España se niega a gastar el 5% del PIB en artillería. Porque lo que realmente quiere es vendérsela a Europa

Publicado el 01/07/2025 por Diario Tecnología
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España se niega a gastar el 5% del PIB en artillería. Porque lo que realmente quiere es vendérsela a Europa

La España “pacifista”, la misma que se ha enfrentado sola a Estados Unidos poniendo en duda la “unidad” de la OTAN frente a ese gasto en defensa del 5% que persigue Washington, vive una paradoja. Porque mientras rehúye del rearme, o al menos de las cifras que se manejan, tiene la oportunidad de acompañar a una empresa nacional en el epicentro de ese dispendio en artillería y recursos militares para el viejo continente.

Lo contamos hace unos días. La primera pista la dio Morgan Stanley: Indra había elevado su precio objetivo un 118%.

Una encrucijada. De todo esto hacía un análisis el Financial Times. En el epicentro de un continente que acelera su rearme, España se presenta como el caso más particular de todos: el país históricamente más reticente al gasto militar en la OTAN intenta ahora convertir a Indra, una empresa de raíces civiles y tradición informática, en una suerte de campeón de la defensa europea.

Apoyada parcialmente por el Estado, que posee el 28% de su capital, Indra está emprendiendo una transformación ambiciosa (y arriesgada) con el objetivo de rivalizar con nombres consagrados como BAE Systems, la todopoderosa Rheinmetall o Thales.

Nuevo ADN. Su nuevo presidente, Ángel Escribano, empresario con ADN industrial forjado en la fabricación de torretas para carros de combate en Oriente Medio, ha situado la reconquista de capacidades de manufactura como piedra angular de esta nueva etapa. “Nunca ha habido una oportunidad como esta en tres décadas de defensa en España”, ha declarado, consciente de que el superciclo de gasto militar europeo, desencadenado por la guerra en Ucrania, representa una ocasión irrepetible para la empresa.

Del radar a los blindados. Hasta hace poco, Indra era sinónimo de sistemas de control del tráfico aéreo o software de gestión de misiones militares. Su presencia en defensa era importante pero discreta, centrada en soluciones digitales más que en producto tangible. Sin embargo, en medio de una guerra donde los drones, la artillería y los blindados vuelven al centro de la escena, la compañía busca ahora ocupar el espacio físico de la industria militar: fabricar también el “metal”, no solo la electrónica.

En junio, elevó su participación en Tess Defence al 51%, tomando control del consorcio que produce los Dragón VCR para el Ejército español. El paso no estuvo exento de fricciones: Indra se enfrentó a Santa Bárbara Sistemas (controlada por la estadounidense General Dynamics) por el rumbo de la empresa, incluso sugiriendo su compra. Aunque esta fue rechazada, el interés persiste y la empresa explora otras adquisiciones, entre ellas la división de defensa de Iveco en Italia.

Defence And Security Eurofighter Home Indra

Comprar y comprar. Contaba el Financial Times que para alcanzar los 10.000 millones de euros de facturación en 2028 (un objetivo adelantado dos años respecto al plan original), la hoja de ruta incluye más de 20 posibles operaciones de compra en Europa. En el horizonte aparece incluso una opción tan delicada como tentadora: adquirir Escribano Mechanical & Engineering (EM&E), la firma de armamento fundada por el propio presidente, lo que, a priori, crearía un evidente conflicto de interés, pero también una sinergia técnica difícil de igualar.

El dilema del ADN civil. A pesar del giro hacia la defensa, Indra sigue siendo una empresa mayoritariamente civil: su unidad de IT, Minsait, representa el 62% de sus ingresos, frente al 21% del área militar. Minsait compite en el mundo corporativo con gigantes como Capgemini o Infosys, prestando servicios tecnológicos a bancos, sistemas de salud y administraciones públicas. Algunos analistas y exdirectivos ven en esta dualidad una contradicción estructural: defensa y servicios IT son “agua y aceite”, explica el FT.

De hecho, cuando en 2024 la empresa anunció que la defensa sería su prioridad y que Minsait pasaría a ser “no estratégica”, el mercado reaccionó de forma positiva ante la posible venta de su negocio no relacionado con la guerra. La compañía no logró cerrar ningún acuerdo y ahora Escribano afirma que solo quiere desprenderse de la rama de pagos, mientras que empieza a revalorizar el resto de la unidad como fuente de tecnologías de doble uso (IA, ciberseguridad o soluciones en la nube) que pueden adaptarse al entorno militar. Esta reconsideración, aunque pragmática, mantiene viva la tensión entre lo que el mercado desea (una empresa puramente defensiva) y lo que la dirección está dispuesta a ofrecer.

Reputación e influencia. Es la última de las patas que se analizaba en el reportaje del Times. Pese a que sus acciones se han cuadruplicado desde la invasión rusa de Ucrania y su valor de mercado supera ya los 6.000 millones de euros, Indra sigue cotizando con un fuerte descuento respecto a sus homólogas europeas. Mientras BAE se valora en 25 veces sus beneficios previstos, y Rheinmetall roza las 60 veces, Indra se queda en apenas 18.

¿Razones? Según analistas como Beatriz Rodríguez de Bestinver, la creciente interferencia del gobierno español en la estrategia corporativa, que genera incertidumbre sobre la lógica económica detrás de algunas decisiones. También se apunta que, a pesar de su viraje, Indra aún no es percibida como una empresa de defensa en estado puro. No ayuda tampoco la percepción de improvisación en la transición de software a hardware militar ni la duda sobre si el Estado está dispuesto a respaldar con firmeza el salto cualitativo.

La puesta por la guerra. Qué duda cabe, el caso español pone a prueba el modelo europeo de rearme: ¿puede un país históricamente pacifista liderar una industria de defensa robusta sin sacrificar su cultura institucional? El plan de Escribano parece claro: abarcar todas las dimensiones del combate moderno. En el mar, Indra suministra radares y sónar para los submarinos de Navantia, y en el aire, lidera la participación española en el Future Combat Air System (FCAS), junto con Airbus y Dassault.

Plus: en el espacio compró el 90% del operador satelital Hispasat por 725 millones de euros, y en tierra, controla ya parte de la producción de blindados, con vistas a incorporar armamento y sensores. Incluso posee una participación en ITP Aero, fabricante de componentes aeronáuticos.

Sí o no. En resumen, el concepto de “guerra total” parece haber calado en la estrategia de Indra, que ya no se plantea como un proveedor de partes, sino como un actor integral del ecosistema bélico europeo.

Escribano resume su visión con una frase que encierra tanto urgencia como ambición: “No nos lo perdonaríamos si no fuéramos capaces de transformar esta empresa en lo que está llamada a ser”. La cuestión ahora es si España, con su tradicional aversión al militarismo y sus prioridades políticas más dispersas, acompañará esa ambición o volverá a plantarse mientras el resto de Europa apunta a rearmarse a toda máquina.

Imagen | NATO 

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