El mundo de la tecnología avanza a un ritmo vertiginoso, y con cada nuevo ciclo de innovación, la línea entre lo "actual" y lo "obsoleto" se difumina rápidamente. Sin embargo, hay momentos clave que marcan un antes y un después, y el inminente fin de soporte para Windows 10 es, sin duda, uno de ellos. Si estás pensando en adquirir un ordenador nuevo, o montar uno por piezas, te encuentras en un punto de inflexión crucial. Ya no basta con que un procesador "funcione"; ahora, más que nunca, es vital que esté preparado para el futuro inmediato. Hablamos de chips Intel y AMD que, si bien pudieron haber sido estrellas en su momento, hoy se han convertido en una elección desaconsejable –casi “prohibida”– para cualquier PC que aspire a ser "nuevo" en este panorama post-Windows 10. La implicación no es solo de rendimiento, sino de seguridad, compatibilidad y, en última instancia, del valor real de tu inversión.
La idea de procesadores "prohibidos" puede sonar dramática, incluso un tanto exagerada. No es que Microsoft o los fabricantes de hardware vayan a impedir físicamente que uses estos componentes. Sin embargo, la prohibición a la que nos referimos es una de conveniencia, eficiencia y, fundamentalmente, de pragmatismo. Es una advertencia sobre la sabiduría de invertir en una plataforma que, desde el día uno, nacerá con fecha de caducidad o, peor aún, con limitaciones inherentes a su diseño que comprometerán tu experiencia a medio y largo plazo. La era de Windows 10, que durante casi una década ha sido el estándar, está llegando a su fin, y con ella, se cierra la puerta a una generación de hardware que, aunque competente en su día, ya no cumple con los mínimos de la próxima gran etapa informática.
El fin de una era: Windows 10 y sus implicaciones para el hardware
El 14 de octubre de 2025 marcará el cese oficial del soporte para Windows 10. Esta fecha es mucho más que un simple cambio de calendario; representa el fin de las actualizaciones de seguridad gratuitas, el soporte técnico y, potencialmente, la compatibilidad con nuevo software y controladores. Para la mayoría de los usuarios, esto significa que la única opción razonable será migrar a Windows 11, o a un sistema operativo alternativo. Y es precisamente aquí donde el hardware juega un papel decisivo.
Windows 11, desde su lanzamiento, estableció unos requisitos mínimos de sistema más estrictos que su predecesor. Estos requisitos no solo se refieren a la cantidad de RAM o espacio en disco, sino también a la presencia de tecnologías de seguridad específicas como el Módulo de Plataforma Segura (TPM) 2.0 y el arranque seguro (Secure Boot). Estos elementos son fundamentales para la visión de Microsoft de un ecosistema más seguro y resiliente. La ausencia de estas características, ya sea por una implementación física faltante o una arquitectura de procesador incompatible, es lo que condena a muchas CPUs anteriores a ser "prohibidas" en la construcción de un nuevo equipo que pretenda ser relevante más allá de 2025. En mi opinión, intentar esquivar estos requisitos con soluciones alternativas o parches es un riesgo innecesario, especialmente para un equipo nuevo. Comprometes la seguridad y la estabilidad por ahorrar unos pocos euros, una decisión que rara vez resulta rentable a largo plazo.
¿Qué entendemos por procesadores "prohibidos" en un PC nuevo?
Como ya se ha mencionado, la "prohibición" no es un impedimento físico o legal, sino una recomendación enfática basada en la practicidad y la eficiencia a largo plazo. Se refiere a cualquier procesador que no cumpla con los requisitos mínimos de hardware para Windows 11 de forma nativa y sin trucos. Esto incluye, pero no se limita a, la falta de soporte para TPM 2.0, Secure Boot, o simplemente arquitecturas tan antiguas que su rendimiento y eficiencia energética son inaceptables para los estándares actuales.
Un PC "nuevo" debería ser una inversión que te sirva bien durante al menos 3 a 5 años, si no más. Optar por un procesador que ya está desfasado para el sistema operativo predominante significa que tu equipo nacerá obsoleto. Esto se traduce en una serie de inconvenientes: menor seguridad al no recibir actualizaciones, un rendimiento potencialmente deficiente en tareas cotidianas y modernas, problemas de compatibilidad con software futuro, y una inevitable frustración. La idea es construir un equipo que no solo "funcione", sino que prospere en el entorno tecnológico actual y futuro, y para ello, necesitamos componentes que estén a la altura.
Los procesadores Intel que ya no tienen cabida en tu nuevo equipo
Intel ha dominado el mercado de procesadores durante décadas, y muchas de sus arquitecturas han sido pilares de millones de ordenadores. Sin embargo, con la llegada de Windows 11, la frontera se ha movido.
Generaciones anteriores a la octava (Coffee Lake)
Aquí reside el grueso de los procesadores Intel que ya no son recomendables. Estamos hablando de la 7ª generación (Kaby Lake), 6ª generación (Skylake), e incluso anteriores como la 4ª (Haswell), 3ª (Ivy Bridge) o 2ª (Sandy Bridge). Aunque algunos modelos de 7ª generación podrían instalar Windows 11 con ciertas modificaciones, no están oficialmente soportados. La clave de esta descalificación es, en gran parte, la falta de soporte nativo para el TPM 2.0 y otras características de seguridad que Windows 11 exige.
Un ejemplo claro son los procesadores Intel Core i3, i5, i7 de 7ª generación (serie 7000). Eran excelentes CPUs en su día, pero sus placas base asociadas no siempre cuentan con TPM 2.0 o, si lo tienen, no está implementado de la misma manera que en las generaciones más recientes que están plenamente certificadas. Además, su rendimiento ha sido superado con creces por arquitecturas posteriores. Para un nuevo PC, elegir un Core i7-7700K frente a un Intel Core i5 de 12ª generación (Alder Lake) o incluso un i3 de 13ª generación (Raptor Lake) no tiene sentido en términos de rendimiento por vatio, características o vida útil. Los procesadores Intel soportados oficialmente para Windows 11 se pueden consultar en la página de Microsoft aquí.
Atom, Celeron y Pentium de generaciones desfasadas
Aunque los procesadores de gama baja de Intel suelen tener un ciclo de vida más largo en equipos de oficina o presupuestos muy ajustados, las generaciones antiguas de Atom, Celeron y Pentium están incluso más desfasadas que sus hermanos Core de alta gama. Chips como los Pentium de la serie J (Bay Trail, Gemini Lake) o Celeron de 5ª, 6ª o 7ª generación ofrecen un rendimiento tan limitado que, incluso si de alguna manera pudieran ejecutar Windows 11, la experiencia sería insufrible. Su potencia de procesamiento es insuficiente para las exigencias de un sistema operativo moderno y las aplicaciones actuales, resultando en un cuello de botella constante. Para un PC nuevo, incluso el más básico, deberíamos aspirar a un Celeron o Pentium de al menos la 10ª generación (Comet Lake) o superior, preferiblemente uno de los N-series más recientes o, mejor aún, un Core i3 de las últimas generaciones.
Los chips AMD que deben quedarse en el pasado
AMD ha experimentado un resurgimiento notable con su arquitectura Zen, pero incluso sus primeras incursiones en esta línea ya están empezando a sentir el peso de los nuevos requisitos de Windows.
Las arquitecturas Zen y Zen+ (Ryzen 1000 y 2000)
Los procesadores Ryzen de primera generación (serie 1000, como el Ryzen 5 1600X) y de segunda generación (serie 2000, como el Ryzen 7 2700X) marcaron el regreso triunfal de AMD a la competencia. Sin embargo, no están oficialmente soportados para Windows 11. Aunque muchos de ellos tienen el firmware TPM (fTPM) integrado en sus placas base (generalmente las chipsets 300 y 400), y se puede activar en la BIOS, Microsoft ha optado por certificar solo a partir de la serie Ryzen 3000 (Zen 2) y superiores.
Esto significa que, aunque un sistema con un Ryzen 2000 pueda instalar Windows 11, lo hará en una configuración "no soportada". Esto conlleva riesgos de no recibir actualizaciones futuras o de encontrarse con problemas de compatibilidad que Microsoft no se molestará en resolver para estas plataformas. Desde el punto de vista del rendimiento, las generaciones Ryzen 3000, 5000 y 7000 ofrecen mejoras significativas en IPC (instrucciones por ciclo), eficiencia energética y características, haciendo que los Ryzen 1000 y 2000 sean una elección pobre para un equipo nuevo. La lista oficial de procesadores AMD compatibles con Windows 11 está disponible en la página de Microsoft.
APU A-series y Athlon anteriores a Ryzen
Antes de la arquitectura Zen, AMD dependía en gran medida de sus APU de la serie A (Kaveri, Bristol Ridge, Carrizo, etc.) y los procesadores Athlon basados en arquitecturas como Piledriver o Excavator. Estos chips, incluso en su momento, luchaban por competir con los procesadores Intel equivalentes en rendimiento de CPU, aunque sus gráficos integrados solían ser superiores. Hoy en día, son completamente obsoletos para cualquier PC nuevo.
Su rendimiento es drásticamente inferior a cualquier procesador moderno de entrada de gama, carecen de cualquier característica de seguridad moderna exigida por Windows 11, y su eficiencia energética es muy pobre. Elegir un procesador de esta época para un equipo nuevo sería un error monumental, resultando en una experiencia extremadamente lenta y frustrante, además de completamente vulnerable a problemas de compatibilidad y seguridad.
Más allá de los requisitos mínimos: el rendimiento en Windows 11
Cumplir los requisitos mínimos de Windows 11 es una cosa; disfrutar de una experiencia de usuario fluida y óptima es otra muy diferente. Los procesadores modernos no solo cumplen con TPM 2.0 y Secure Boot, sino que ofrecen avances significativos en rendimiento, eficiencia y capacidades.
Windows 11 está diseñado para aprovechar arquitecturas híbridas de rendimiento y eficiencia (como las de Intel Alder Lake y Raptor Lake), características de seguridad mejoradas en el propio chip, y un mayor ancho de banda para tareas intensivas. Un procesador más antiguo, incluso si logra instalar Windows 11, simplemente no podrá ofrecer la misma velocidad en el arranque, la carga de aplicaciones, la multitarea o la gestión de gráficos. Funciones como DirectStorage, que acelera la carga de juegos y aplicaciones, o Auto HDR, que mejora la calidad visual, están optimizadas para el hardware más reciente. Personalmente, encuentro que subestimar la importancia del rendimiento general puede llevar a una rápida obsolescencia percibida del equipo, incluso si técnicamente sigue funcionando. Si quieres ver algunas comparativas, este artículo de PC Gamer (en inglés) profundiza en las diferencias de rendimiento entre ambos sistemas operativos.
¿Por qué no arriesgarse con un PC "nuevo" con hardware obsoleto?
La tentación de ahorrar dinero comprando componentes más antiguos o un PC preensamblado con especificaciones desfasadas puede ser fuerte. Sin embargo, en el contexto del fin de Windows 10, es una estrategia arriesgada y, a menudo, contraproducente.
Seguridad y actualizaciones
La razón más crítica para evitar procesadores "prohibidos" es la seguridad. Un PC nuevo que se ejecuta en una configuración no soportada por Windows 11 no tiene garantizadas las actualizaciones de seguridad. Esto deja tu sistema expuesto a vulnerabilidades y malware que podrían haber sido mitigados en plataformas oficialmente soportadas. Además, la falta de controladores actualizados para sistemas operativos más modernos puede llevar a inestabilidades o a la pérdida de funcionalidad de hardware. Las actualizaciones no son un lujo, son una necesidad fundamental en el entorno digital actual. La propia documentación de Microsoft advierte sobre los riesgos de instalar Windows 11 en hardware no soportado.
Experiencia de usuario
Un PC "nuevo" con hardware obsoleto ofrecerá una experiencia de usuario lenta y frustrante. Tiempos de arranque prolongados, aplicaciones que tardan en abrirse, multitarea deficiente y un rendimiento general que se siente lento son solo algunos de los problemas. La falta de soporte para funciones modernas de Windows 11 también limitará tu capacidad para aprovechar al máximo el nuevo sistema operativo. ¿De qué sirve tener un coche "nuevo" si no puede alcanzar la velocidad de la autopista?
La inversión a largo plazo
La compra de un PC nuevo es una inversión. Invertir en hardware que ya está al final de su vida útil o que no cumplirá con los estándares del sistema operativo predominante es una mala inversión. Un equipo así perderá su valor residual mucho más rápido, y te verás obligado a reemplazarlo antes de lo esperado, incurriendo en mayores costes a largo plazo. Es mi opinión que es preferible esperar un poco más y ahorrar para adquirir un equipo con componentes actuales y soportados, que te garantice años de buen servicio.
¿Qué buscar en un procesador para tu nuevo PC en 2024 (y más allá)?
Para un PC nuevo en la era post-Windows 10, la elección del procesador debe apuntar a la modernidad y la compatibilidad con Windows 11.
En Intel, esto significa buscar procesadores de 12ª generación (Alder Lake), 13ª generación (Raptor Lake) o 14ª generación (Meteor Lake/Raptor Lake Refresh) para equipos de escritorio. Para portátiles, la 12ª generación o superior es lo ideal. Estos chips no solo cumplen con todos los requisitos de Windows 11, sino que ofrecen arquitecturas híbridas de núcleos de rendimiento y eficiencia, gráficos integrados potentes (Intel Iris Xe), soporte para PCIe Gen 4/5 y memoria DDR4/DDR5, asegurando un rendimiento excelente y una gran eficiencia energética.
En AMD, la recomendación es optar por procesadores Ryzen de la serie 5000 (Zen 3) para una opción más económica pero aún muy capaz, o, preferiblemente, las series 7000 (Zen 4) u 8000 (Zen 4 con gráficos RDNA 3) para un rendimiento de vanguardia y las últimas características. Los Ryzen 3000 (Zen 2) son el mínimo absoluto para un nuevo PC AMD y aún así considero que son una opción justita. Estas generaciones ofrecen un rendimiento excepcional, eficiencia energética y soporte completo para las tecnologías modernas. Si necesitas más información sobre las últimas generaciones de CPUs, sitios como Tom's Hardware (en inglés) ofrecen comparativas muy detalladas.
En resumen, la inminente finalización del soporte de Windows 10 no es un mero cambio de versión, sino un catalizador que redefine lo que se considera un hardware "válido" para un nuevo PC. Elegir procesadores Intel de generaciones anteriores a la 8ª o AMD Ryzen 1000/2000, así como cualquier chip de gama baja más antiguo, para un equipo nuevo es un error que acarreará problemas de seguridad, rendimiento y, en última instancia, de frustración y un desperdicio de dinero. La inversión en un PC nuevo debe ser a prueba de futuro, y eso significa elegir un procesador que no solo cumpla con los requisitos de Windows 11, sino que también ofrezca el rendimiento y las características que el software moderno exige. No se trata de una prohibición literal, sino de una recomendación férrea: para tu nuevo compañero digital, opta siempre por lo actual, por la seguridad y por una experiencia sin concesiones.
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