La inteligencia artificial pro-worker: ¿una quimera o el camino hacia un futuro laboral más equitativo?

El panorama global se encuentra en una encrucijada tecnológica y social sin precedentes. La inteligencia artificial (IA) avanza a pasos agigantados, prometiendo transformar desde la medicina hasta la manufactura, pasando por cada faceta de nuestras vidas. Sin embargo, esta promesa viene acompañada de una sombra persistente: el temor a la automatización masiva y la obsolescencia de innumerables puestos de trabajo. En este contexto de incertidumbre y esperanza, las palabras de figuras como Daron Acemoglu, el laureado economista del MIT y premio Nobel de Economía, resuenan con una lucidez particular. Durante su intervención en el prestigioso Vigo Global Summit, Acemoglu no solo abordó el elefante en la habitación, sino que propuso una dirección clara y ambiciosa: "La IA pro-worker es más beneficiosa que la idea de automatización". Esta declaración, lejos de ser una simple frase, encapsula una filosofía que podría redefinir nuestro futuro colectivo. Es una invitación a repensar no solo qué podemos hacer con la IA, sino cómo debemos usarla para construir sociedades más prósperas y justas.

La visión de Daron Acemoglu: más allá de la mera eficiencia

La inteligencia artificial pro-worker: ¿una quimera o el camino hacia un futuro laboral más equitativo?

Daron Acemoglu no es un economista cualquiera. Su trabajo, reconocido con el premio Nobel, se ha centrado en las profundas interacciones entre instituciones, tecnología y desarrollo económico. Su perspectiva está anclada en una comprensión matizada de cómo los avances tecnológicos pueden tanto empoderar como desempoderar a las poblaciones, dependiendo de cómo se diseñen y utilicen. Cuando Acemoglu habla de "IA pro-worker", no se refiere a una tecnología que simplemente automatiza tareas para reducir costos laborales. Por el contrario, postula una IA diseñada deliberadamente para complementar las habilidades humanas, aumentar la productividad de los trabajadores, mejorar la seguridad laboral y, en última instancia, elevar los salarios y el bienestar general.

La distinción es crucial. Durante décadas, el debate sobre la automatización ha girado en torno a la eficiencia y la sustitución. Las máquinas, se argumentaba, son mejores, más rápidas y más baratas para realizar ciertas tareas repetitivas o peligrosas. Y si bien esto es innegable en muchos casos, la consecuencia a menudo ha sido la destrucción de empleo en sectores específicos, el estancamiento salarial para aquellos con habilidades más fácilmente reemplazables, y un aumento de la desigualdad. Acemoglu, basándose en una sólida evidencia histórica, nos recuerda que la tecnología no es un destino inmutable, sino una elección. Podemos elegir desarrollar una IA que desplaza a los trabajadores, o podemos optar por una IA que los potencie. La primera opción maximiza la ganancia corporativa a corto plazo a expensas del tejido social; la segunda busca una prosperidad más distribuida y sostenible.

Mi opinión personal aquí es que Acemoglu acierta de lleno al poner el foco en el diseño intencional de la tecnología. Es demasiado fácil caer en la falacia de que la IA simplemente "sucede" y debemos adaptarnos. En realidad, detrás de cada algoritmo y cada sistema hay decisiones humanas que orientan su desarrollo.

La inteligencia artificial pro-worker en la práctica: ejemplos y potencial

¿Qué significa realmente una IA "pro-worker"? No es una idea abstracta, sino una dirección con ejemplos concretos y un enorme potencial. Pensemos en una IA que asiste a los médicos en el diagnóstico, permitiéndoles dedicar más tiempo a la interacción con el paciente y a casos complejos, en lugar de reemplazar su juicio clínico. O en robots colaborativos (cobots) que trabajan junto a los operarios en las fábricas, asumiendo tareas de levantamiento pesado o manipulación precisa, pero dejando el control y la toma de decisiones al ser humano. Estos cobots no sustituyen al trabajador, sino que aumentan su capacidad física y reducen el riesgo de lesiones.

Otro ejemplo palpable se encuentra en las herramientas de IA que personalizan el aprendizaje y el desarrollo de habilidades. Al identificar las fortalezas y debilidades de un empleado, una IA podría recomendar cursos específicos, ofrecer simulaciones de entrenamiento y facilitar el acceso a mentores, permitiendo a los trabajadores adaptarse a nuevas exigencias del mercado o ascender en sus carreras. Esto es radicalmente diferente a una IA que simplemente automatiza una función, dejando al trabajador sin un rol claro.

Un aspecto fascinante de la IA pro-worker es su capacidad para democratizar el acceso a herramientas y conocimientos avanzados. Por ejemplo, en el ámbito de la investigación, la IA puede procesar y analizar volúmenes masivos de datos, liberando a los científicos para centrarse en la formulación de hipótesis y la interpretación de resultados. En el servicio al cliente, en lugar de reemplazar a los agentes, la IA puede actuar como un asistente inteligente, proporcionando acceso instantáneo a información relevante y sugiriendo respuestas, mejorando la eficiencia y la calidad del servicio ofrecido por el agente humano.

Para profundizar en las ideas de Acemoglu, su página en el MIT es un excelente punto de partida.

El contraste con la automatización pura y sus consecuencias

La "idea de automatización" a la que se refiere Acemoglu, en su forma más cruda y no dirigida, busca principalmente la reducción de costos laborales. Esta visión se enfoca en identificar tareas que pueden ser realizadas por máquinas de manera más económica y eficiente que por humanos, sin considerar necesariamente el impacto en la fuerza laboral o en la estructura social. Las consecuencias de esta aproximación pueden ser severas:

  1. Desempleo estructural: En industrias donde las tareas son altamente repetitivas, la automatización puede llevar a la pérdida masiva de empleos, sin que existan alternativas viables para los trabajadores desplazados.
  2. Polarización del mercado laboral: La IA podría eliminar los trabajos de cualificación media, dejando solo empleos de alta cualificación (difíciles de automatizar) y empleos de baja cualificación (que requieren habilidades humanas que la IA no puede replicar, o que son demasiado baratos para justificar la inversión en automatización). Esto agudiza la brecha salarial y social.
  3. Estancamiento salarial: Incluso para aquellos que conservan sus empleos, la amenaza constante de la automatización puede suprimir las negociaciones salariales, ya que la mano de obra humana es vista como un costo que debe minimizarse frente a la opción de la máquina.
  4. Aumento de la desigualdad: La riqueza generada por la automatización tiende a concentrarse en los propietarios del capital y en los pocos que tienen las habilidades para diseñar, implementar y gestionar estas tecnologías, exacerbando las disparidades económicas.
  5. Desintegración social: La pérdida de empleo y la precariedad laboral pueden tener un impacto devastador en la cohesión social, alimentando la frustración, el resentimiento y el malestar político.

Acemoglu y su colega Simon Johnson han explorado en profundidad estas dinámicas en su libro "Power and Progress: Our Thousand-Year Struggle Over Technology and Prosperity", donde argumentan que la dirección de la tecnología ha sido históricamente moldeada por las decisiones de las élites y que es posible, y necesario, redirigirla.

El desafío de la implementación: ¿cómo fomentar la IA pro-worker?

La visión de la IA pro-worker es atractiva, pero su materialización no es automática. Requiere un esfuerzo concertado y políticas deliberadas por parte de gobiernos, empresas, instituciones educativas y la sociedad civil.

El papel de la política y la regulación

Los gobiernos tienen una responsabilidad fundamental en la configuración del panorama tecnológico. Esto implica:

  • Incentivos fiscales: Ofrecer beneficios fiscales a las empresas que inviertan en tecnologías de IA que complementen la mano de obra y mejoren las condiciones laborales, en lugar de solo sustituirlas.
  • Regulación de la IA: Desarrollar marcos regulatorios que promuevan el diseño ético y responsable de la IA, asegurando que se respeten los derechos laborales, la privacidad y la seguridad. Esto podría incluir requisitos para que las empresas demuestren cómo sus implementaciones de IA benefician o, al menos, no perjudican a sus trabajadores.
  • Inversión en investigación y desarrollo: Financiar la investigación en IA que se centre específicamente en el aumento de las capacidades humanas, la colaboración hombre-máquina y la creación de nuevas tareas y roles.
  • Diálogo social: Fomentar plataformas de diálogo entre gobiernos, empresas y sindicatos para discutir y acordar estrategias para una transición tecnológica justa. Los sindicatos, lejos de ser un obstáculo, pueden ser un aliado crucial en la promoción de una IA que sirva a los intereses de los trabajadores.

Organizaciones como la OCDE están trabajando activamente en políticas para una IA responsable e inclusiva.

La transformación de la educación y la formación

Si la IA pro-worker va a complementar a los humanos, los humanos necesitan las habilidades para trabajar con ella. Esto implica una reforma educativa profunda:

  • Educación continua: Establecer programas robustos de formación y reciclaje profesional que permitan a los trabajadores adquirir nuevas habilidades a lo largo de toda su vida laboral. Esto no solo se refiere a habilidades técnicas (como programación o análisis de datos), sino también a habilidades blandas como el pensamiento crítico, la resolución de problemas, la creatividad y la inteligencia emocional, que son difíciles de replicar por la IA.
  • Adaptación curricular: Las instituciones educativas, desde la escuela primaria hasta la universidad, deben adaptar sus planes de estudio para preparar a las nuevas generaciones para un mundo en el que la colaboración con la IA será la norma.
  • Inversión pública: Asegurar que estos programas de formación sean accesibles para todos, especialmente para aquellos que corren el mayor riesgo de ser desplazados por la automatización.

La responsabilidad empresarial

Las empresas, como principales adoptadoras y desarrolladoras de IA, tienen un papel ético y estratégico crucial:

  • Cambio de mentalidad: Pasar de una mentalidad de "optimización de costos" a una de "aumento del capital humano" en sus estrategias de IA.
  • Diseño centrado en el humano: Invertir en IA que esté diseñada para empoderar a los trabajadores, mejorar la calidad del trabajo y crear nuevos roles, en lugar de solo reducir personal.
  • Transparencia: Ser transparentes sobre cómo se utiliza la IA y su impacto en la fuerza laboral, y colaborar con los empleados en la implementación de nuevas tecnologías.

Un estudio de la consultora McKinsey sobre el futuro del trabajo ofrece insights sobre cómo las empresas pueden adaptarse.

La trascendencia de la IA pro-worker para la economía global

La adopción de una estrategia de IA pro-worker no es solo una cuestión de justicia social; es una necesidad económica imperativa. Un enfoque que prioriza la automatización sin contrapesos puede generar un crecimiento económico desequilibrado, donde la productividad aumenta, pero los beneficios no se distribuyen ampliamente, lo que conduce a una demanda agregada débil y a una inestabilidad social.

Por el contrario, una IA que empodera a los trabajadores puede desencadenar un ciclo virtuoso:

  • Aumento de la productividad y los salarios: Al dotar a los trabajadores de herramientas más potentes, su productividad individual aumenta, lo que justifica salarios más altos y fomenta una mayor participación en los beneficios económicos.
  • Creación de nuevos empleos y tareas: La IA, en lugar de eliminar empleos, puede crear una vasta gama de nuevas tareas y roles que requieran la supervisión humana, la creatividad y la resolución de problemas. Pensemos en los "entrenadores de IA", los "diseñadores de experiencia colaborativa" o los "analistas de impacto ético de la IA".
  • Innovación y crecimiento inclusivo: Una fuerza laboral más capacitada y empoderada es más innovadora y adaptable, lo que impulsa el crecimiento económico a largo plazo de una manera más sostenible y equitativa.
  • Estabilidad social: La reducción de la desigualdad y la mejora de las condiciones laborales contribuyen a una mayor cohesión social y a la estabilidad política, factores esenciales para cualquier economía próspera.

El argumento de Acemoglu no es una utopía tecnológica, sino un pragmatismo necesario. Ignorar el impacto social y laboral de la IA es jugar con fuego. Optar por la IA pro-worker es invertir en un futuro donde la tecnología sirve a la humanidad, en lugar de dominarla.

Para una perspectiva internacional sobre el impacto de la IA en el empleo, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ofrece informes valiosos.

Conclusión: un futuro con propósito y responsabilidad

Las palabras de Daron Acemoglu en el Vigo Global Summit no son solo una reflexión académica; son un llamado a la acción. Nos instan a ser deliberados, éticos y visionarios en la forma en que desarrollamos e implementamos la inteligencia artificial. La elección no es entre "con IA" o "sin IA", sino entre una IA que simplemente automatiza y desplaza, y una IA que complementa, empodera y eleva las capacidades humanas.

Este camino hacia una "IA pro-worker" no será fácil. Enfrentaremos inercias institucionales, presiones de mercado y debates éticos complejos. Sin embargo, la recompensa es inmensa: un futuro donde la tecnología no solo aumenta la productividad, sino que también fomenta una prosperidad más compartida, reduce la desigualdad y fortalece el tejido social. Es un futuro donde el propósito de la innovación es mejorar la condición humana en su conjunto, no solo maximizar los rendimientos de unos pocos. El legado que dejaremos a las próximas generaciones dependerá, en gran medida, de las decisiones que tomemos hoy sobre cómo queremos que la inteligencia artificial moldee nuestro mundo.

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