconocer la propiedad intelectual a Ibáñez y finalmente, Ibáñez marchándose dejando a medias la historia 'El preboste de seguridad'. La marcha del dibujante no se hizo pública hasta 1986, cuando la prensa publicó la ruptura y Bruguera llevaba meses editando cosas como 'El cochecito leré', una historia que previamente había sido creada para el mercado alemán (donde los personajes eran tan populares como en España), y realizada íntegramente por el Bruguera Equip. En cualquier caso, Bruguera no daría mucha más guerra: cerró en 1986.
Llega Grijalbo y se queda con el par de calvos
Los dibujantes de Bruguera estaban disputadísimos en aquella situación, e Ibáñez no era el único descontento, pues todos llevaban cobrando de forma intermitente desde 1982. Con Bruguera en caída libre, él y otros como Raf ('Sir Tim O'Theo'), Segura ('La panda'), Escobar ('Zipi y Zape') y Schmidt ('Doña Urraca') se incorporaron a Grijalbo para sacar adelante la revista '¡Guai!', una clara imitación del estilo Bruguera, pero donde no podían usar sus personajes clásicos.

Ibáñez creó en esta nueva revista a 'Chicha, Tato y Clodoveo', que repetirían algunos esquemas argumentales de 'Mortadelo y Filemón', y a '7, Rebolling Street', una clara imitación a doble página de '13, Rue del Percebe'. Pero la situación daría un nuevo giro cuando en 1987 se pone en marcha la Ley 22/1987 sobre la Propiedad Intelectual y los derechos de autor, que reconocería la propiedad de los personajes en beneficio del dibujante. Ibáñez tenía vía libre para usarlos y lo haría en una nueva revista de Grijalbo expresamente creada para ello en 1987... pero que legalmente no podía usar el nombre de los personajes en la cabecera, porque con ese uso pertenecían a Bruguera.
La solución fue llamar a la revista 'Yo y Yo', en lo que sería una extrañísima decisión comercial: Mortadelo aparecía como reclamo (y así había sido publicitado en la revista '¡Guai!'), pero no mencionado en la portada. Ibáñez no conseguiría alejar al fantasma de los dibujantes apócrifos, porque sus 'Chicha, Tato y Clodoveo' seguirían en su cabecera original, pero realizados por otros dibujantes sin acreditar. Solo seis números después, la revista cierra, no está claro por qué: la razón más posible es que Grupo Z (nueva propietaria de los derechos de Bruguera, que explotaría desde su sello Ediciones B) presionara a Grijalbo.

Seis meses después, en diciembre, Ibáñez ficha por Ediciones B, que en todo este tiempo había estado publicando desde 1986 historias de Mortadelo ilustradas por dibujantes apócrifos, como 'El rayo transmutador'. Son tiempos negros para los personajes: pese a que el regreso de Ibáñez en el número 49 de la nueva 'Mortadelo' en febrero de 1988 se produce por todo lo alto, con la increíble portada del personaje disfrazado de Tejero, las historias dan un bajón de calidad importante.
Hasta 1991 nos encontramos en una floja etapa de transición que, como se supo más tarde (en aquellos tiempos era un tema absolutamente silenciado), seguirían realizando equipos anónimos. Muchas de ellas estarían dibujadas por el que sería su apócrifo por excelencia, Juan Manuel Muñoz, hombre de confianza de Ibáñez que le ayudaría durante décadas a terminar los albums del personaje, hasta la muerte del dibujante. El volumen de trabajo que le exigía Ediciones B era tan alto que Ibáñez se veía obligado a grabar los guiones en cassettes para ahorrar tiempo.
A partir de 1991, sin embargo, Ibáñez recobrará la autoría completa de los personajes. La editora de Ediciones B de entonces, Julia Galán, exigió una mejora de la calidad de 'Mortadelo y Filemón' para rescatarlos de la crisis creativa que atravesaban, y el resultado fueron, desde 1996 y con la desaparición de las revistas, historias largas que a partir de entonces se llenarían de referencias a la actualidad, cierta levísima continuidad en personajes y escenarios de un álbum a otro y unos argumentos más frescos. Permanecerían así hasta la muerte de Ibáñez en 2023, con Mortadelo y Filemón convertidos, pese a estos baches, en historia absoluta del humor español.
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