Los "listo para comer" están arrasando en los supermercados. Es porque ya no compramos productos, compramos tiempo

Publicado el 04/06/2025 por Diario Tecnología
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Los "listo para comer" están arrasando en los supermercados. Es porque ya no compramos productos, compramos tiempo

Juan Roig lo dijo y media España se le echó encima: "A mitad del siglo XXI no habrá cocinas". Debatiendo sobre si era una profecía o una simple provocación interesada, ocho millones de españoles ya le estaban dando la razón. Los que estaban comprando platos preparados, según alguien tan poco sospechoso de tener un interés como la agencia EFE.

No es que Roig sea un gurú visionario, simplemente estaba leyendo los datos que otros quisieron ignorar.

Los números hablan por sí solos: el consumo de platos "listos para comer" comprados en los supermercados (o en esa genialidad de naming, 'mercaurantes') ha crecido un 48% en solo dos años.

Mercadona tiene esta sección en 1.260 tiendas, pero Lidl también lanzó su propia gama, Alcampo vende hasta 200 platos distintos según la tienda y Dia tiene 180 referencias de productos así. Hasta Ikea se ha subido a ese carro: el de vender, más que ingredientes, soluciones.

Y no hablamos de comida basura o de soluciones de compromiso, como aquellas tortillas de patata envasadas que hacían llorar a Belcebú. Ahora vemos paellas, croquetas caseras, lentejas, lasañas o las propias tortillas de patata que saben exactamente a lo que esperamos que sepan.

La tendencia va más allá del supermercado: en los últimos veinte años el consumo de este tipo de platos se ha multiplicado por cinco. Los supermercados simplemente lo están integrando en su oferta y aprovechándose de que son un lugar de paso habitual, no un destino concreto como las casas de comida para llevar.

El matiz que explica este auge es que no estamos comprando exactamente comida, estamos comprando tiempo. Es un síntoma del cambio de nuestras prioridades. No estamos dejando de cocinar por vagos, sino por agotados.

Quizás también porque tenemos más opciones de qué hacer con ese tiempo recuperado. Nuestros padres tenían tres canales de televisión y el dominó del bar; nosotros tenemos plataformas de streaming, videojuegos, clases de yoga online, billetes de Ryanair baratos, establecimientos orientados hacia las "experiencias" y una oferta infinita de estímulos compitiendo por nuestra atención.

Puede que simplemente estemos menos dispuestos a ceder esas dos horas de cocina cuando sabemos todo lo que podríamos hacer con ellas. Si sumamos el trabajo remunerado, el doméstico, los desplazamientos y los cuidados, las jornadas reales superan con holgura las 60 horas semanales, según la Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo del INE.

Lo que compramos con cada plato preparado no es solo comida: es un respiro. Tiempo devuelto. Una tregua. Y por eso triunfan.

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