EEUU se ha puesto a evaluar los riesgos que corre si ataca a Irán. Lo que más le preocupa es una bomba temible: la suya
Publicado el 20/06/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Mientras Estados Unidos, en la figura de Trump, deshoja la margarita sobre una posible intervención militar estadounidense contra Irán, se abren varios escenarios, todos inciertos, y un obstáculo técnico, estratégico y simbólico: la dificultad de destruir el centro de enriquecimiento de uranio de Fordow, una instalación subterránea excavada en lo profundo de una montaña. De hecho y, como veremos, la principal preocupación de Washington a esta hora es una bomba… la suya.
Sopesar los riesgos. El Financial Times y el Washington Post han publicado dos reportajes sobre ese momento de impasse que se vive en la administración. Mientras Trump mantiene intensas reuniones en la sala de crisis de la Casa Blanca para decidir si Estados Unidos se une directamente a la ofensiva israelí contra Irán, los servicios de inteligencia y defensa estadounidenses trazan un mapa exhaustivo de las posibles represalias que Teherán podría desencadenar.
Entre las advertencias explícitas del líder supremo iraní, Alí Jamenei (quien ha amenazado con causar "daños irreparables" si Washington interviene), y la memoria estratégica de anteriores ciclos de escalada, la Casa Blanca se enfrenta a una decisión que podría marcar el punto de inflexión en el conflicto. Las opciones de respuesta iraní abarcan un amplio espectro: ataques directos contra tropas o embajadas estadounidenses en Oriente Medio, sabotajes cibernéticos, atentados terroristas, acciones encubiertas a través de milicias aliadas como Hezbollah o los hutíes, y, quizás la más grave desde el punto de vista económico, el cierre del estrecho de Ormuz, donde transita un tercio del petróleo marítimo del mundo.
El dilema de la disuasión. Estados Unidos mantiene actualmente unos 40.000 efectivos militares desplegados en la región, con ocho bases permanentes en países como Bahréin, Kuwait, Catar y Emiratos Árabes, además de presencia operativa en otros once enclaves clave, entre ellos Irak, Siria, Jordania y Omán. La base aérea de Al Udeid en Catar, sede del Mando Central estadounidense, alberga a 10.000 soldados, y otras instalaciones como la base naval de Bahréin o las infraestructuras en Kuwait albergan a decenas de miles más.
Aunque todas disponen de defensas aéreas, su cercanía geográfica con Irán las convierte en objetivos vulnerables ante un ataque con misiles balísticos o de crucero, drones o incluso incursiones de comandos irregulares. Irán cuenta con un arsenal significativo de proyectiles y vehículos aéreos no tripulados, muchos de ellos de fabricación propia o adaptaciones de modelos rusos y norcoreanos, y aunque su respuesta no sería inmediata, el debate interno en Teherán sobre cuándo y cómo responder podría intensificarse si Washington participa activamente en la campaña.
La amenaza del estrecho. El estrecho de Ormuz, punto neurálgico del comercio global de hidrocarburos, representa un riesgo estratégico de primer orden. Irán ha demostrado en el pasado (como en 2019, cuando logró paralizar temporalmente el 50% de la producción saudí mediante un ataque combinado de misiles y drones) que puede afectar gravemente al mercado energético mundial. Si optara por minar el estrecho, usar lanchas rápidas, submarinos o baterías costeras para bloquear el paso, el impacto sobre los precios del petróleo sería inmediato y global.
Ocurre que Irán también depende del estrecho para sus propias exportaciones de crudo, lo que introduce una contradicción estructural: dañar Ormuz perjudicaría tanto a sus enemigos como a sí misma. Aun así, como señalan analistas del Pentágono, la disuasión basada en mutua vulnerabilidad no garantiza la contención si la supervivencia del régimen está en juego. El precedente de los hutíes en el mar Rojo, que han logrado interrumpir significativamente el tráfico marítimo pese a semanas de bombardeos estadounidenses, demuestra la eficacia de tácticas asimétricas sostenidas incluso bajo presión militar constante.
La incógnita de una bomba. Y aquí llegamos al tema principal desde la perspectiva del posible ataque de Estados Unidos. En el corazón de las deliberaciones sobre esa posible intervención militar contra Irán se encuentra la dificultad de destruir el centro de enriquecimiento de uranio de Fordow, esa instalación subterránea excavada en lo profundo de una montaña.
Contaba en exclusiva The Guardian que Trump ya ha sido informado de que el uso de la bomba GBU-57 podría, en teoría, inutilizar Fordow durante un periodo de tiempo limitado, pero según fuentes cercanas a las conversaciones, el presidente no está convencido de su eficacia y ha condicionado cualquier autorización de ataque a la garantía de que el objetivo pueda ser eliminado de forma definitiva.

Duda razonable. Las dudas se alimentan no solo de la complejidad táctica de la operación, sino también de la evaluación del Departamento de Defensa: varios expertos han advertido que ni siquiera una batería de bombas GBU-57 sería suficiente para destruir completamente Fordow, y que solo un arma nuclear táctica podría lograrlo con certeza.
A este respecto, el diario británico subrayaba que la opción, sin embargo, no ha sido considerada formalmente y fue descartada en las reuniones mantenidas entre Trump, el secretario de Defensa Pete Hegseth y el jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Dan Caine.
Las limitaciones de GBU-57. Lo contamos esta semana. Se trata de una bomba de 13,6 toneladas capaz de penetrar estructuras subterráneas reforzadas, la misma que ha sido el centro de múltiples debates en el Pentágono desde el inicio del mandato de Trump. La Agencia de Reducción de Amenazas de Defensa (DTRA), responsable de probar y analizar esta clase de armamento, ha señalado que Fordow, a unos 80 metros bajo tierra, está fuera del alcance operativo de esta munición sin una operación de preparación previa que incluya la destrucción de defensas aéreas, eliminación de interferencias GPS y un posible ataque de saturación con armamento convencional para debilitar el terreno.
Aun así, incluso bajo condiciones óptimas, el impacto de una bomba GBU-57 podría limitarse a colapsar túneles, sellar accesos y sepultar maquinaria bajo escombros, pero no a desmantelar completamente la capacidad nuclear de Irán. La bomba, además, nunca se ha empleado en condiciones reales contra una instalación como Fordow, lo que añade incertidumbre técnica al ya elevado riesgo político de iniciar un conflicto abierto.
Éxito absoluto o disuasión. Explicaba el Guardian que para algunos altos mandos, el verdadero problema no es la bomba en sí, sino la expectativa de un “one and done” (ataque único y decisivo) que no se ajusta a la realidad operativa. El general retirado Randy Manner, exsubdirector de la DTRA, advirtió que Fordow podría reconstruirse rápidamente, y que cualquier daño ocasionado por las GBU-57 retrasaría el programa nuclear iraní como mucho entre seis meses y un año.
La idea de que destruir Fordow resolvería el problema nuclear iraní es, según su análisis, más un recurso narrativo que una realidad estratégica. Una limitación que abre otro dilema: o se acepta una operación militar con impacto parcial, o se contempla (aunque sea solo como hipótesis teórica) el uso de armas nucleares tácticas, algo que ni Trump ni el Pentágono están dispuestos a considerar públicamente, según el medio.
Disuasión por incertidumbre. Así las cosas, en lugar de precipitarse, Trump parece estar utilizando la amenaza implícita de un ataque estadounidense como un instrumento de presión diplomática, manteniendo abierta la posibilidad de que Irán se vea inducido a negociar por miedo a una escalada mayor. La estrategia, sin embargo, no está exenta de riesgos: prolongar la incertidumbre sin una acción clara puede dar tiempo a Teherán para reforzar sus defensas, adaptar sus estructuras y, quizás, aunque especulativo, acelerar en secreto su programa nuclear.
La Agencia Internacional de Energía Atómica dice haber detectado que Irán ha enriquecido uranio en Fordow hasta el 83,7%, peligrosamente cerca del umbral del 90% necesario para armas nucleares. Ese dato refuerza la percepción de que Fordow es el núcleo crítico del proyecto nuclear iraní y que su neutralización (ya sea por medios diplomáticos o militares) es indispensable para frenar cualquier intento de proliferación.
En ese punto, Estados Unidos se enfrenta a un desafío no resuelto: posee el arma más poderosa de su arsenal convencional, pero no tiene la certeza de que pueda cumplir su objetivo.
utm_campaign=20_Jun_2025"> Miguel Jorge .