Si la pregunta es hasta dónde llega la ayuda de Rusia a Corea del Norte, la respuesta tiene nombre de guerra en Ucrania: Shahed

Publicado el 12/06/2025 por Diario Tecnología
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Si la pregunta es hasta dónde llega la ayuda de Rusia a Corea del Norte, la respuesta tiene nombre de guerra en Ucrania: Shahed

A comienzos del mes de junio se conoció algo más de lo que hay detrás de esa convergencia entre Moscú y Pyongyang. Se sabía por los propios protagonistas que Corea del Norte llevaba meses enviando armamento y soldados a Rusia en su invasión a Ucrania. A cambio, Rusia le estaba dando lo que más anhela Kim: un ejército funcional. Por tanto, la pregunta en el aire parecía clara: ¿”cuánto”?

La respuesta tiene nombre y origen… en Irán.

El eje Moscú- Pyongyang. Lo revelaba en una extensa entrevista al medio The War Zone el general Kyrylo Budanov, jefe de la inteligencia militar ucraniana. Al parecer, Rusia ha comenzado a transferir a Corea del Norte tecnología crítica para la producción de drones kamikazes de largo alcance y misiles balísticos de alta precisión, transformando a Pyongyang en un nodo clave de la maquinaria bélica rusa y alterando el equilibrio militar en Asia.

Shahed. Entre los sistemas cedidos destaca sobremanera la capacidad de fabricar los drones Shahed-136 (conocidos en Rusia como Geran), originalmente de diseño iraní y responsables de gran parte de los ataques aéreos masivos sobre Ucrania. Rusia fabrica ya unos 2.000 drones Shahed al mes y planea elevar esa cifra a 5.000, por lo que la externalización hacia Corea del Norte responde a una necesidad de mantener el ritmo ofensivo sin saturar su propia industria.

Dotar a Pyongyang de esta capacidad significa, además, darle la posibilidad de saturar las defensas antiaéreas de Corea del Sur o incluso reexportar drones a Rusia para su uso en Ucrania, alimentando un ciclo de colaboración armamentística que consolida un nuevo eje autoritario en el escenario bélico global.

Un dron Shahed 136 Un dron Shahed 136 iraní

El KN-23 bajo tutela rusa. Los beneficios para Corea del Norte no terminan en los drones. Budanov detalla cómo Moscú ha mejorado significativamente la capacidad balística norcoreana, especialmente el misil KN-23 (conocido también como Hwasong-11), que en sus primeros lotes enviados a Rusia resultó inútil por su baja precisión y fallos estructurales.

Sin embargo, gracias a la cooperación técnica directa con especialistas rusos, los misiles han sido rediseñados hasta alcanzar un nivel de precisión letal, con implicaciones que superan ampliamente el conflicto ucraniano. La transferencia tecnológica también se extiende al sistema de misiles aire-aire de largo alcance y, posiblemente más preocupante, a sistemas submarinos capaces de lanzar misiles balísticos nucleares.

Army2016demo 076 KN-23

La incógnita nuclear. Aunque Budanov no revela detalles exactos en la entrevista, sí deja claro que el desarrollo del componente naval del disuasivo nuclear norcoreano está siendo apoyado directamente por Moscú, lo que amplifica de forma clara el potencial destructivo de Pyongyang y, qué duda cabe, altera el equilibrio estratégico en el noreste asiático.

Munición coreana. El apoyo no es solo técnico y lo hemos ido contando. Corea del Norte ha provisto a Rusia con un arsenal de artillería que incluye desde obuses D-74 de 122 mm hasta cañones autopropulsados Koksan de 170 mm y lanzacohetes múltiples MLRS de 240 mm. Estos últimos, según Budanov, han demostrado ser precisos y efectivos en el campo de batalla, lo que explica que Rusia ya haya recibido 120 unidades y se espere que los envíos continúen.

Y mucho más. Además, Corea ha enviado unos 11.000 soldados al oblast ruso de Kursk, evidenciando que su compromiso con Moscú va mucho más allá de la logística. También recordaba el acuerdo alcanzado por el secretario del Consejo de Seguridad ruso, Serguéi Shoigú, durante su visita a Pyongyang, mediante el cual se permitirá la entrada de “migrantes laborales” norcoreanos para suplir la salida de trabajadores centroasiáticos, considerados vulnerables a la infiltración occidental.

Budanov advierte que muchos de estos “trabajadores” podrían acabar firmando contratos militares, convirtiéndose de facto en soldados rusos de nacionalidad norcoreana, ampliando así la presencia norcoreana en el frente sin declararla oficialmente.

Supervivencia militar. Si se quiere también, el fortalecimiento del eje Rusia–Corea del Norte responde no solo a necesidades operativas inmediatas, sino a intereses estratégicos a largo plazo. Moscú obtiene armamento, soldados y tiempo. En la otra acera, Pyongyang recibe tecnología, respaldo diplomático implícito y una oportunidad única para posicionarse como potencia militar más allá de la península coreana.

La colaboración está basada en una lógica de supervivencia mutua: mientras Rusia busca sostener su ofensiva en Ucrania a toda costa, Corea del Norte gana un acceso impensable hasta ahora a sistemas de precisión, armamento nuclear operativo y drones avanzados, elevando su capacidad de amenaza sobre, por ejemplo, Corea del Sur y otros actores de la región.

Desafío al equilibrio global. La alianza, por tanto, no es solo un problema regional como indicamos hace unas semanas: marca un cambio en la dinámica del poder global, donde actores autoritarios comparten tecnología militar sensible para eludir sanciones, acelerar sus ambiciones y desafiar los equilibrios establecidos.

El campo de batalla en Ucrania, en este contexto, se convierte, otra vez, en el laboratorio de una nueva arquitectura bélica que ahora trasciende sus fronteras.

Imagen | National Police of Ukraine, Presidential Executive Office of Russia, Mehr News Agency, Vitaly V. Kuzmin

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