Del Dolphin Surf millonario al coche de los Labubu: un viaje lisérgico a la fiebre BYD en China

Publicado el 05/07/2025 por Diario Tecnología
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Del Dolphin Surf millonario al coche de los Labubu: un viaje lisérgico a la fiebre BYD en China

Cuando me quise dar cuenta, dos mujeres estaban haciéndose selfies a mi lado. Buscaban, sin disimulo, la mejor manera de encuadrarme junto a ellas.

No lo hacían, desde luego, por mi belleza. No lo creo, al menos.

Es mucho más probable que lo último que esperaran encontrarse cuando aceptaron la invitación de BYD para asistir a la ceremonia que celebraba la unidad 1.000.000 del Dolphin Surf era ver a un grupo de periodistas europeos. Estábamos allí para conocer algunas de las últimas innovaciones de la compañía pero también cubrir el que es su primer gran hito.

En su camino por escalar a ser "uno de los tres grandes fabricantes de coches en los próximos cinco años", BYD ha puesto en la calle un millón de unidades del BYD Seagull. O, como lo conocemos en Europa, BYD Dolphin Surf. Una cifra que han alcanzado en apenas 27 meses y para la que tenían una gran fiesta preparada.

Acompáñame en este viaje al corazón de la fiebre BYD en China. Un viaje a veces lisérgico, en ocasiones incomprensible y, desde luego, totalmente diferente a lo que podemos esperar de un fabricante europeo.

Perdido entre los metadatos de un móvil de a saber quién

Nos había prometido BYD que conoceríamos la fábrica de Xi'An. Considerada la planta de producción de vehículos más grande del mundo (según la marca madamente 13,3 millones de metros cuadrados), la inmensidad parecía todavía mayor con todas las líneas paradas. "En domingo, no se trabaja", nos explican los trabajadores de la propia empresa.

Aunque también nos señalaron que todo depende de la demanda y los requerimientos del mercado. Parece que en China, como en cualquier otra parte del mundo, manda el mercado. De hecho, según Reuters, parece que la compañía está pasando por un momento de parón momentáneo, levantando el pie del acelerador.

Sea como fuere, ahí estaba yo en mitad de una planta vacía que solo llenaban los gritos de un buen puñado de fans de la marca, asistiendo atónito a cómo mi rostro quedaba inmortalizado en la memoria de un teléfono plegable de Huawei y un segundo móvil de Xiaomi.

Algún día, imagino, las dos mujeres no llevarán ya esas dos camisetas blancas con letras brillantes en las que se lee Super Seagull y se preguntarán con la misma extrañeza que yo quién era ese chaval de la pantalla.

Img 7709 Clientes invitados por BYD para celebrar la unidad 1.000.000 del BYD Dolphin Surf

Detrás de nosotros, un puñado de BYD Dolphin Surf en la línea de luz, donde se comprueban los defectos en la carrocería, y un cartel en el que se indicaba que estábamos ante la unidad 1.000.000. Hace poco más de dos años, este coche ni existía.

Ahora, un grupo de entusiastas son la piedra angular de una fiesta que tendría su apogeo en un salón de convenciones de la ciudad de Xi'An.

Allí llegaríamos más tarde, a bordo de un Dolphin Surf con el que probamos su Ojo de Dios, el sistema de conducción autónoma más avanzado que, eso sí, para este coche queda limitado a las autopistas.

Lo que encontramos al bajarnos fue una auténtica fiesta de entusiastas de la marca. La entrada al recinto estaba custodiada por más de una decena de coches personalizados. Eran vehículos de los propios clientes que habían querido aportar su granito de arena. Había vuelto a los dosmiles tunneros de España. Pero en vertiente china.

Img 7884 BYD Dolphin Surf de un cliente de la marca
Img 7888 BYD Dolphin Surf de otro cliente

Es decir, en formato cute o eminentemente friki. Con algún BYD Seagull/Dolphin Surf pintado como todo un coche de carreras, con sus vinilos, su pintura multicolor y una gran presencia del negro y el rojo. Ruedas Toyo con la inscripción pintada en el lateral de las mismas. Un buen alerón en la parte trasera.

Pero también una unidad rosa y azul en unos tonos pastel. Combinación fácilmente cuestionable. Como la unidad con decenas de Labubus atados en el maletero del coche con una cadena al más puro estilo abrigo de piel de El Corte Inglés. Más tarde, entre gritos de los asistentes reclamando el suyo me enteraría qué es este muñeco que también se ha puesto de moda en España.

Arremolinados entre los coches, clientes y aficionados a la marca. E influencers, por supuesto. Influencers mostrando en directo el evento al más puro estilo de las streamers chinas que hace un par de años se agolpaban en los bajos de un puente. Sorprende, de hecho, lo fácil que es ver a un streamer en la calle narrando en directo Dios sabe qué.

Una celebración de lo más loca

Eso mismo me estaba preguntando esa noche. Llevábamos una hora y quince minutos de gala para cuando tomé la decisión de salir un momento del salón para ir al baño.

Llevaba tiempo demorando lo inevitable y después de 75 minutos de charla en la que contaron su experiencia los máximos responsables del vehículo entendí que todavía quedaba un buen rato allí sentado. Me decidí después del segundo número musical.

Fue entonces, con la aparición de un grupo tributo a The Who que parecía sacado de una parodia de El Terrat, cuando salí del salón. Era la segunda vez que esos cantantes, dueños todos ellos de un BYD Dolphin Surf, aparecían en escena para animar a los asistentes. Estábamos, desde luego, en el intermedio.

Quienes no descansaban eran las dos influencers que, en directo en la inmensidad del hall del centro de convenciones, mostraban en la pantalla lo que parecía una suerte de teletienda de accesorios de BYD. No sé cuántos estarían siguiendo en directo el evento, pero seguro que uno de ellos estaba dentro.

Así lo comprobé a mi vuelta. Mientras los asistentes agitaban palos de colores en un salón a oscuras cantando y bailando al ritmo de himnos setenteros y ochenteros de, mies vecinos de asientos miraban conmovidos las pantallas de sus teléfonos móviles. Allí estaban ellos, en la misma fiesta que seguían con gran interés en un panel de menos de siete pulgadas.

Las luces se encendieron poco después y la gala estalló como un cañón de confeti. En la próxima hora, la nueva oferta comercial del BYD Dolphin Surf para China (menos de 9.000 euros, por cierto) quedaría opacada en una carrera desenfrenada de sucesos inesperados.

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En unos instantes, las 10 personas que habían recibido las unidades número 100.000, 200.000, 300.000... del BYD Dolphin Surf subieron al escenario a recibir sus regalos. Era el momento del público. BYD quería devolver parte del cariño recibido durante todo el día.

¿Y qué mejor que un Labubu?

¡Labubus para quienes mostraran más entusiasmo frente a la cámara! Y la locura se desató. Asistentes bailando, asistentes levantando carteles de neón, parejas creando corazones gigantes. Tres, cuatro sorteos más tarde, el tsunami Labubu parecía haber arrasado con los ánimos. No culpo al fan de la marca que tenía delante, quien volvía a centrarse en la partida empezada de un videojuego de cartas en su teléfono móvil. Para entonces, debía ser un poquito menos fan.

Sólo una única cosa podía sacarle del ensimismamiento. ¡Otro sorteo! Con mucha más rapidez de lo que mi capacidad de comprensión permitía a esas alturas de la noche, en un instante la casi totalidad de los asistentes agarraban el teléfono móvil y lo agitaban con fuerza. Algo nuevo estaba en juego. Concretamente, un juego de camping plegable, con mesa, sillas y tienda de campaña incluida.

¿La relación de todo un arsenal de accesorios para el camping con un coche pensado por y para el entorno urbano? Ninguna. Al menos eso pensaba cuando los agraciados subían a posar con sus regalos. Para entonces, mi cabeza ya pedía una tregua. Habían pasado más de dos horas desde que diera inicio aquella gala.

Necesitaba que los estímulos cesaran.

Y cesaron después de que entraran Liuyi Wang y Qianyi Wang, celebres gemelas campeonas mundiales y subcampeonas olímpicas de natación sincronizada. La gala llegaba a su fin, la sorpresa estaba en el escenario y los asistentes parecían dar los primeros síntomas de agotamiento. Yo los había dado unos 100 minutos antes.

Era el colofón, nuestra banda tributo preferida volvía a subir al escenario. El reloj ya contabilizaba casi dos horas y media cuando el pseudo Berto Romero con micrófono se despedía.

Yo, con cara de cansado, lo agradecía. Con media sonrisa, reconozco, pedía que el espectáculo continuara. Me sentía como el astronauta americano que aterriza en un plantea marciano en Atrapa la bandera

Pero, desde luego, el único que debía parecer un marciano allí era yo.

Sin zarandear mis palos de colores, sin agitar con fuerza mi teléfono móvil para recibir una tienda de campaña que nunca utilizaré.

Sin pelearme por un Labubu.

Fotos | Xataka

En Xataka | BYD ha decidido hundir el precio de los coches eléctricos. Es una estrategia que ya está afectando al propio valor de BYD

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