Pocket fue el sitio donde guardabas artículos que nunca leías. El chute de dopamina de las redes sociales la ha matado
Publicado el 23/05/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Yo era usuario de Pocket. Y como muchos otros, seguía sin leer los artículos que me guardaba. Era la condena de un servicio que apostaba por la lectura diferida y reposada de todo tipo de artículos —sobre todo largos—, pero que se encontró con una némesis aparentemente invencible: las redes sociales.
Mozilla cierra Pocket. La organización Mozilla ha anunciado que cierra el servicio Pocket. El próximo 8 de julio la plataforma dejará de ofrecer guardar artículos y entrará en "modo solo exportación": los usuarios podrán exportar sus artículos guardados hasta el 8 de octubre de 2025, momento en el cual "los datos de los usuarios se borrarán permanentemente".
Motivos. Según sus responsables, aunque Pocket ha ayudado a millones a guardar artículos y descubrir historias que valía la pena leer, "la forma en la que la gente usa la web ha evolucionado, así que estamos canalizando nuestros recursos a proyectos que se ajustan mejor a sus hábitos de navegación y necesidades online".
Un servicio estupendo... Pocket nació en 2007 como Read It Later, un servicio que permitía marcar como favoritos artículos que luego podías leer tranquilamente cuando mejor te venía. La idea fue ganando tracción al centrarse en piezas extensas tanto de periodismo como de en escritura creativa. Mozilla lo compró en 2017 y lo convirtió en uno de los servicios estrella asociados a su navegador Firefox.
... que en realidad no usábamos tanto. Muchos usuarios coincidirán conmigo en que Pocket era fantástico pero no lo aprovechábamos del todo. Yo seguía guardando artículos con regularidad con la esperanza de leerlos en mi lector de e-Books de Kobo (que tenía integrada dicha función), pero pocas veces acababa haciéndolo.
Y encima usábamos un poco mal. Pocket era tan sencillo y cómodo de usar que muchos acabábamos usándolo no solo para guardar prometedores —pero no siempre maravillosos— textos largos (longform), sino todo tipo de enlaces con noticias o incluso tuits. Y cuando abrías Pocket, solían pasar dos cosas. La primera, la sensación de tener ante ti otra obligación, otra lista de tareas en forma de lista (interminable) de artículos que leer.
La segunda, la de lanzarte a por los artículos cortos que sabías que ibas a consumir en poco tiempo para poder "borrar" de la lista. Check. El "Leer más tarde" se había convertido en un "quitármelo de encima más tarde". Pero seguía siendo un servicio fantástico, y no hemos sido nosotros quienes lo hemos matado. El culpable es otro.
Doomscrolling. Las redes sociales nos han robado nuestra capacidad de concentración. El chute de dopamina que nos ofrecen con el célebre doomscrolling ha demostrado ser imparable. Nos encanta desplazar verticalmente la pantalla en nuestros móviles para ver el siguiente contenido, y esa inmediatez y gratificación instantánea han acabado por lastrar nuestra capacidad de atención.

Tragaperras. Los algoritmos que rigen las redes sociales están inspirados en las tragaperras. Su objetivo es generar adicción y tenernos pegados a la plataforma de turno sin salir de ella. Un estudio de 2021 reveló precisamente la diabólica simplicidad de nuestra forma de afrontar esos contenidos. El experimento era contundente:
- A un grupo de participantes les pusieron un solo vídeo y les preguntaron si preferían ver otro o realizar una tarea determinada. A otro grupo les pusieron cinco vídeos y les hicieron la misma pregunta. El segundo grupo estaba mucho más predispuesto a ver más videos.
- Luego los dos grupos vieron el mismo número de vídeos, pero el primer grupo vio vídeos más diversos y el otro vio vídeos más homogéneos. El segundo grupo volvió a mostrar su predisposición a ver más vídeos en lugar de pasar a otra tarea.
Y cámaras de eco. Esos resultados reflejan nuestra realidad actual. Las redes sociales no solo nos plantean contenidos infinitos, sino que además lo hacen encerrándonos cada vez más en cámaras de eco con contenidos homogéneos que refuerzan nuestros gustos y opiniones. En Pocket probablemente también construíamos una gran cámara de eco, cierto, pero al menos lo hacíamos nosotros, no un algoritmo. El problema era que reservar 5, 10 o 15 minutos para leer un artículo largo resulta cada vez más difícil ante la avalancha de imágentes, textos y sobre todo vídeos cortos siempre sugerentes, estupendos y divertidos.
Momento Google Reader. El cierre de Pocket recuerda en cierta medida al que vivimos con Google Reader, el lector de feeds RSS que el gigante de las búsquedas mató porque aunque lo amábamos probablemente no era rentable. Como en aquel caso, Pocket era un producto fantástico pero también muy de nicho. E incluso en ese nicho, infrautilizado.
Diógenes digitales. De hecho, Pocket contribuía a nuestro síndrome de diógenes digitales. Era el sitio en el que guardabas, guardabas y guardabas artículos que nunca leías. En ese sentido era menos funcional que Google Reader, que cuando usabas sí lo aprovechabas para leer esos titulares de las noticias que iban llegando de los feed RSS. Pero ese síndrome de guardarlo todo para no consumirlo o disfrutarlo se produce en otros muchos escenarios, como el de las fotos y vídeos del móvil o en el de los videojuegos que descargamos y a los que jamás jugaremos. De hecho no es que ya no juguemos: es que preferimos ver a otros jugar.
Alternativas. La muerte de Pocket nos hace buscar inevitables alternativas para seguir guardando artículos que quizás nunca vayamos a leer. Entre ellas destaca Instapaper, pero también están Readwise, Wallabag, Raindrop, o MyMind. Para quienes tenemos un Kobo hay también algunas, pero no tan directas. Maldición.
Imagen | Mozilla
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