El crecimiento sin empleo y el desafío de la generación Z

La narrativa económica tradicional nos ha enseñado que el crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) es sinónimo de prosperidad, de más oportunidades y, fundamentalmente, de más empleo. Es una ecuación que ha regido nuestra comprensión del progreso durante décadas. Sin embargo, en pleno siglo XXI, una inquietante paradoja se ha instalado en el corazón de muchas economías avanzadas, y también emergentes: estamos experimentando un "crecimiento sin empleo". Los indicadores macroeconómicos pueden mostrar cifras de expansión, pero la generación de puestos de trabajo de calidad no sigue el mismo ritmo, dejando a una parte significativa de la población en la incertidumbre. Y, en el epicentro de esta tormenta, se encuentra la generación Z, los jóvenes que ahora mismo están tratando de abrirse camino en un mercado laboral que parece ofrecerles menos de lo que sus predecesores disfrutaron.

Esta situación no es una simple anomalía temporal; es un cambio estructural profundo con implicaciones a largo plazo para la cohesión social, la distribución de la riqueza y el futuro de las aspiraciones individuales. Para la generación Z, aquellos nacidos aproximadamente entre mediados de los 90 y principios de los 2010, este panorama se traduce en una dificultad sin precedentes para encontrar empleo, para lograr estabilidad y para construir una trayectoria profesional sólida. Entran en la edad adulta con un nivel de preparación educativa a menudo superior al de generaciones anteriores, con un dominio tecnológico innato y con una sed de impacto y propósito. Sin embargo, se topan con un muro de contención que no siempre es evidente en las cifras generales de crecimiento. Mi opinión es que ignorar esta realidad no solo es miope, sino que es una receta para el descontento y la desmotivación a gran escala, con consecuencias impredecibles para la sociedad. Es crucial entender los mecanismos detrás de este fenómeno para poder diseñar estrategias que permitan a esta generación no solo sobrevivir, sino prosperar.

¿Qué es el crecimiento sin empleo y por qué nos preocupa?

El crecimiento sin empleo y el desafío de la generación Z

El concepto de "crecimiento sin empleo" —o "jobless growth", como se conoce en el ámbito anglosajón— describe un escenario económico donde el PIB de un país aumenta, pero la tasa de empleo permanece estancada, o incluso disminuye. Es una disociación entre la producción de bienes y servicios y la creación de oportunidades laborales. Lejos de ser un fenómeno nuevo, sus raíces se remontan a épocas de reconversión industrial, pero su aceleración y alcance actuales lo hacen particularmente preocupante. Ya a principios de los 2000, economistas y organismos internacionales empezaron a alertar sobre esta tendencia. Si el crecimiento económico no se traduce en bienestar general a través del empleo, su legitimidad y sostenibilidad a largo plazo se ven comprometidas. Es un síntoma de que algo fundamental en la maquinaria económica está cambiando.

La disrupción tecnológica como motor

La causa más citada y, quizás, la más potente detrás del crecimiento sin empleo es la imparable disrupción tecnológica. La automatización, la robótica avanzada y, más recientemente, la inteligencia artificial (IA), están redefiniendo el panorama laboral a una velocidad sin precedentes. Máquinas y algoritmos son cada vez más capaces de realizar tareas que antes requerían mano de obra humana, y no solo en la manufactura o la logística, sino también en sectores de servicios, la administración e incluso en roles creativos y de análisis.

Esta sustitución tiene un doble efecto. Por un lado, aumenta la productividad de las empresas, permitiéndoles producir más con menos personal, lo que impulsa el PIB. Por otro lado, reduce la necesidad de trabajadores para tareas repetitivas o predecibles, eliminando empleos en masa. Aunque es cierto que la tecnología también crea nuevos puestos de trabajo, estos suelen requerir habilidades altamente especializadas, dejando a una gran parte de la fuerza laboral desactualizada o sin las competencias necesarias para la nueva economía. A menudo, se habla de una "brecha de habilidades" que se ensancha a medida que la tecnología avanza. Es mi firme creencia que la velocidad de esta transformación tecnológica es lo que diferencia la situación actual de otras revoluciones industriales; no solo estamos viendo cambios, sino una aceleración constante que exige una capacidad de adaptación individual y estructural nunca vista.

Globalización y externalización

Otro factor crucial es la globalización. Las empresas tienen la capacidad de mover su producción o sus servicios a lugares donde los costes laborales son más bajos, a través de la externalización o la deslocalización. Esto presiona a la baja los salarios y reduce la creación de empleo en los países de origen, incluso cuando sus economías crecen por el aumento del consumo y la inversión en otros sectores. Aunque la globalización ha traído innegables beneficios en términos de eficiencia y acceso a bienes, su impacto en la dinámica del mercado laboral doméstico ha sido complejo y, en ocasiones, perjudicial para la creación de empleo de valor añadido.

Cambios en la estructura empresarial

La estructura misma de las empresas también ha evolucionado. La proliferación de compañías de base tecnológica y plataformas digitales, a menudo "asset-light" (con pocos activos físicos) y con un alto grado de automatización, ha demostrado que se pueden alcanzar valoraciones de miles de millones de dólares con plantillas de personal relativamente pequeñas. Pensemos en las grandes empresas tecnológicas que, con menos empleados que corporaciones industriales tradicionales, generan ingresos y valor de mercado masivos. Esta tendencia contribuye a que el crecimiento del PIB se concentre en sectores con menor intensidad de mano de obra, mermando el efecto multiplicador sobre el empleo que solían tener otros sectores. Asimismo, la economía gig, aunque ofrece flexibilidad, también puede conducir a la precarización y a la falta de estabilidad laboral para muchos, algo que afecta directamente a la capacidad de construir una carrera sólida.

Políticas económicas y fiscales

Finalmente, las políticas económicas y fiscales también juegan un papel. Períodos de austeridad, la falta de inversión pública en sectores estratégicos intensivos en mano de obra o la concentración excesiva de la riqueza pueden exacerbar el problema. Si las políticas no promueven la redistribución, la inversión en capital humano y la creación de un entorno favorable para la pequeña y mediana empresa (que tradicionalmente son grandes generadoras de empleo), el crecimiento puede beneficiar a unos pocos mientras la mayoría lucha por encontrar su lugar.

La generación Z frente a un panorama incierto

La generación Z, que está o estará entrando en el mercado laboral, se enfrenta a este complejo escenario con un conjunto de características propias. Son nativos digitales, acostumbrados a la inmediatez y a un vasto acceso a la información. Han crecido en un mundo globalizado y en constante cambio, lo que les ha otorgado una capacidad de adaptación y una mentalidad abierta. Sin embargo, también son una generación que ha vivido crisis económicas, ha sido testigo de la precarización laboral y, en muchos casos, ha invertido considerablemente en educación superior, con la expectativa de obtener un retorno que ahora parece elusivo.

Desempleo juvenil crónico y subempleo

La consecuencia más directa del crecimiento sin empleo es el desempleo juvenil crónico y el subempleo. Mientras que las tasas de desempleo general pueden fluctuar, el desempleo entre los jóvenes a menudo permanece obstinadamente alto en muchos países. Incluso cuando encuentran trabajo, este puede no estar a la altura de sus cualificaciones (subempleo) o ser temporal, a tiempo parcial o mal remunerado, impidiéndoles adquirir la experiencia y las habilidades necesarias para avanzar. Esto crea un círculo vicioso: sin experiencia no pueden acceder a empleos cualificados, y sin empleos cualificados no pueden adquirir experiencia relevante. Es una frustrante carrera de obstáculos en la que muchos se quedan rezagados antes incluso de empezar.

La brecha de habilidades exacerbada

A pesar de su innata capacidad digital, la generación Z no está exenta de la brecha de habilidades. El sistema educativo tradicional a menudo no se ha adaptado lo suficientemente rápido a las demandas del mercado laboral. Se gradúan con conocimientos teóricos sólidos, pero quizás carecen de las "habilidades blandas" (soft skills) como el pensamiento crítico, la resolución de problemas complejos, la adaptabilidad, la inteligencia emocional o la comunicación efectiva, que son cada vez más valoradas. Además, las habilidades técnicas específicas demandadas (programación avanzada, análisis de datos, ciberseguridad, machine learning, etc.) evolucionan tan rápido que lo aprendido en la universidad puede quedar obsoleto en pocos años. Para mí, esto subraya la necesidad de entender la educación no como una etapa finita, sino como un proceso continuo de aprendizaje y reciclaje profesional a lo largo de toda la vida.

Impacto en la salud mental y el bienestar

No podemos pasar por alto el impacto de esta incertidumbre laboral en la salud mental y el bienestar de la generación Z. La constante presión por encontrar trabajo, la inestabilidad económica, la dificultad para lograr la independencia y el retraso en hitos vitales como la compra de una vivienda o la formación de una familia, generan una carga significativa de estrés, ansiedad y frustración. La percepción de un futuro menos prometedor que el de sus padres, a pesar de su esfuerzo y preparación, es un factor desmoralizador que puede tener consecuencias sociales y personales muy graves. Este es un aspecto que las políticas públicas y las empresas deben abordar con seriedad, entendiendo que el capital humano es el recurso más valioso de una nación.

Estrategias y caminos a seguir

Frente a este complejo desafío, no podemos limitarnos a la lamentación. Es imperativo buscar y aplicar soluciones, tanto a nivel individual como estructural. La generación Z posee herramientas y una mentalidad que, bien canalizadas, pueden ser su mayor activo.

Para la generación Z: fomentar la adaptabilidad y el aprendizaje continuo

La adaptabilidad es la nueva moneda de cambio. Los jóvenes deben asumir que la formación no termina con el título universitario. Plataformas de formación online como Coursera, edX, o LinkedIn Learning ofrecen cursos y certificaciones en habilidades de alta demanda. Es fundamental identificar las habilidades del futuro (análisis de datos, IA, programación, ciberseguridad, gestión de proyectos, idiomas, comunicación estratégica) y dedicarse a adquirirlas. Desarrollar las "habilidades blandas" mencionadas, como la resiliencia, la creatividad y el pensamiento crítico, también es crucial, ya que estas son más difíciles de automatizar y son valoradas en cualquier rol.

Explorar nichos y el emprendimiento también puede ser un camino viable. La economía digital ha democratizado el acceso a herramientas que permiten crear negocios con una inversión inicial reducida. Identificar necesidades no cubiertas en el mercado, aprovechar la conectividad global y utilizar las redes sociales para construir una marca personal o un negocio pueden abrir puertas. El freelancing y la economía gig, si bien con sus riesgos, también pueden ser un trampolín para adquirir experiencia y contactos.

Finalmente, el networking efectivo es más importante que nunca. Construir relaciones profesionales significativas, buscar mentores y participar activamente en comunidades o eventos sectoriales puede abrir puertas a oportunidades ocultas y proporcionar una valiosa perspectiva.

Para gobiernos y empresas: políticas activas de empleo y reconversión

A nivel macro, la responsabilidad recae en gobiernos y empresas para crear un entorno más propicio. Los gobiernos deben invertir masivamente en políticas activas de empleo que incluyan la reconversión profesional, la formación continua y la adaptación de los planes de estudio a las necesidades reales del mercado. La colaboración entre el sector público, las universidades y las empresas es vital para cerrar la brecha entre la oferta educativa y la demanda laboral. Incentivos fiscales para la contratación de jóvenes, apoyo al emprendimiento y a las PYMES (que son los motores de la creación de empleo) son medidas necesarias.

Mi punto de vista es que la inversión pública en investigación y desarrollo, así como en sectores estratégicos con alto potencial de crecimiento y creación de empleo de calidad, es un motor indispensable. No podemos dejar que el mercado, por sí solo, resuelva una disfunción estructural de esta magnitud.

Las empresas, por su parte, tienen la responsabilidad social de invertir en la formación y el reciclaje de sus empleados, especialmente los más jóvenes. Adoptar modelos de negocio más sostenibles e inclusivos, y repensar el valor del trabajo humano en una era de automatización, son pasos cruciales. La creación de programas de prácticas significativas, donde los jóvenes puedan adquirir experiencia real y cualificada, es otro pilar fundamental.

Conclusión

El crecimiento sin empleo es una realidad ineludible que ha transformado el panorama laboral, especialmente para la generación Z. Este fenómeno, impulsado por la tecnología, la globalización y cambios estructurales, presenta desafíos sin precedentes para la inserción y progresión profesional de los jóvenes. Sin embargo, no es una situación sin salida. La generación Z, con su agilidad digital y su mentalidad abierta, posee un enorme potencial para adaptarse y prosperar. Pero su éxito dependerá, en gran medida, de un esfuerzo concertado.

Requiere que los jóvenes tomen las riendas de su propio desarrollo, abrazando el aprendizaje continuo y la adaptabilidad. Y, de manera igualmente crítica, exige que los gobiernos y las empresas asuman su rol, diseñando políticas que promuevan la formación relevante, la innovación inclusiva y la creación de empleo de valor. Solo mediante una estrategia multifacética, que combine la iniciativa individual con el apoyo estructural, podremos asegurar que el "crecimiento" se traduzca en una "prosperidad" que alcance a todos, y que la generación Z pueda construir el futuro que merece. Este es el momento de actuar, de redefinir el contrato social del trabajo y de asegurar que el progreso tecnológico sirva al bienestar humano, y no al revés.

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