Se suponía que la IA iba a abaratar costes y reducir personal. El anuncio de Coca-Cola ilustra lo mucho que nos equivocábamos

Durante años, la narrativa dominante en torno a la inteligencia artificial ha girado en torno a su potencial transformador: una fuerza imparable destinada a optimizar procesos, disparar la eficiencia y, de manera casi inherente, reducir drásticamente los costes operativos y las plantillas de personal. Se nos vendió la idea de un futuro donde las máquinas inteligentes asumirían las tareas repetitivas y hasta las creativas, liberando a los humanos para dedicarse a labores más "estratégicas" o, en el peor de los escenarios, dejando a muchos sin empleo. Sin embargo, un reciente anuncio de una de las marcas más icónicas del mundo, Coca-Cola, no solo pone en entredicho esta simplificación, sino que la desmantela con una ironía aplastante. Lejos de ser un producto de una IA autónoma y barata, la campaña "Crear con IA" de Coca-Cola se erige como un potente recordatorio de que, al menos por ahora, la promesa de la automatización total y de la reducción masiva de costes es mucho más compleja y, a menudo, más costosa de lo que inicialmente imaginábamos. Este caso no solo es una anécdota, sino una ventana a una realidad empresarial y tecnológica mucho más matizada, donde la IA, en lugar de ser una varita mágica para la eficiencia, se revela como una herramienta poderosa que requiere una inversión sustancial en talento humano y recursos para alcanzar su verdadero potencial.

La promesa original de la inteligencia artificial: eficiencia y ahorro

Se suponía que la IA iba a abaratar costes y reducir personal. El anuncio de Coca-Cola ilustra lo mucho que nos equivocábamos

Desde las primeras incursiones de la inteligencia artificial en el imaginario popular y corporativo, la visión ha sido clara: máquinas que piensan, aprenden y ejecutan tareas a una velocidad y escala inalcanzables para los seres humanos. Los consultores y gurús tecnológicos predecían un mundo donde la IA se convertiría en el motor de una nueva revolución industrial, automatizando fábricas, gestionando servicios al cliente y redactando informes, todo con una eficiencia tal que no solo reduciría los errores, sino que también eliminaría la necesidad de grandes equipos humanos. La promesa era seductora: menos salarios, menos errores, más producción y, en última instancia, márgenes de beneficio significativamente mayores. Las empresas, ante la presión de la competencia global y la necesidad de innovar, se lanzaron a explorar e implementar soluciones de IA, esperando que estas herramientas les proporcionaran una ventaja competitiva decisiva. Se hablaba de "desplazamiento de empleo" como una consecuencia inevitable, pero a menudo se justificaba como el precio a pagar por el progreso y la inevitabilidad de la evolución tecnológica. Sin embargo, la implementación real de la IA en contextos complejos, como el marketing creativo, ha comenzado a revelar una imagen diferente, una que nos obliga a reevaluar nuestras expectativas iniciales y a comprender que la tecnología, por avanzada que sea, no opera en un vacío.

El anuncio de Coca-Cola: una ironía reveladora

Detrás de "Crear con IA": la campaña "Masterpiece"

El anuncio de Coca-Cola al que me refiero es la campaña global "Masterpiece" (también conocida como "Crear con IA" o "Crea tu propio Maestro" en algunas traducciones), que fue lanzada con gran fanfarria. La pieza publicitaria mostraba una estética vanguardista, fusionando obras de arte clásicas y contemporáneas con elementos de diseño generados por inteligencia artificial, todo para crear un universo visual donde una botella de Coca-Cola pasaba de mano en mano a través de diferentes estilos artísticos, culminando en una imagen futurista. El mensaje implícito y explícito era que la IA era la creadora, la fuerza detrás de esta innovación visual. La campaña fue diseñada para ser aspiracional, para posicionar a Coca-Cola en la vanguardia de la tecnología y la creatividad. Los espectadores quedaban impresionados por la fluidez de las transiciones y la audacia de la propuesta, asumiendo que el proceso había sido, en gran medida, automatizado, un testimonio del poder de las nuevas herramientas de generación de imágenes y vídeo por IA.

Sin embargo, la realidad de cómo se gestó este anuncio es mucho más matizada y, en mi opinión, profundamente instructiva. Lejos de ser el resultado de un algoritmo trabajando de forma autónoma con una instrucción simple, la creación de "Masterpiece" fue un esfuerzo monumental que involucró a un equipo humano considerable y altamente cualificado. Fuentes cercanas a la producción y reportajes posteriores revelaron que la campaña requirió una vasta inversión en tiempo, talento y recursos. Artistas digitales, ingenieros de prompts (especialistas en formular las instrucciones precisas para los modelos de IA), directores de arte, editores de vídeo y expertos en efectos visuales trabajaron incansablemente. La IA, en este contexto, no fue el creador solitario, sino una herramienta sofisticada en manos de profesionales. Los modelos de IA generativa necesitan ser entrenados, dirigidos, supervisados y sus resultados, cuidadosamente curados y post-producidos para asegurar que cumplan con los estándares de calidad de una marca global como Coca-Cola. La idea de que una IA simplemente "vomitó" un anuncio de esta magnitud es, en el mejor de los casos, ingenua, y en el peor, una desinformación.

Esto nos lleva a la conclusión inevitable de que, aunque el anuncio de Coca-Cola era un escaparate de la tecnología de IA, no fue en absoluto un ejemplo de ahorro de costes o de reducción de personal. Al contrario, es muy probable que una campaña de este calibre, con la complejidad añadida de integrar herramientas de IA generativa de forma coherente, haya sido considerablemente más costosa y haya involucrado a un equipo tan grande o incluso más grande que una campaña publicitaria tradicional. La necesidad de personal especializado en IA, sumada a los costes de licencias de software, el poder de cómputo y el tiempo de iteración, añade capas de gasto que no existían antes. El caso de Coca-Cola nos obliga a confrontar una verdad incómoda: la IA no siempre es la solución barata y rápida que se nos prometió, especialmente cuando se busca alcanzar un nivel de excelencia y originalidad que resuene con una audiencia global. Es un recordatorio de que la verdadera innovación a menudo reside en la sinergia entre la tecnología avanzada y el ingenio humano, no en la suplantación de este último.

Puedes ver el anuncio "Masterpiece" aquí: Campaña "Masterpiece" de Coca-Cola.

La paradoja de la automatización: el "último kilómetro" humano

La situación de Coca-Cola no es un caso aislado, sino una manifestación clara de lo que algunos economistas y tecnólogos han denominado la "paradoja de la automatización". Esta paradoja sugiere que, a medida que la tecnología avanza y automatiza más tareas, la necesidad de intervención humana para gestionar, supervisar y corregir esas automatizaciones no disminuye, sino que, a menudo, se transforma y, en algunos casos, incluso aumenta. La promesa de la IA de "hacerlo todo" choca con la realidad de que la mayoría de los sistemas de IA, especialmente los generativos, requieren un considerable "último kilómetro" de esfuerzo humano para ser efectivos y libres de errores. Este "último kilómetro" implica la formulación de instrucciones precisas (el famoso prompt engineering), la selección y curación de datos de entrenamiento, la depuración de sesgos algorítmicos, la interpretación de resultados complejos, la integración en flujos de trabajo existentes y, fundamentalmente, la adición de ese toque final de creatividad, juicio y comprensión cultural que solo los humanos pueden aportar.

Los costes ocultos de la inteligencia artificial

Más allá de la evidente necesidad de talento humano, la implementación de la IA conlleva una serie de costes "ocultos" que rara vez se tienen en cuenta en las proyecciones iniciales de ahorro. En primer lugar, la infraestructura tecnológica necesaria para desplegar modelos de IA robustos es inmensa. Hablamos de servidores potentes, almacenamiento de datos masivo y, en muchos casos, acceso a costosas plataformas en la nube con capacidad de procesamiento gráfico (GPU) de alta gama. Luego está el coste de la adquisición y preparación de datos. La IA es tan buena como los datos con los que se entrena, y obtener conjuntos de datos limpios, relevantes y sin sesgos es una tarea que consume mucho tiempo y recursos humanos, a menudo subcontratada a empresas especializadas. A esto se suman los costes de las licencias de software y modelos pre-entrenados, que pueden ser sustanciales. Y no olvidemos la necesidad constante de mantenimiento, actualización y refinamiento de los modelos de IA, ya que el entorno digital y las expectativas de los usuarios evolucionan sin cesar. La seguridad cibernética, la privacidad de los datos y el cumplimiento normativo (GDPR, CCPA, etc.) añaden otra capa de complejidad y coste, especialmente en un mundo donde las regulaciones sobre IA están comenzando a tomar forma.

Considero que uno de los mayores malentendidos es la subestimación de la especialización necesaria. Un ingeniero de prompts o un científico de datos no es un rol genérico. Requiere años de formación y experiencia, y estos profesionales demandan salarios competitivos. Por lo tanto, mientras que la IA puede reducir el número de personas realizando tareas repetitivas, a menudo crea una demanda de nuevos roles altamente especializados y bien remunerados. Esto no es necesariamente una reducción neta de costes de personal, sino una redistribución y revalorización de ciertos tipos de trabajo. La inversión en formación y reskilling para la fuerza laboral existente también se convierte en un imperativo, lo que representa otro coste significativo. La conclusión es que la IA es una inversión a largo plazo que requiere un enfoque estratégico y una comprensión profunda de sus verdaderos requisitos, no una solución rápida para reducir gastos. La euforia inicial sobre el potencial de ahorro de la IA, sin una evaluación realista de su despliegue y mantenimiento, puede llevar a desilusiones y a una subutilización de la tecnología.

Más allá de la publicidad: el impacto real de la IA en el empleo y la economía

Si bien el caso de Coca-Cola ilustra la complejidad de la IA en el ámbito creativo, es importante reconocer que en otros sectores la IA sí está cumpliendo, en cierta medida, con la promesa de automatización y reducción de costes. En la manufactura, por ejemplo, los robots y sistemas de visión por computadora están automatizando líneas de producción, disminuyendo la necesidad de mano de obra en tareas repetitivas y peligrosas. En el sector financiero, algoritmos de IA procesan grandes volúmenes de transacciones, detectan fraudes y automatizan la gestión de carteras, liberando a los analistas de tareas manuales. En la atención al cliente, los chatbots y asistentes virtuales manejan consultas rutinarias, reduciendo la carga de los centros de llamadas y, en teoría, los costes operativos. Sin embargo, incluso en estos casos, la historia no es tan lineal como parece. La automatización de ciertas tareas a menudo no conduce a una eliminación total de puestos de trabajo, sino a una redefinición de los roles existentes y a la creación de otros nuevos.

En mi opinión, el discurso sobre el "desplazamiento" debería complementarse con el de la "transformación". Si bien es cierto que la IA elimina ciertos puestos de trabajo de baja cualificación o altamente repetitivos, simultáneamente genera una demanda creciente de profesionales en campos emergentes. Pensemos en los ingenieros de aprendizaje automático, los expertos en ética de la IA, los diseñadores de interacción humano-IA, los especialistas en ciberseguridad para sistemas inteligentes, y los entrenadores de IA para mejorar su rendimiento y reducir sesgos. Estos son roles que no existían hace una década y que ahora son cruciales para el desarrollo y despliegue exitoso de la tecnología. La clave reside en la capacidad de la fuerza laboral para adaptarse y adquirir nuevas habilidades, lo que subraya la importancia de programas de formación y recualificación a gran escala. Las empresas que invierten en sus empleados para que colaboren con la IA, en lugar de ser reemplazados por ella, serán las que cosechen los mayores beneficios a largo plazo.

Además, el impacto de la IA en la productividad y la economía es un tema de debate constante. A pesar de las grandes inversiones en IA, algunos economistas se preguntan por qué no hemos visto aún un repunte masivo en las cifras de productividad general que rivalice con revoluciones tecnológicas anteriores, como la electricidad o la informática. Una posible explicación es que nos encontramos en una fase temprana de adopción, donde la tecnología requiere una profunda reorganización de los procesos empresariales y la cultura organizacional antes de que sus beneficios completos puedan materializarse. Otra razón podría ser que la complejidad de la IA y la necesidad de una profunda integración humana están, por ahora, equilibrando o incluso superando los ahorros de costes proyectados. La promesa de una "economía de IA" donde todo es más barato y eficiente sigue siendo una visión a futuro, condicionada por una implementación cuidadosa y estratégica que a menudo implica una simbiosis entre humanos y máquinas, en lugar de una sustitución unilateral. Para más información sobre el impacto de la IA en el empleo, pueden consultar este estudio de PwC: La IA y el futuro del trabajo.

Lecciones aprendidas y el futuro de la simbiosis humano-IA

El anuncio de Coca-Cola, lejos de ser un fracaso, ha servido como una valiosa lección para la industria y para todos aquellos que observan el avance de la IA. Nos enseña que la inteligencia artificial no es una solución milagrosa ni un atajo barato para la creatividad o la eficiencia a toda costa. Es una herramienta, extraordinariamente potente sí, pero una herramienta que amplifica las capacidades humanas en lugar de anularlas por completo. La clave del éxito en la era de la IA no reside en la eliminación de la intervención humana, sino en la optimización de la colaboración entre humanos y máquinas. El futuro no es una dicotomía de "humanos contra máquinas", sino de "humanos con máquinas" o, como algunos prefieren, "humanos aumentados".

Esta simbiosis implica un replanteamiento de cómo abordamos la tecnología en las empresas. En lugar de buscar la automatización por la automatización misma, las organizaciones deben enfocarse en identificar dónde la IA puede complementar mejor las habilidades humanas, liberando a los profesionales para tareas de mayor valor añadido que requieren juicio crítico, empatía, creatividad estratégica y pensamiento ético. El caso de Coca-Cola demuestra que, para lograr resultados de alta calidad y que resuenen emocionalmente, el "toque humano" sigue siendo indispensable. La IA puede generar miles de imágenes, pero un director de arte humano es quien selecciona la mejor, la integra en un relato cohesivo y se asegura de que transmita el mensaje correcto de la marca. Para una perspectiva sobre cómo las empresas están adaptándose, recomiendo leer este artículo de Harvard Business Review: How AI is Transforming Business (requiere suscripción o resumen).

Además, la necesidad de una gobernanza de la IA y de consideraciones éticas se vuelve cada vez más apremiante. ¿Quién es responsable si una IA genera contenido ofensivo o sesgado? ¿Cómo aseguramos la transparencia y la equidad en los algoritmos? Estas son preguntas que requieren la intervención humana, la elaboración de políticas y la supervisión constante, añadiendo otra capa de complejidad y, sí, de costes, a la ecuación. Por ejemplo, los desarrollos en IA ética son cruciales, como se discute en publicaciones como las de la Alianza Mundial por la IA (GPAI): Responsible AI.

En mi opinión, debemos dejar de lado la fantasía de la IA como un sustituto universal y abrazar la realidad de la IA como un catalizador. Un catalizador para la innovación, para nuevas formas de colaboración, y para la revalorización de las habilidades intrínsecamente humanas. El verdadero potencial de la IA no reside en abaratar costes a toda costa, sino en desbloquear nuevas eficiencias y oportunidades que solo pueden surgir cuando la inteligencia artificial se integra de manera inteligente y reflexiva con la inteligencia humana. Esto, a menudo, implicará inversiones significativas, tanto en tecnología como en talento, y un cambio de mentalidad en cómo las empresas abordan la innovación. Al final, el camino hacia la adopción exitosa de la IA no es un atajo, sino un viaje estratégico que exige visión, inversión y una profunda comprensión de la interacción entre humanos y máquinas. Para una visión más profunda de la economía de la IA, pueden consultar este artículo de The Economist: Artificial intelligence will transform the world and economy.

En conclusión, la experiencia de Coca-Cola con su campaña "Masterpiece" es un poderoso recordatorio de que la narrativa simplista de la IA como una herramienta de reducción de costes y personal es, en gran medida, una ilusión. La realidad es que la implementación de una IA de vanguardia, especialmente en campos que requieren creatividad y matices culturales, exige una inversión sustancial en talento humano especializado, infraestructura tecnológica y procesos de gobernanza. Lejos de reemplazar a los humanos, la IA está creando nuevas oportunidades de colaboración, redefiniendo roles y subrayando la importancia de habilidades uniquely humanas. El futuro pertenece a aquellos que compre

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