Las bases de refrigeración para portátiles fueron durante un tiempo omnipresentes. Hoy han desaparecido sin darnos cuenta
Publicado el 05/07/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Los marcos de fotos digitales, los yogures Yoplait, el Aquarius cola. Hay objetos que desaparecen sin avisar, y en esa lista quizás estén entrando las bases de refrigeración para portátiles, esos armatostes con ventiladores que poblaban los escritorios hace unos años. Y que ahora parecen haberse esfumado de las tiendas sin que nadie se despidiera de ellas.
En los mágicos 2000, cuando los Pentium 4 convertían a cualquier portátil en una turbina de reactor, parecían casi obligatorias, sobre todo con la llegada del verano. Hoy parecen tan anacrónicas como las fundas para disquetes.
¿Qué ha pasado? Hay varias teorías que parecen factibles en conjunto.
Una de ellas son los quince años de ingeniería silenciosa. Los fabricantes han refinado el diseño térmico, optimizado las arquitecturas y perfeccionado el proceso de fabricación hasta hacer del calor un problema residual.
Apple Silicon marcó un punto de inflexión, pero incluso chips de Intel y AMD han ganado en eficiencia... si bien siguen calentándose con tareas exigentes. Pero en el uso cotidiano no parecen necesitar esa refrigeración externa.
Por otro lado, está nuestra forma de usar los ordenadores. La mayoría del software pesado que requería recursos locales ha migrado a la nube, sobre todo el enfocado al consumidor. Vivimos en navegadores, consumimos SaaS, delegamos en servicios remotos.
Los portátiles ya no son tanto estaciones de trabajo donde procesar como ventanas a Internet que no requieren demasiado esfuerzo. No el de antes. Mientras tanto, el móvil ha absorbido mucho tiempo de pantalla, relegando el portátil a tareas puntuales, pero no a hacer tanto y durante tantas horas como antaño.
Las bases de refrigeración se unen así al mismo cementerio de accesorios donde reposan los restos de los protectores de pantalla de cristal líquido de los noventa, las cajas organizadores de CDs, los protectores de teclado de silicona, el cajetín con cerradura y todo para guardar disquetes. Tempus fugit.
Son el testimonio de problemas que la tecnología ha ido resolviendo, recordándonos que el progreso real no siempre llega con fanfarrias. A veces simplemente hace que dejemos de necesitar lo que antes parecía imprescindible.
Incluso en plena ola de calor.
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