Hace diez años, éramos felices con tarjetas microSD en los teléfonos móviles. Los fabricantes las han matado por una buena razón
Publicado el 02/06/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Lejos quedó aquel tiempo en el que comprar una tarjeta microSD era prácticamente un imprescindible para nuestro teléfono móvil. Los móviles de hace diez años venían con una memoria interna escasa (8, 16 GB), insuficientes para dispositivos que, pese a sus limitaciones a nivel de hardware, grababan vídeo en Full HD y contaban con un ecosistema rico en aplicaciones.
A día de hoy, es cada vez más difícil encontrar dispositivos compatibles con esta expansión de memoria. Y, sí, esto es una buena noticia.
La época dorada de las microSD. Hubo un tiempo en el usar una SD era la mejor opción posible en un móvil Android. De hecho, el propio sistema operativo permitía mover algunas de las apps a memorias externas, liberando a la memoria local de esta carga. En 2010, Android 2.2 Froyo tenía esta opción como nativa desde los ajustes, algo que siguió inamovible hasta años después.
La clave estaba en que Android era un sistema mucho más inseguro de lo que es ahora. De hecho, con Android 6.0 era posible ampliar el almacenamiento del sistema mediante tarjetas microSD.
Se acabó la fiesta. Hay dos hitos que marcan la progresiva desaparición de las tarjetas microSD en Android. El primero es la popularización de los móviles unibody: el fin de las carcasas extraibles. La ranura extra para incorporar la SD junto a la SIM (o doble SIM) dificulta diseños estancos, algo incompatible con los actuales protocolos IP que protegen el dispositivo de agua y polvo.
La segunda razón la impone Google con Android, y es que el sistema operativo fue restringiendo progresivamente los permisos hasta impedir que se pudiesen mover apps a la SD, limitándola tan solo al paso de archivos.
La velocidad de lectura. Conforme los módulos de memoria interna han ido mejorando de forma progresiva, la velocidad de lectura y escritura se ha disparado en los últimos años. Una micro SD de tipo UHS-1 ronda un máximo de 200 MB/S de velocidad de lectura (velocidades que, generalmente, nunca se alcanzan). Los estándares más modernos de eMMC (la tecnología más lenta en memorias internas, solo empleadas en gama baja) pueden duplicar esta cifra.
Si hablamos de memorias UFS, estándares como UFS 2.2 rondan velocidades de escritura reales cercanas al GB, algo que se duplica con UFS 3.1 y casi cuadruplica con UFS 4.0. Casi nada. El tamaño de las apps ha aumentado considerablemente en los últimos años, así como sus requisitos, y moverlas desde una SD no es demasiado realista.
El foco en la seguridad. Por defecto, la memoria de cualquier móvil Android comercializado viene cifrada, algo que protege los datos locales del dispositivo. Las memorias SD no vienen con esta capa de protección, ni cumplen con los requisitos para hacerlo.
Android es un sistema cada vez más seguro y, según los últimos datos, está expuesto a un 90% menos de malware que en 2016 gracias a los escaneos de Play Protect, ventanas garantizadas de parches de seguridad, reinicios automáticos y purga constante de aplicaciones fraudulentas en Play Store, entre otros.
La microSD a día de hoy. Aunque relegada en términos generales a móviles de bajo coste, la microSD sigue dando coletazos en 2025. Si tu móvil tiene soporte para ellas, puedes seguir moviendo apps sencillas como Telegram o Instagram (gigantes como WhatsApp no lo permiten), e incluso algunos juegos permiten enviar parte de sus datos de lectura a la SD.
Lo mismo sucede con el multimedia: nada nos impide guardar y reproducir contenidos desde una tarjeta microSD de forma externa. La limitación de la velocidad y la estabilidad (si usas una microSD de baja calidad) estará presente, pero la función no ha muerto del todo.
Un mal necesario. Los fabricantes de smartphones y la propia Google llevan años cerrando la puerta a las tarjetas microSD. Es un mal necesario para mejorar la estabilidad del sistema, hacer de Android una plataforma más segura y seguir permitiendo que las apps crezcan (en tamaño y requisitos) al ritmo frenético al que evoluciona el hardware.
Imagen | Samsung
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