Han estudiado el efecto de los edulcorantes a largo plazo en nuestro cerebro. Su conclusión es que lo envejece más rápido

Publicado el 06/09/2025 por Diario Tecnología
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Han estudiado el efecto de los edulcorantes a largo plazo en nuestro cerebro. Su conclusión es que lo envejece más rápido

Poco a poco ya se está volviendo un gesto cotidiano entre muchas personas: cambiar el azúcar por un edulcorante para evitar el consumo de calorías en exceso. Ya sea en el café de la mañana, en un yogur o en una bebida refrescante, los edulcorantes son atractivos por respetar el sabor dulce y ' ser saludables'. Sin embargo, un nuevo y contundente estudio publicado en la prestigiosa revista médica Neurology pone esta idea en jaque, sugiriendo que esta sustitución podría tener un coste oculto y a largo plazo para nuestra salud cognitiva.

Un efecto directo al pensamiento. La investigación, que se ha consolidado como una de las más amplias y prolongadas hasta la fecha sobre el tema, cocnluye que las personas con un alto consumo de edulcorantes como el aspartamo, la sacarina o el sorbitol experimentan un deterioro de sus capacidades de pensamiento y memoria un 62% más rápido que aquellas personas que apenas consumen. 

Para ponerlo en perspectiva, los investigadores calculan que este declive acelerado equivale a envejecer 1,6 años de golpe. 

Los detalles del estudio. No se trata de una encuesta psajera ni de un experimento a pequeña escala. Los científicos se han basado en los datos Estudio Longitudinal Brasileño de Salud del Adulto (ELSA-Brasil), un proyecto de investigación masivo y de largo recorrido. Analizaron a una cohorte de 12.772 funcionarios públicos con una edad media de 52 años, a los que siguieron durante ocho años, y con análisis en tres momentos distintos: 2008-2010, 2012-2014 y 2017-2019. 

Cuestionarios detallados. Usando cuestionarios de frecuencia alimentaria, el equipo cuantificó el consumo combinado e individual de siete edulcorantes específicos: los artificiales como el aspartamo, la sacarina y el acesulfamo K, y los alcoholes de azúcar como el eritritol, el xilitol y el sorbitol, además de la tagatosa. De manera paralela, se midió el rendimiento cognitivo de los pacientes con una batería de seis pruebas que se centraban en la memoria, la fluidez verbal y la cognición global. 

Los resultados. El consumo de edulcorantes, tanto de forma individual como combinada, se asoció con una pérdida cognitiva acelerada. La lista de 'sospechosos' incluye algunos de los nombres más comunes que encontramos en las etiquetas de productos 'light' o 'zero': aspartamo, sacarina, acesulfamo K, eritritol, sorbitol y xilitol. 

Curiosamente, la tendencia fue más pronunciada y estadísticamente significativa en los participantes menores de 60 años. Esto sugiere, según los autores, que la mediana edad es una ventana crítica donde los productos que se elijan consumir pueden tener consecuencias directas en la salud cerebral décadas más tarde. 

Los investigadores apuntan que hasta ahora los edulcorantes sin calorías a menudo "se ven como una alternativa saludable al azúcar". Pero ahora se ha visto que un gran consumo de estos tiene "efectos negativos en la salud del cerebro con el tiempo". 

Hay limitaciones. Los propios investigadores apuntan a que los datos dietéticos se basan en autoinformes, que pueden ser imprecisos, y que, a pesar de los ajustes estadísticos, no se puede descartar por completo la "confusión residual" donde no se miden otros comportamientos nutricionales que pueden estar interfiriendo. 

Correlación no es causalidad. Como era de esperar, este estudio puede generar un gran debate, y la industria y la comunidad científica han llamado a la prudencia, recordando que la correlación no implica causalidad. Gavin Partington, director general de la Asociación Británica de Bebidas Refrescantes, y la Asociación Internacional de Edulcorantes (ISA) han señalado que este es un estudio observacional. Es decir, encuentra una asociación estadística entre dos variables (consumo de edulcorantes y deterioro cognitivo), pero no puede demostrar que una sea la causa directa de la otra.

En España, expertos como el neurólogo Guillermo García Ribas, del Hospital Ramón y Cajal, se muestran cautos. Critica que es difícil aislar el efecto del edulcorante del resto de la dieta. A menudo, un alto consumo de estos productos va de la mano de una dieta rica en alimentos ultraprocesados, que ya han sido vinculados en numerosos estudios a un peor envejecimiento cognitivo.

La defensa de los investigadores. Anticipándose a esta crítica, el equipo de Suemoto ofrece dos argumentos sólidos. Primero, observaron que la asociación se mantenía también para edulcorantes individuales, aquellos que una persona añade por su cuenta al café o al yogur, y no solo para los compuestos que utiliza la industria en los ultraprocesados.

Segundo, y quizás más importante, existe lo que los científicos llaman "plausibilidad biológica". Estudios previos realizados en modelos animales (principalmente ratones) ya han demostrado que los edulcorantes artificiales pueden desencadenar procesos de neuroinflamación y alterar el crucial eje intestino-cerebro, mecanismos que podrían afectar negativamente a la función cerebral.

El contexto global. Este estudio no surge en el vacío. Se suma a una creciente ola de escepticismo sobre los beneficios a largo plazo de los edulcorantes. De hecho, en 2023, la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) desaconsejó el uso de estos productos para controlar el peso o reducir el riesgo de enfermedades crónicas, argumentando la falta de evidencia sobre sus beneficios a largo plazo y la existencia de posibles efectos indeseados que no se habían concretado todavía. 

El problema de fondo sigue siendo el mismo: el consumo excesivo de azúcar. En países como España, se llega a triplicar la cantidad máxima diaria recomendada por la OMS. Los edulcorantes surgieron como una solución aparente, pero estudios como este nos obligan a preguntarnos si estamos simplemente cambiando un problema por otro.

Como resume la propia Suemoto, su trabajo "añade pruebas sólidas de que estos compuestos pueden no ser inocuos, especialmente cuando se consumen con frecuencia a partir de la mediana edad". La conclusión no es que debamos volver al azúcar, sino que debemos examinar de forma mucho más crítica con qué lo estamos sustituyendo

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