La gran paradoja de las tierras raras: la ciudad china que posee la mayor cantidad de reservas respira a diario veneno
Publicado el 30/06/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Para que nos hagamos una idea de hasta qué punto tiene el control de esos minerales preciados que forman el conjunto de tierras raras, el mayor enemigo que tiene China no está fuera de sus fronteras. Es tal la monopolización que tiene en el sector que el peligro lo tiene en “casa” a través de los contrabandistas. Y de todos los enclaves, uno destaca sobremanera como epicentro de todo el meollo. Se llama Baotou, y no es oro todo lo que reluce para los habitantes de los alrededores.
Una ciudad normal en apariencia. Baotou, un núcleo industrial de 2,7 millones de habitantes en la frontera con el desierto de Gobi, parece a simple vista una ciudad china de segunda categoría como tantas otras: centros comerciales con cadenas occidentales, restaurantes locales rebosantes y niños jugando hasta tarde.
Sin embargo, basta un corto trayecto hacia las afueras para descubrir su verdadera naturaleza: un paisaje dominado por fábricas, chimeneas humeantes y un legado ambiental forjado por uno de los sectores más estratégicos y perseguidos del planeta.
El corazón de las tierras raras. Sí, el enclave alberga más del 80% de las reservas de tierras raras de China. Desde que en los años 30 se descubrieran en el cercano distrito minero de Bayan Obo elementos como el cerio, el lantano o el samario, su explotación ha convertido a la ciudad en eje de una cadena de suministro global de la que dependen industrias como la electrónica, la automoción y la defensa.
Lo hemos contado antes: durante los años 90, China incrementó su producción un 450%, al tiempo que otros países, como Estados Unidos, cerraban sus minas. Esta concentración convirtió a Pekín en el proveedor casi exclusivo de estos metales críticos, y hoy, en medio de la guerra comercial con Washington, su control se ha transformado en arma diplomática.
Economía vs coste humano. ¿El problema? Contaba el Guardian que la riqueza mineral ha favorecido el desarrollo económico de Baotou, cuyo PIB per cápita supera ampliamente la media nacional. No obstante, la prosperidad tiene su reverso: las plantas procesadoras generan residuos tóxicos (a menudo radiactivos) que son vertidos en enormes balsas artificiales.
La más infame, la presa de Weikuang, durante años fue el mayor vertedero de desechos de tierras raras del planeta, sin revestimiento adecuado y en cercanía directa al río Amarillo. De hecho, informes oficiales han confirmado que estas actividades provocaron una disminución del 87% de nitrógeno amoniacal en un afluente entre 2020 y 2024, aunque los estragos acumulados siguen siendo visibles.

Cáncer y veneno. Por ejemplo, numerosos estudios han documentado consecuencias devastadoras en la salud de las comunidades cercanas: desde malformaciones óseas hasta una “epidemia” de cáncer. La exposición a estos elementos, capaces de cruzar la barrera hematoencefálica, se ha asociado a discapacidades motoras y sensoriales, así como a alteraciones en el desarrollo neurológico fetal.
No solo eso. Investigaciones de 2020 revelaron que el polvo de las calles contiene concentraciones tan elevadas que los niños de Baotou y alrededores están expuestos a niveles peligrosos solo por respirar. Las tasas de ingestión diaria de partículas en zonas mineras superan con creces los límites considerados seguros.
Un lavado… a medias. Ante las crecientes críticas internacionales, China ha tratado de limpiar su imagen. En 2022, los medios estatales anunciaron que la presa de Weikuang había sido transformada en un humedal urbano, ahora supuesto paraíso de aves migratorias.
¿La realidad? Explicaba el medio británico que al llegar al lugar, lo que uno se encuentra es un muro de hormigón que oculta un lodazal seco y desolado. Detrás, se extienden ruinas de antiguos “pueblos del cáncer” y estructuras industriales oxidadas. Las viviendas nuevas construidas para los desplazados están prácticamente vacías, y a los periodistas extranjeros se les suele bloquear de forma activa para impedirles hablar con los residentes.
Sacrificio rural. Así las cosas, Baotou ejemplifica una verdad incómoda: el dominio de China en el mercado de tierras raras ha sido posible no solo por sus reservas geológicas, sino por una decisión política donde se ha permitido que comunidades rurales soporten los costes tóxicos de un auge económico globalizado.
No es un problema exento de China, por supuesto, ocurre lo mismo en otros sectores como la IA y sus centros de datos (lo contamos hace poco con el superordenador de Elon Musk). Sea como fuere, y aunque existen tecnologías menos contaminantes para procesar estos metales, rara vez se utilizan: su implementación haría inviables los bajos costes que han cimentado la posición china.
Si se quiere, en un contexto de creciente presión internacional y sanciones comerciales, el modelo extractivo revela tanto la fragilidad del equilibrio ambiental como la crudeza de las prioridades geoestratégicas contemporáneas.
Imagen | 柏尔莫华, 天王星
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