Muere en directo un streamer francés tras estar sometido a horas de maltrato. El 'streaming de la humillación', una tendencia en alza
Publicado el 20/08/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Hace unos días, se difundía en los medios españoles un caso que ejemplifica cómo las plataformas de streaming pueden convertir la autodestrucción de alguien en entretenimiento. Hablamos de la espiral en la que ha entrado Simón Pérez, el coprotagonista de aquel famoso y polémico vídeo sobre hipotecas a tipo fijo.
Muchos recordaremos cómo, en lugar de desaparecer de escena, Pérez (junto a su pareja, Silvia Charro) abrazó su nueva fama y abrió canales en YouTube, Twitch y Kick. Allí cambió las finanzas por un grotesco reality sin guion, donde las drogas y la humillación eran parte del show: ha llegado a beber su propia orina o cubrirse con vómito a cambio de donaciones de una audiencia anónima.
Sociólogos lo enmarcan en la llamada economía de la exposición: cuanto más íntima y degradante es la transmisión, más monetizable resulta. Los espectadores no solo observan, sino que pagan para poder exigir nuevos excesos, atrapando al creador del contenido en un círculo de autodestrucción.
Pues bien, ahora nos llega otro caso similar... pero aún más trágico, pues la retransmisión ha terminado con la muerte de un streamer.
El caso de Jean Pormanove

La muerte del creador francés Raphaël Graven —más conocido como Jean Pormanove— durante una retransmisión en directo ha hecho saltar todas las alarmas: las autoridades francesas han abierto una investigación judicial y han ordenado una autopsia para esclarecer los hechos, mientras el debate público se centra en la violencia y humillaciones que el streamer sufrió —o escenificó— repetidamente ante miles de espectadores.
Pormanove fue hallado inconsciente durante la madrugada del 17 al 18 de agosto en su domicilio de Contes, al norte de Niza. Según los medios franceses, falleció mientras dormía durante una retransmisión.
Se trataba de una figura conocida en la escena francófona, con una comunidad amplia en varias redes, especialmente en Kick, donde se hizo con una base de seguidores que se contaba por cientos de miles recurriendo a retos extremos y transmisiones marcadas por dinámicas de humillación que ya habían generado polémica.
En los meses anteriores, Pormanove había aparecido en directos recibiendo golpes, insultos, estrangulamientos, duchas de pintura y aceite e incluso disparos de paintball, escenas que circularon en compendios virales y generaron indignación. Algunos medios del país vecino destacan los diez días y noches seguidos de malos tratos a los que se vio expuesto, con privación de sueño e ingestión de sustancias.
¿Espectáculo pactado o daño real?
Otros creadores participaban habitualmente en sus directos, y algunos de ellos acusados de haberlo humillado o maltratado en cámara. Sin embargo, uno sus abogados ha sostenido en televisión que todo estaba guionizado y que Pormanove tenía problemas cardiovasculares previos.
Por ahora no está claro si Pormanove se sometía voluntariamente a esas escenas o si fue forzado, ni si los actos eran reales o escenificados: eso es precisamente lo que la investigación deberá dilucidar.
La ministra francesa responsable de Asuntos Digitales e IA, Clara Chappaz, calificó la muerte y la violencia sufrida como "un horror absoluto" y remitió el caso a Arcom (regulador audiovisual), subrayando que la responsabilidad de las plataformas no es algo meramente opcional, sino una obligación legal.
Kick, la plataforma en la que se retransmitió lo ocurrido, expresó su pesar, y anunció que revisaría con urgencia lo ocurrido y que cooperaría con las autoridades. En Francia, la filial comunicó que había baneado a los co-streamers implicados mientras durara la investigación.
La economía de la atención y el "streaming de humillación"
El caso cristaliza una tendencia: para destacar en ecosistemas hipercompetitivos, algunos creadores empujan los límites con formatos extremos —dolor físico, degradación o riesgos para la salud— que convierten a la audiencia en cómplice (o, como mínimo, en testigo) del deterioro.
Según los expertos, Incluso si parte del contenido fuese teatralizado, la normalización del abuso como entretenimiento genera efectos reales: incentivos perversos, imitación por creadores más jóvenes, banalización de la violencia y presión psicológica sobre los protagonistas.
El caso plantea un dilema: ¿hasta qué punto son responsables las plataformas que permiten estos contenidos y los usuarios que los financian?
Vía | Reuters
Imagen | Marcos Merino mediante IA
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