La responsable comercial de la ONU asegura que la UE no será un socio fiable si rechaza el acuerdo con Mercosur

El mundo del comercio internacional es una compleja red de intereses económicos, estrategias geopolíticas y valores profundamente arraigados. En su esencia, la confianza y la fiabilidad constituyen la base de cualquier asociación duradera. Recientemente, una significativa advertencia ha resonado desde las esferas multilaterales, desafiando directamente la credibilidad y la dirección estratégica de uno de los bloques comerciales más influyentes del planeta: la Unión Europea. Rebeca Grynspan, Secretaria General de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), y figura clave en la arquitectura comercial global, ha lanzado una advertencia contundente. Su mensaje es claro y directo: si la Unión Europea decide finalmente rechazar el largamente negociado acuerdo comercial con el bloque sudamericano Mercosur, corre el riesgo de ser percibida como un "socio poco fiable" en el escenario internacional. Esta declaración no es meramente un comentario diplomático; es un pronunciamiento que pone de manifiesto las profundas implicaciones económicas, políticas y estratégicas que penden sobre la decisión europea, y subraya la delicada balanza entre los imperativos comerciales y las crecientes demandas en materia de sostenibilidad y derechos humanos en el comercio global. La posibilidad de que un acuerdo, gestado a lo largo de más de dos décadas, se desmorone, no solo tendría repercusiones para las economías directamente implicadas, sino que enviaría una señal potente sobre la voluntad de la UE para forjar alianzas comerciales significativas más allá de sus fronteras, en un momento donde la reconfiguración del orden mundial es más palpable que nunca.

Un acuerdo gestado durante décadas: el pacto UE-Mercosur

La responsable comercial de la ONU asegura que la UE no será un socio fiable si rechaza el acuerdo con Mercosur El acuerdo de asociación entre la Unión Europea y Mercosur –este último formado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, con Venezuela suspendida y Bolivia en proceso de adhesión– representa la culminación de un proceso negociador que se extiende por más de dos décadas, iniciado formalmente en 1999. Este pacto busca crear una de las mayores zonas de libre comercio del mundo, abarcando a más de 780 millones de personas y casi el 20% del PIB mundial. Su ambición es vasta: eliminar la gran mayoría de los aranceles sobre bienes y servicios, facilitar el comercio, reducir las barreras no arancelarias y establecer marcos de cooperación en áreas que van desde la propiedad intelectual hasta la contratación pública y el desarrollo sostenible.

Desde una perspectiva puramente económica, los beneficios potenciales son considerables para ambas partes, según los estudios de impacto realizados. Para la Unión Europea, el acuerdo abriría el acceso a un mercado de más de 260 millones de consumidores en América del Sur, diversificando sus exportaciones y proporcionando nuevas fuentes de materias primas y productos agrícolas. Sectores como la maquinaria de alta tecnología, la automoción, los productos químicos, los productos farmacéuticos y los servicios –incluyendo los financieros y de telecomunicaciones– se beneficiarían enormemente de la reducción de aranceles y la armonización de normativas. Esto no solo implicaría un aumento en el volumen de comercio, sino también una mejora en la competitividad de las empresas europeas al tener acceso a cadenas de suministro más diversificadas y a precios potencialmente más bajos para algunos insumos.

Por otro lado, los países de Mercosur verían facilitado el acceso a un mercado premium de más de 450 millones de consumidores en la UE, lo que impulsaría sus exportaciones agrícolas –carnes, cereales, frutas, zumos– y manufacturas ligeras, atrayendo inversión europea y promoviendo la modernización de sus economías a través de la transferencia de tecnología y la mejora de los procesos productivos. Para Mercosur, la diversificación de sus mercados de exportación es crucial para reducir la dependencia de economías individuales y fortalecer su resiliencia frente a las fluctuaciones del mercado global. Además, el acuerdo podría servir como un ancla para reformas económicas internas en los países sudamericanos, al alinear sus marcos regulatorios con los estándares internacionales, lo que, a su vez, podría mejorar el clima de inversión general.

Sin embargo, a pesar de sus atractivos económicos innegables, el acuerdo ha permanecido en un limbo de ratificación durante años, enfrentando una oposición significativa en varios frentes. Las principales objeciones no son nuevas y, de hecho, se han intensificado en los últimos años, especialmente en la esfera medioambiental y en el seno de los sectores agrícolas de la Unión Europea.

Los puntos de fricción y la postura europea

La reticencia de algunos estados miembros de la UE a ratificar el acuerdo se cimenta, en gran medida, en preocupaciones legítimas que han ganado tracción tanto en la opinión pública como en los parlamentos nacionales y europeos. El corazón de estas objeciones reside en tres pilares fundamentales que, para muchos, trascienden los beneficios económicos directos:
  1. Medioambiente y clima: La deforestación, particularmente en la Amazonía brasileña y en otras áreas de gran biodiversidad en la región de Mercosur, ha sido una preocupación central. Los críticos argumentan que el acuerdo, al facilitar las exportaciones agrícolas y de materias primas de Mercosur a la UE, podría incentivar indirectamente prácticas agrícolas insostenibles y la expansión de la frontera agrícola a expensas de los ecosistemas forestales. La falta de mecanismos de aplicación robustos y legalmente vinculantes para garantizar el cumplimiento de los compromisos medioambientales por parte de los países de Mercosur –especialmente los relacionados con el Acuerdo de París y la lucha contra la deforestación ilegal– es un punto de contención recurrente. Países como Francia, Austria, Irlanda y los Países Bajos, entre otros, han liderado esta preocupación. La postura de la UE ha evolucionado, demandando un instrumento adicional vinculante, un "protocolo adicional", sobre sostenibilidad que refuerce las garantías de cumplimiento.
  2. Sector agrícola europeo: Los agricultores europeos, particularmente en países con grandes sectores ganaderos, lácteos y productores de azúcar y cereales, temen la competencia desleal de productos agrícolas de Mercosur. Argumentan que estos productos a menudo se producen con estándares de costes y, según algunos, medioambientales o sanitarios diferentes a los exigidos en Europa, lo que les otorgaría una ventaja competitiva. Temen que la entrada de grandes volúmenes de carne de vacuno, aves de corral, azúcar o etanol sudamericano de bajo coste pueda deprimir los precios internos, dañar la viabilidad de sus explotaciones y, en última instancia, erosionar el modelo agrícola europeo, que ya enfrenta numerosos desafíos. Este lobby agrícola es muy potente y ha ejercido una presión considerable sobre los gobiernos y la Comisión Europea, haciendo de la agricultura un tema extremadamente sensible en las negociaciones.
  3. Estándares y regulaciones: Existe la preocupación subyacente de que el acuerdo, de alguna manera, pueda relajar o diluir los estrictos estándares de la UE en áreas como la seguridad alimentaria, el bienestar animal, la trazabilidad de los productos o el uso de ciertos pesticidas. Aunque la Comisión Europea insiste en que el acuerdo no comprometerá los estándares internos de la UE, y que todos los productos importados deben cumplir con la legislación europea al llegar a sus fronteras, la percepción de un "doble rasero" o de una competencia desigual persiste entre los críticos. Esta preocupación no solo es de orden técnico, sino que también se conecta con la confianza del consumidor y la visión de la UE como un bloque con altos valores en estas materias.

Aquí se puede consultar información detallada sobre el acuerdo en la web de la Comisión Europea.

La advertencia de la UNCTAD: ¿qué significa ser un "socio fiable"?

La declaración de Rebeca Grynspan no es trivial ni un mero formalismo. Procede de una institución, la UNCTAD, cuyo mandato es precisamente promover un comercio inclusivo y beneficioso para el desarrollo, y cuyo análisis suele estar fundamentado en una visión global de las dinámicas económicas y sus impactos sociales. Su advertencia de que la UE "no será un socio fiable" si rechaza el acuerdo con Mercosur conlleva un peso considerable y apunta a implicaciones que van más allá de las meras transacciones económicas o de los balances comerciales. Es una observación sobre la reputación y la credibilidad en el escenario geopolítico.

Ser un socio fiable en el ámbito internacional implica varias cosas cruciales:

  • Previsibilidad y compromiso: Demostrar la capacidad de culminar negociaciones complejas, que han requerido años de inversión diplomática y técnica, y honrar los acuerdos alcanzados. Un rechazo final, después de tanto tiempo y esfuerzo invertido por ambas partes, podría ser interpretado por otros bloques y países como una falta de compromiso con el multilateralismo, una reticencia a la toma de decisiones difíciles y, en última instancia, una debilidad en la propia palabra dada. ¿Por qué embarcarse en futuras negociaciones con un socio que podría echarse atrás en el último momento?
  • Capacidad de construcción de puentes: En un mundo cada vez más fragmentado y polarizado, la capacidad de la UE para forjar alianzas comerciales duraderas con otras regiones del mundo es crucial para su propia influencia global y para el mantenimiento de un orden internacional basado en reglas. Un fracaso en este acuerdo podría socavar su reputación como un bloque dispuesto a colaborar, a encontrar soluciones de compromiso y a tender puentes entre diferentes modelos económicos y culturas políticas.
  • Impacto geopolítico: El vacío dejado por una UE reticente a cerrar acuerdos comerciales significativos podría ser rápidamente llenado por otras potencias, en particular China, que ha estado expandiendo activamente su influencia económica y política en América Latina a través de inversiones masivas, préstamos y acuerdos comerciales. Para la UE, perder la oportunidad de solidificar una alianza estratégica con Mercosur significaría ceder terreno en una región clave, disminuyendo su proyección como actor global con voz propia y capacidad de moldear el futuro de la gobernanza global. La capacidad de la UE para establecer sus propias normas y valores en el comercio internacional y en la diplomacia también se vería mermada si no puede concretar acuerdos que los reflejen.

Desde mi punto de vista, la advertencia de Grynspan subraya la tensión inherente entre los intereses económicos de corto plazo, las presiones internas de sectores específicos, y la necesidad de una estrategia geopolítica coherente a largo plazo para la Unión Europea. La UE se encuentra en una encrucijada donde su ambición de ser un líder global en sostenibilidad y un campeón de los derechos humanos debe medirse con su capacidad de mantener y construir alianzas estratégicas significativas. No es una elección sencilla, pero las consecuencias de cada camino son profundas y duraderas.

Puedes leer la noticia directamente en el sitio web de UNCTAD.

El contexto geopolítico y las alternativas para Mercosur

La decisión de la UE sobre el acuerdo con Mercosur no se produce en un vacío. El panorama geopolítico global está en constante cambio, con nuevas alianzas emergiendo, reconfiguraciones de la cadena de valor global y viejas estructuras siendo desafiadas. América Latina, y Mercosur en particular, es un actor relevante en este escenario, con vastos recursos naturales, una población creciente y un potencial de desarrollo considerable.

Si la UE finalmente abandona el acuerdo, los países de Mercosur no se quedarán de brazos cruzados. Existen alternativas, y algunas ya están siendo exploradas activamente. China, por ejemplo, ha sido un socio comercial y de inversión cada vez más importante para América Latina en las últimas dos décadas, convirtiéndose en el principal socio comercial de países como Brasil, Argentina, Chile, Perú y Uruguay. Un rechazo por parte de la UE podría acelerar aún más la inclinación de los países de Mercosur hacia Pekín, fortaleciendo los lazos comerciales y la influencia geopolítica china en la región, en detrimento de la influencia europea y occidental. Uruguay, por ejemplo, ya ha manifestado abiertamente su interés en negociar un acuerdo de libre comercio bilateral con China si el pacto con la UE no avanza, lo que podría fracturar el propio bloque de Mercosur y debilitar su poder de negociación colectivo al permitir a sus miembros buscar acuerdos individuales.

Además de China, otros bloques comerciales y países, como la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), o incluso Estados Unidos (aunque con sus propias complejidades políticas y prioridades internas), podrían ver en el Mercosur una oportunidad para expandir su esfera de influencia. La UE perdería no solo un socio comercial significativo y una fuente de materias primas y alimentos, sino también la oportunidad de promover sus estándares, valores –como la democracia, los derechos humanos y la sostenibilidad– y su visión de la gobernanza global a través de un marco de cooperación más amplio y estratégico. Este "coste de oportunidad" geopolítico es, quizás, tan importante como el económico a largo plazo, ya que afecta directamente la capacidad de la UE para proyectar su poder blando y su influencia normativa en el mundo.

Explora más sobre la creciente influencia de China en América Latina aquí.

Los desafíos internos de la Unión Europea y el futuro del acuerdo

La Unión Europea, como entidad supranacional, se enfrenta a la compleja tarea de equilibrar los intereses a menudo divergentes de sus 27 estados miembros, cada uno con sus propias prioridades económicas, sensibilidades políticas, preocupaciones medioambientales y presiones internas. La dificultad para alcanzar un consenso sobre el acuerdo con Mercosur es un reflejo de esta compleja dinámica interna. Gobiernos como el francés, el austriaco o el irlandés han expresado objeciones significativas, algunos por la competencia agrícola, otros por las preocupaciones medioambientales. Por otro lado, países como España, Portugal, Alemania o Suecia han abogado por su ratificación, viendo en él una oportunidad estratégica para reforzar los lazos históricos y económicos con América Latina, y como un pilar en su estrategia de diversificación comercial.

La Comisión Europea, por su parte, ha trabajado incansablemente para abordar las preocupaciones planteadas, proponiendo instrumentos adicionales que busquen garantizar el cumplimiento de los compromisos medioambientales por parte de los países de Mercosur, como el ya mencionado "protocolo adicional". Sin embargo, la credibilidad y la capacidad de aplicación de estos mecanismos son objeto de debate, y la presión de los grupos de interés, en particular del potente sector agrícola, sigue siendo un factor decisivo que influye en la política de los estados miembros y en el parlamento europeo.

El futuro del acuerdo pende de un hilo. Una posible solución podría pasar por una renegociación limitada de ciertas cláusulas, especialmente aquellas relacionadas con la sostenibilidad, para introducir mecanismos de aplicación más robustos y creíbles, quizás con sanciones o mecanismos de monitoreo más estrictos. Sin embargo, esto también conlleva riesgos significativos: reabrir las negociaciones podría desencadenar nuevas demandas de ambas partes, desestabilizando el delicado equilibrio alcanzado hasta ahora, y alargar aún más un proceso que ya ha sido excesivamente prolongado, aumentando la fatiga negociadora. La alternativa, la paralización o el abandono definitivo, no solo frustraría las aspiraciones económicas de muchos, sino que, como advierte Rebeca Grynspan, podría proyectar una imagen de la UE como un actor reacio a culminar sus ambiciones comerciales y diplomáticas, con un coste reputacional considerable.

En un mundo que clama por la acción climática, la protección de la biodiversidad y la justicia social, es comprensible que la UE intente asegurar que sus acuerdos comerciales reflejen estos valores y no socaven sus propios objetivos en estas áreas. No obstante, la estrategia de "o todo o nada" en ocasiones puede ser contraproducente en la diplomacia y el comercio internacional, especialmente cuando se trata de socios con diferentes niveles de desarrollo y realidades políticas. Una aproximación más pragmática podría buscar vías para que el acuerdo, con los mecanismos de control adecuados, sirva como palanca para incentivar reformas y el cumplimiento de estándares en Mercosur, en lugar de ser un obstáculo insuperable que derive en el aislamiento. El diálogo constructivo y la cooperación para elevar los estándares son, en mi opinión, más efectivos a largo plazo para lograr un cambio real y duradero que la simple retirada o la falta de compromiso.

Este artículo de El Confidencial analiza las posturas de Francia y Brasil ante el acuerdo.

Conclusión: Una decisión con profundas ramificaciones

La advertencia de la Secretaria General de UNCTAD, Rebeca Grynspan, resuena como un llamado de atención urgente en el panorama global. La decisión final de la Unión Europea sobre el acuerdo con Mercosur trasciende los meros cálculos económicos y se adentra de lleno en el terreno de la estrategia geopolítica, la coherencia de su política exterior y la definición misma de la identidad de la UE como actor global. Rechazar el acuerdo no solo supondría la pérdida de una oportunidad económica bilateral significativa para ambos bloques, que podría cuantificarse en miles de millones de euros en comercio e inversión, sino que podría erosionar gravemente la reputación de la UE como un socio comercial fiable y un promotor efectivo del multilateralismo. También podría dejar un vacío de influencia que otras potencias, con diferentes visiones y agendas, estarían más que dispuestas a llenar, alterando el equilibrio de poder en América Latina y, por ende, en el tablero geopolítico mundial.

La UE se enfrenta al desafío de conciliar sus legítimas preocupaciones medioambientales y agrícolas, que reflejan valores profundamente arraigados en su sociedad, con la necesidad imperiosa de consolidar alianzas estratégicas en un entorno global cada vez más competitivo y fragmentado. La búsqueda de un equilibrio delicado entre la ambición de establecer estándares elevado

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