PC Fútbol 8 no es solo un videojuego eternamente pospuesto: es la crónica de un legado por los suelos
Publicado el 04/06/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Cuando Héctor Prats compró los derechos de PC Fútbol, no solo compró una marca. Compró la responsabilidad de custodiar uno de los últimos vestigios de grandeza del videojuego español, el recuerdo tangible de cuando este país era capaz de crear juegos que competían con la élite mundial.
PC Fútbol es más que nostalgia de millennials y generación X. Es la prueba de que una vez supimos hacer algo extraordinario desde una oficina en Boadilla del Monte.
Lo que estamos viendo desde hace dos años también es algo más que la historia de un juego que se retrasa. Es la crónica anunciada de cómo destruir metódicamente el valor de una marca icónica, convertir la esperanza en burla y transformar el respeto ganado durante décadas en escarnio público.
Un retraso es un accidente técnico. Dos, también. Veintidós (¡vein-ti-dós!) retrasos en dos años son la prueba de un proyecto que ha venido gigante a quien quiere liderarlo.
Analicemos la cronología:
- Febrero de 2023: promesa grandilocuente con un logo diseñado por un aficionado.
- Marzo: fase de preventa sin una sola captura real del juego.
- Diciembre: primer retraso "indefinido" tras acumular duras críticas al proyecto.
Desde entonces, un carrusel interminable de fechas rotas, cada una acompañada de excusas más inverosímiles que la anterior. "Problemas con los créditos", "errores en la codificación UTF-8", "comportamientos inesperados en la base de datos", "problemas con el sistema de input".
La rueda de prensa de julio fue el momento de máxima sinceridad involuntaria porque allí pudimos ver lo que había tras el ruido: cuarenta minutos de espera para compilar la build sobre la bocina, un minuto de funcionamiento hasta que apareció el primer crash y errores por todas partes. El emperador desnudo, pero frente a una cámara.
Luego hay algo aún más perturbador: la actitud beligerante de su máximo responsable, Héctor Prats, en redes sociales. Sus ataques a la prensa. Su elusión de responsabilidades. Comenzó este proyecto por vinculación emocional con la marca, pero la sucesión de acontecimientos sugiere cierta desconexión con el peso simbólico de lo que gestiona. Lo cual no quita que Héctor haya sufrido ataques que van más allá del juego y que claramente han cruzado una línea desde hace mucho.
Consultado por Xataka sobre esta situación, Héctor Prats defiende su gestión y atribuye parte de los problemas a "dos personas que tuvimos contratadas a las que se echaron por motivos nada profesionales y muy delictivos". Según su versión, estos exempleados habrían "destrozado" el proyecto "en dos momentos diferentes".
Prats insiste en que "el juego lleva meses terminado puliéndose detalles" y que los retrasos se deben a que "la build de release siempre es peor que las anteriores". También solicita que no se le aplique "una proyección de gestión esperada sobre una pequeña empresa como los de grandes distribuidores", comparando su situación con la del grupo Planeta que "con todos los recursos que tiene, sacó un juego roto".
La alusión a Planeta es cierta y en 2018 hubo otro lamentable intento por parte de IDC, pero es difícil no proyectar una cierta gestión sobre la marca PC Fútbol, porque esta trasciende al entretenimiento.
Es memoria emocional de miles de personas. El recuerdo de tardes enteras organizando la defensa de cinco y fijando los precios del restaurante del estadio. Las madrugadas gestionando el presupuesto del Valencia, la primera Copa que ganó el Rayo. Destruir eso con promesas vacías y retrasos sistemáticos va más allá del fallo empresarial, es profanación.
Prats identificó perfectamente que había un mercado de adultos hambrientos de PC Fútbol, pero confundió demanda con facilidad, con complacencia. Creyó que bastaba con comprar una marca y prometer su retorno para pasar la gorra. No entendió que ciertas marcas exigen una altura técnica, profesional y ética que no está al alcance de cualquiera. Por eso la mayoría de fans de la saga, por mucha nostalgia que sintamos, no nos metemos en este berenjenal.
Es importante entender que Prats no es un desarrollador indie cualquiera experimentando con su primer proyecto. Eligió comprar y gestionar una marca icónica del videojuego español, una decisión que automáticamente eleva el nivel de escrutinio público. Cuando adquieres los derechos de PC Fútbol asumes la responsabilidad de custodiar décadas de historia y la confianza de una comunidad que ya ha visto fracasar demasiados intentos de resurrección por parte de quienes buscaban vivir de la marca en lugar de honrarla.
Cada retraso no solo ha erosionado la credibilidad de su estudio actual: degrada el valor de una marca que costó mucho construir y que puede destruirse en meses. Y manda un mensaje tóxico sobre nuestra industria del videojuego: que no somos capaces de gestionar bien nuestro patrimonio digital.
Y el pecado no es tan técnico –que también– como simbólico: va más allá de que PC Fútbol 8 quizás nunca vea la luz, o que la vea pero sea una decepción. Es que su gestión destruye la posibilidad de que alguien competente tome el relevo en el futuro. Cada retraso, cada excusa, cada promesa rota, onvierte el nombre PC Fútbol en sinónimo de estafa, nostalgia mal entendida y oportunismo barato.
Pablo Ruiz, el creador original, nos lo explicó hace un año con una claridad cristalina:
"Solo PC Fútbol 5.0 nos costó 30.000 horas acumuladas, más todos los juegos que ya habíamos sacado antes. Hacer un PC Fútbol desde cero en un año... Ni siquiera yo que tengo el código fuente podría hacerlo".
No hay atajos para la excelencia. No hay marketing que sustituya al desarrollo real. No hay promesas que reemplacen la competencia técnica.
PC Fútbol 8 es la demostración práctica de que algunas responsabilidades no se pueden comprar con dinero: se heredan con la marca, y pesan más de lo que uno imagina cuando firma el cheque.
Sobre las críticas recibidas, Prats distingue entre lo que considera "críticas constructivas" y lo que denomina "escarnio, deshumanización y bulos". Afirma que las críticas "siempre son bienvenidas" pero se queja de una supuesta "campaña de desprestigio" orquestada por detractores.
PC Fútbol merece mucho más que convertirse en el ejemplo perfecto de cómo no gestionar un legado. Merece, al menos, el respeto de quien entienda que lo que tiene entre las manos no es solo código: es historia.
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