En la Segunda Guerra Mundial, los británicos buscaban una bomba antibúnker. Así que copiaron una idea de Disney
Publicado el 28/06/2025 por Diario Tecnología Artículo original
La madrugada del pasado domingo 22 de junio, Estados Unidos desplegó sus B-2 con una misión: lanzar, por primera vez, sus nuevas bombas MOP sobre bases iraníes. Estas bombas masivas tienen una única función: explotar en bases subterráneas y, pese a ser armamento vanguardista, su tecnología empezó a probarse hace décadas, en la Segunda Guerra Mundial. Fueron los británicos los que desarrollaron una bomba capaz de reventar un búnker, y su inspiración vino del lugar más inesperado.
Una película de Disney.
Necesidad. Es en la guerra cuando las mentes más brillantes de cada país se reúnen para inventar nuevas formas de matar. Incluso aunque no sepan cuáles serán las consecuencias de sus creaciones. La Primera Guerra Mundial fue un periodo de revolución tecnológica, la segunda más de lo mismo y en la Guerra Fría llegó la explosión de las bombas nucleares (y casi la de las gallinas). En definitiva: cada país en conflicto quiere tener la bomba “más gorda”.
A mediados de la 2GM, los británicos buscaban una bomba potente, pero con un objetivo más concreto que el de causar todo el daño posible: querían algo capaz de asestar un golpe en el corazón de los búnkeres y fábricas de submarinos nazis. Así, desarrollaron la Tallboy y la Grand Slam, bombas de cinco y diez toneladas respectivamente diseñadas para golpear cerca del objetivo, penetrar en la tierra, explotar y causar daños por las ondas de choque transmitidas a través del suelo.
La idea era buena, pero seguían necesitando algo más concreto que esas bombas “terremoto”. Y entonces, alguien vio esta película propagandística de Disney:
Bomba de dibujos. Dejando a un lado que hayas podido quedarte con la boca abierta porque… sí, eso lo produjo Disney, el que vio el corto fue Edward Terrell, de la Real Reserva de Voluntarios Navales. Se dice que, tras ver la película, Terrell y otros oficiales se preguntaran si sería posible diseñar una bomba que atravesara directamente el hormigón y destruir objetivos como los submarinos nazis, como se ve en uno de los fotogramas, en lugar de esperar que la onda expansiva de un terremoto dañe la base subterránea.
En septiembre de 1943, los ingenieros se pusieron manos a la obra a la vez que se discutía la viabilidad de la bomba. Hubo quien se opuso, pero Churchill dio el visto bueno y, ahí sí, comenzó el desarrollo.

Prometedora. La bomba Disney, bautizada oficialmente como “Bomba de 4.500 libras asistida por cohete para perforar hormigón” (’Bomba Disney’ tiene mucha más pegada, dónde vamos a parar) era masiva no tanto por las dimensiones, sino por el peso y su capacidad explosiva. Con algo más de cinco metros de largo y 43 centímetros de diámetro, tenía un peso de 2.000 kilos. Como su nombre indicaba, estaba impulsada por cohetes RP-3 y como explosivo estaba cargada con 230 kilos de ‘shellite’, una mezcla ideada durante la Primera Guerra Mundial.
Lanzada desde aviones Boeing B-17 o B-29, su funcionamiento era sencillo: impulsarse con los cohetes para alcanzar una velocidad de más de 1.500 km/h, penetrar todo lo posible debido a la energía cinética acumulada y detonar de forma tardía dentro de la instalación. Además, su penetración máxima era de unos 5 metros de hormigón armado, suficiente como para causar un gran daño a las estructuras enemigas.
Tarde, muy tarde. La bomba era prometedora, pero tardaron demasiado. Comenzaron a desarrollarla tarde (cuando tuvieron la idea, vaya) y eso provocó que no estuviera lista hasta casi el final del conflicto. En enero de 1945 realizaron algunas pruebas y, aunque la bomba era británica, fue la Fuerza Aérea de Estados Unidos la que dispuso de ella.
Entre febrero y abril de 1945 lanzaron un total de 158 bombas Disney contra búnkeres y fábricas de submarinos en Alemania. Un objetivo claro fue Valentin, una fábrica de U-boats que estaba a punto de ser completada, algo que los aliados no podían permitir y consiguieron causar daños en el objetivo con blindaje de 4,5 metros de grosor, pero tenía truco: ya había sido dañado previamente por las bombas Grand Slam de los británicos.
Una escopeta de feria. La bomba Disney fue un desastre por dos motivos. El primero y más obvio es que llegó tardísimo y los ataques a bases de submarinos no supusieron una diferencia real en el desenlace del conflicto en el territorio europeo. Pero, además, fallaban. Durante el ataque al búnker Valentin se lanzaron más de 60 bombas, pero sólo una impactó directamente y, como decimos, los daños ocasionados estaban precedidos por las explosiones de las bombas británicas lanzadas días antes.
Para más inri, en pruebas durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial con lanzamientos controlados en la isla de Helgoland, de 76 bombas lanzadas, se descubrió que el encendido de los cohetes fallaba en el 37% de los casos, limitando muchísimo el poder penetrante del proyectil. Además, algunas bombas explotaban prematuramente y no servirían para lograr los objetivos. Sí se descubrió una cosa: la penetración máxima de 5,08 metros en hormigón.
La MOP, el legado de la Disney. Al final, entre problemas técnicos, tácticos y temporales, la eficacia de la bomba Disney fue extremadamente limitada, pero está claro que representó un avance tecnológico importante en la guerra antibúnker. Tanto que sentó las bases para las futuras armas de penetración. Y de esas lluvias, estos lodos, como se suele decir.
La GBU-57A/B lanzada por EEUU contra Irán supone la última tecnología de las bombas MOP, o ‘Massive Ordnance Penetrator'. La gran diferencia con la bomba Disney es que este enorme proyectil de 6,25 metros de longitud y la friolera de 13.600 kilos (2.400 de ellos son explosivos) sí funciona, penetrando además hasta 60 metros de hormigón.
Y otra diferencia es que se lanza desde tan alto (12 kilómetros desde un B-2) que no necesita motor, ya que va ganando velocidad a medida que cae, siendo muy precisa gracias a su guiado por láser. En definitiva, tecnología que hace no tanto era de ciencia ficción y que demuestra que se nos da genial crear cosas para acabar con nosotros mismos.
utm_campaign=28_Jun_2025"> Alejandro Alcolea .