En la era digital, donde la inmediatez y el acceso a la información son pilares fundamentales para el funcionamiento de nuestras sociedades, se producen incidentes que nos obligan a reflexionar sobre la fragilidad de nuestra infraestructura en línea y las consecuencias imprevistas de ciertas acciones. Recientemente, hemos sido testigos de un suceso preocupante que pone de manifiesto esta vulnerabilidad: la web de Madrid Salud, un servicio público esencial para la ciudadanía de la capital española, ha sido afectada por los bloqueos implementados por LaLiga en su incansable lucha contra la piratería. Este incidente no es un mero fallo técnico; es una llamada de atención sobre el delicado equilibrio entre la protección de los derechos de propiedad intelectual y la garantía de acceso a servicios fundamentales. Resulta paradójico que, en su celo por salvaguardar sus contenidos, una entidad privada termine interfiriendo, incluso de manera accidental, con la provisión de servicios de salud pública. Este hecho trasciende el ámbito deportivo o de entretenimiento para adentrarse en la esfera de los derechos ciudadanos y la responsabilidad digital. LaLiga tiene todo el derecho y la obligación de proteger su propiedad intelectual, y la piratería es, sin duda, un problema significativo que afecta a la industria. Sin embargo, cuando las medidas adoptadas, por amplias o indiscriminadas que sean, terminan por perjudicar a entidades públicas que no tienen relación alguna con la infracción perseguida, surge una problemática de mayor calado que requiere un análisis detenido y, sobre todo, soluciones que eviten la reincidencia de tales "daños colaterales digitales". La idea de que ni siquiera el ámbito sanitario se libre de estas intervenciones subraya la magnitud de la preocupación y la necesidad de una revisión exhaustiva de los protocolos y mecanismos de bloqueo.
En la era actual, donde la conectividad a internet se ha convertido en una necesidad tan fundamental como la luz o el agua, la frustración de las "zonas negras" o puntos muertos de Wi-Fi en nuestros hogares es un problema que muchos de nosotros conocemos demasiado bien. Esos rincones donde la señal se desvanece, donde la videollamada se congela o la serie en 4K se interrumpe, representan un verdadero dolor de cabeza para millones de usuarios. Ante este escenario, la noticia de que Movistar lanza un amplificador para WiFi 7, con la ambiciosa promesa de erradicar estas zonas muertas de una vez por todas, no es solo una novedad tecnológica; es un verdadero "órdago", una jugada audaz en el tablero de las telecomunicaciones españolas, dirigida directamente a competidores emergentes como DIGI, que ha estado ganando terreno con ofertas agresivas en fibra.
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