Telefónica: la primera oferta del ERE rechazada por los sindicatos marca el inicio de una tensa negociación

En el siempre cambiante panorama laboral y tecnológico, los grandes operadores se enfrentan a desafíos constantes que a menudo se traducen en procesos de ajuste de plantilla. Telefónica, uno de los gigantes de las telecomunicaciones a nivel mundial y pilar económico en España, no es ajena a esta dinámica. La noticia reciente de que la empresa ha puesto sobre la mesa su primera propuesta para el Expediente de Regulación de Empleo (ERE) y que esta ha sido contundentemente rechazada por la totalidad de los sindicatos ha encendido las alarmas y marca un punto de inflexión crucial en el futuro de miles de trabajadores. Estamos ante un pulso que no solo definirá las condiciones de salida para un grupo de empleados, sino que también sentará precedentes importantes y reflejará el equilibrio de poder en las negociaciones colectivas en España. La incertidumbre se cierne sobre la plantilla mientras las partes se preparan para una negociación que se antoja compleja y, probablemente, prolongada. Este es un capítulo más en la evolución de una compañía que, a pesar de su tamaño y solidez, debe adaptarse a un mundo que avanza a una velocidad vertiginosa.

El contexto del Expediente de Regulación de Empleo (ERE) en Telefónica

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Para entender la magnitud del rechazo sindical y lo que está en juego, es fundamental situar este ERE en su contexto. Telefónica se encuentra inmersa en una profunda transformación estratégica. El sector de las telecomunicaciones ha experimentado una evolución radical en las últimas décadas, impulsada por la digitalización, la irrupción de nuevas tecnologías como el 5G y la fibra óptica, y la necesidad de competir con nuevos actores y modelos de negocio. Esta metamorfosis ha llevado a la compañía a redefinir sus estructuras, automatizar procesos y, en ocasiones, a ajustar su plantilla para alinearla con las nuevas necesidades operativas y reducir costes. No es la primera vez que Telefónica recurre a un ERE; de hecho, la empresa ha implementado varios planes de ajuste en los últimos años, lo que ha generado una cierta experiencia en estas negociaciones, tanto para la compañía como para los representantes de los trabajadores.

La motivación principal detrás de este ERE es, según la empresa, la necesidad de aumentar la competitividad y la eficiencia en un mercado cada vez más feroz. Telefónica busca optimizar sus recursos, reducir la duplicidad de funciones y apostar por perfiles más orientados a las nuevas tecnologías y la digitalización. Sin embargo, para los sindicatos y los empleados, un ERE siempre es un trago amargo. Implica la pérdida de puestos de trabajo, la incertidumbre para quienes permanecen y un desafío a la estabilidad laboral, especialmente en un país donde la creación de empleo de calidad sigue siendo una prioridad. La compañía opera con varias sociedades en España (Telefónica de España, Telefónica Móviles, Telefónica Soluciones), y este ERE afectará previsiblemente a un número significativo de empleados en estas áreas. La pregunta es: ¿cuántos y bajo qué condiciones? Y, más importante, ¿se logrará un equilibrio justo entre la viabilidad empresarial y los derechos de los trabajadores?

La propuesta inicial de Telefónica: ¿qué implicaba?

Aunque los detalles específicos de la primera oferta de Telefónica no siempre se hacen públicos de forma inmediata y detallada por las partes durante las negociaciones, podemos inferir, basándonos en EREs anteriores y prácticas del mercado, qué tipo de condiciones suelen presentarse. Habitualmente, una primera propuesta de la empresa en un ERE busca establecer un punto de partida para la negociación, a menudo con cifras y condiciones que, si bien son realistas para la empresa, suelen ser consideradas insuficientes por la parte social.

Es probable que la oferta inicial incluyera indemnizaciones por encima del mínimo legal (20 días por año trabajado con un tope de 12 mensualidades para despidos objetivos). En EREs de grandes empresas, es común ver ofertas que se acercan a los 33 o incluso los 45 días por año, con topes de mensualidades más elevados, especialmente para aquellos que se adhieren voluntariamente. También es habitual que la propuesta contemple planes de prejubilación para trabajadores de mayor edad (por ejemplo, a partir de los 55 o 56 años), con un porcentaje del salario bruto anual y el mantenimiento de la cotización a la Seguridad Social hasta la edad legal de jubilación. En ocasiones, se incluyen primas por voluntariedad o ayudas para la recolocación externa. El objetivo de la empresa con estas ofertas es minimizar la conflictividad, evitar despidos forzosos y, en la medida de lo posible, lograr que el ERE sea percibido como un proceso ordenado y justo para quienes opten por él. Sin embargo, la brecha entre lo que la empresa considera "justo" y lo que los sindicatos exigen en términos de garantías y compensaciones suele ser considerable.

El contundente rechazo sindical: las razones detrás del "no"

El rechazo unánime de los sindicatos (CCOO, UGT y, en ocasiones, otros minoritarios con representación) a la primera oferta de Telefónica no es una sorpresa. De hecho, es una táctica negociadora esperada y casi un rito de paso en este tipo de procesos. Sin embargo, detrás de este "no" categórico hay argumentos de peso y preocupaciones legítimas que los representantes de los trabajadores han expresado con firmeza.

Uno de los principales motivos de desacuerdo suele ser la cuantía de las indemnizaciones. Los sindicatos, basándose en EREs anteriores de la propia Telefónica o de otras grandes empresas, suelen exigir condiciones significativamente mejores que las propuestas iniciales. En su opinión, las cifras presentadas por la empresa pueden no reflejar adecuadamente la trayectoria y la dedicación de empleados con muchos años de servicio, ni el buen estado de salud económica que, a pesar de los desafíos, la compañía sigue mostrando.

Otro punto crítico es el rango de edad afectado y las condiciones de prejubilación. Es habitual que la empresa intente incluir franjas de edad más amplias, mientras que los sindicatos luchan por proteger a los trabajadores más jóvenes y por garantizar que las prejubilaciones sean dignas y cubran un alto porcentaje del salario para los empleados de mayor edad que están cerca del retiro. Un ERE bien diseñado, desde la perspectiva sindical, debe ser eminentemente voluntario y ofrecer condiciones atractivas que permitan a los trabajadores planificar su futuro con cierta seguridad económica. Si la oferta inicial no cumple con estos parámetros, será rechazada.

Además, los sindicatos suelen poner el foco en la necesidad de que el ERE no sea meramente un plan de reducción de costes, sino que vaya acompañado de medidas de acompañamiento social y de garantías para el empleo restante. Esto puede incluir planes de formación y reciclaje profesional para quienes se queden, compromisos de no realizar nuevos EREs en un periodo determinado o la internalización de ciertas funciones que actualmente están externalizadas. La exigencia de que el ERE sea exclusivamente voluntario también es un pilar fundamental en la postura sindical. Un ERE que termine con despidos forzosos es siempre un fracaso para los representantes de los trabajadores.

En mi opinión, el rechazo inicial de los sindicatos es un movimiento estratégico predecible y, hasta cierto punto, necesario. La primera oferta de cualquier compañía en un ERE rara vez es la definitiva. Su propósito es marcar un punto de partida y sondear las reacciones. Los sindicatos, al rechazarla, envían un mensaje claro: "nuestras expectativas son más altas y estamos dispuestos a negociar con firmeza para proteger los intereses de nuestros representados". Este juego de ajedrez es parte intrínseca de la negociación colectiva.

Las demandas clave de la parte social

Más allá del rechazo general, los sindicatos han articulado una serie de demandas específicas que formarán la base de sus contrapropuestas. Estas demandas suelen centrarse en varios ejes:

  1. Mejora sustancial de las indemnizaciones: Se buscará elevar los días por año trabajado y los topes de mensualidades, buscando cifras que se asemejen a las de los EREs más generosos de Telefónica o de otras grandes empresas españolas.
  2. Condiciones de prejubilación más favorables: Esto incluye un porcentaje del salario que garantice una prejubilación digna (a menudo, por encima del 65-70% del salario regulador), así como el mantenimiento de las cotizaciones a la Seguridad Social hasta la edad legal de jubilación sin merma para el trabajador.
  3. Mayor voluntariedad y transparencia: Exigencia de que el ERE sea 100% voluntario y que se establezcan mecanismos transparentes para la adhesión, evitando presiones o coacciones.
  4. Menor afectación en edades jóvenes: Los sindicatos suelen luchar para que los trabajadores más jóvenes tengan menos posibilidades de ser incluidos en los planes de salida, priorizando a aquellos más cercanos a la edad de jubilación.
  5. Garantías para el empleo futuro: Compromisos de la empresa para no externalizar más servicios, invertir en formación para el resto de la plantilla y, quizás, establecer un marco de empleo estable para los próximos años.

Estas demandas representan el corazón de la posición sindical y serán el motor de las futuras rondas de negociación.

El camino por delante: ¿qué esperar de las próximas negociaciones?

El rechazo de la primera oferta es solo el pistoletazo de salida de un proceso de negociación que puede ser largo y complejo. Ambas partes saben que tienen que ceder en algún punto para llegar a un acuerdo.

Fases de la negociación

Típicamente, el proceso seguirá varias etapas:

  1. Contrapuesta sindical: Los sindicatos presentarán una o varias contrapuestas con sus propias condiciones, que serán significativamente más elevadas que las de la empresa.
  2. Rondas de negociación: Se sucederán reuniones periódicas entre la dirección de Telefónica y los comités de empresa, en las que se discutirán cada uno de los puntos conflictivos. En estas reuniones, la empresa irá mejorando gradualmente su oferta y los sindicatos moderando sus demandas.
  3. Posibles movilizaciones: Si las negociaciones se estancan o si los sindicatos consideran que la empresa no muestra suficiente voluntad de acercar posiciones, podrían convocarse asambleas de trabajadores, concentraciones o incluso paros parciales o huelgas. Esto es una medida de presión habitual.
  4. Acercamiento y acuerdo: Finalmente, se espera que ambas partes lleguen a un punto de encuentro que permita firmar un acuerdo. Este acuerdo suele ser votado por las asambleas de trabajadores o los representantes sindicales, antes de su ratificación final.

El éxito de la negociación dependerá de la capacidad de diálogo de ambas partes, de la flexibilidad mostrada y de la voluntad real de llegar a un entendimiento. La empresa querrá minimizar el impacto económico del ERE, mientras que los sindicatos buscarán maximizar las compensaciones y garantías para los trabajadores.

El impacto en la plantilla y la imagen de la empresa

Mientras duren las negociaciones, la plantilla de Telefónica vivirá un periodo de incertidumbre. Aquellos que puedan ser afectados por el ERE estarán pendientes de cada noticia, evaluando sus opciones y planificando su futuro. Para el resto de los empleados, también hay un impacto psicológico, ya que estos procesos generan ansiedad y pueden afectar la moral.

Para Telefónica, un ERE es una decisión estratégica necesaria para su futuro, pero también conlleva un coste reputacional. La empresa debe esforzarse por comunicar de manera transparente y por garantizar que el proceso sea percibido como justo, no solo por sus empleados sino también por la opinión pública. La forma en que se gestione este ERE puede influir en la percepción de Telefónica como empleador y como actor socialmente responsable. Es fundamental que la compañía demuestre un compromiso real con sus trabajadores, incluso en momentos de ajuste. Su sala de comunicación será clave para ir informando sobre los avances.

Reflexiones finales sobre el equilibrio entre rentabilidad y responsabilidad social

Este ERE de Telefónica es un claro ejemplo de la tensión inherente entre la búsqueda de la rentabilidad empresarial en un mercado competitivo y la responsabilidad social hacia los trabajadores. Las empresas como Telefónica, con una larga historia y un profundo arraigo en la sociedad, tienen una obligación moral de gestionar estos procesos de ajuste de la manera más humana y justa posible. La tecnología y la digitalización son fuerzas imparables que transforman los mercados laborales, pero no deben hacerlo a expensas del bienestar de las personas.

En mi opinión, el rol de los sindicatos es más relevante que nunca en estos contextos. Son la voz de los trabajadores, los garantes de que no se atropellen derechos y de que los ajustes se realicen bajo condiciones negociadas y dignas. Un buen acuerdo en este ERE no solo beneficiará a los empleados afectados, sino que también contribuirá a fortalecer la estabilidad laboral y la paz social en el sector. Al final del día, las empresas están compuestas por personas, y su éxito a largo plazo depende también de cómo cuidan y valoran a su capital humano, incluso cuando deciden desprenderse de parte de él. La capacidad de Telefónica para alcanzar un acuerdo equitativo y la solidez de la negociación sindical serán observadas de cerca por otras grandes corporaciones y por el conjunto del mercado laboral español. La posición de CCOO, como uno de los sindicatos mayoritarios, será crucial.

Estamos ante un escenario complejo, pero con la esperanza de que, a través del diálogo y la buena fe negociadora, se pueda encontrar una solución que, si bien nunca será totalmente satisfactoria para todas las partes, sea al menos justa y minimice el impacto humano de este proceso de transformación.

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