La paradoja del turismo en España: si no has reservado tus vacaciones en Canarias es posible que cueste lo mismo ir al Caribe

Publicado el 04/06/2025 por Diario Tecnología
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La paradoja del turismo en España: si no has reservado tus vacaciones en Canarias es posible que cueste lo mismo ir al Caribe

A comienzos del año, una noticia aparentemente “buena” tenía una segunda lectura para los millones de turistas que utilizan el avión. Desde el 1 de enero, las aerolíneas que operan en la Unión Europea están obligadas a incorporar un 2% de combustible sostenible (SAF) en sus vuelos, como parte del plan Fit for 55 para reducir emisiones. En España, esto se traducirá en un sobrecoste de 235 millones de euros en 2025. Y sí, eso venía con una letra pequeña: el sobrecoste se iba a notar en los billetes. Siendo así, en España iban a salir más baratas unas vacaciones “patrias” que cruzar el charco.

Resulta que no.

Entre el Caribe y Canarias. Lo contaba el fin de semana El País. El auge imparable del turismo internacional en España está elevando los precios de las vacaciones dentro del país hasta niveles que rozan lo absurdo. ¿Cuánto? Por ejemplo, hoy, pasar una semana en régimen de todo incluido en Gran Canaria, Menorca o Mojácar cuesta prácticamente lo mismo que volar al Caribe.

Según un análisis de la agencia Destinia, destinos como Menorca (2.726 euros por pareja) o Mojácar (2.694) han alcanzado precios que apenas se diferencian de los 2.883 euros que cuesta viajar a Punta Cana o los 3.094 de Riviera Maya, a pesar de que estos últimos implican cruzar medio planeta.

La gran paradoja. Como decíamos, esta paradoja se produce en un contexto en el que el precio del billete aéreo no ha dejado de subir por la nueva normativa europea que impone a las aerolíneas el uso de ese 2% de combustible sostenible, lo que encarece aún más los trayectos de larga distancia.

Sin embargo, la sobredemanda en enclaves como Baleares, Canarias o la costa almeriense ha disparado las tarifas hoteleras en España a máximos históricos, con un precio medio de 160 euros por noche y subidas anuales del 13%.

El precio del éxito. En 2024, España alcanzó su récord absoluto con 94 millones de turistas extranjeros, y todo apunta a que en 2025 se superarán los 100 millones. Este aluvión ha generado una presión sin precedentes sobre el mercado turístico, con una demanda internacional que creció un 23% en el primer trimestre, mientras las reservas de los viajeros nacionales caían un 17%.

El resultado, y aquí está la respuesta a la paradoja, es una inflación hotelera desmedida alimentada por el apetito de los turistas extranjeros, que no solo parecen haber absorbido la oferta disponible, sino que están dispuestos a pagar más por ella. Mientras, los españoles se enfrentan a un verano con precios prohibitivos en su propio país, lo que ha llevado a muchos a retrasar decisiones de reserva, acortar estancias o incluso valorar destinos internacionales como Turquía (2.496 euros en Anatolia), que, a pesar de las escalas obligadas, resulta significativamente más barato.

Cuando lo local sale caro. Contaba en su reportaje El país un caso que era especialmente ilustrativo: Mojácar. Hablamos de un destino accesible por carretera, sin vuelos ni escalas, donde una semana para dos personas puede costar apenas 189 euros menos que Punta Cana.

Esta disparidad revela que el verdadero motor del encarecimiento no está en el transporte, sino en los hoteles, que aprovechan la alta demanda para imponer precios sin precedentes. Lejos de ajustarse a un contexto económico marcado por la incertidumbre y la contención del gasto, el sector hotelero nacional parece haber encontrado en el turismo internacional una vía para mantener sus márgenes, aunque sea a costa de perder al cliente local.

Embriagado de éxito. En definitiva, se podría decir que este verano el turista español apunta, muy a su pesar, a ser víctima de su propio éxito. El modelo turístico patrio, basado durante décadas en el binomio sol y playa, se enfrenta ahora a una contradicción creciente: su éxito como destino global amenaza con expulsar a sus propios ciudadanos del mercado vacacional. Un mal que se reproduce en otras tantas naciones.

La saturación, la presión sobre los precios y el desajuste entre oferta y poder adquisitivo están llevando a que los destinos nacionales más deseados resulten menos accesibles que sus homólogos exóticos. Así, en plena era del turismo de masas, se da la gran paradoja de que volar a 8.000 kilómetros puede salir tan caro (o incluso más barato) que disfrutar del mar desde casa.

Imagen | PXHere

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