Antonio Damasio y el valor de la atención humana

En un mundo cada vez más interconectado, donde la inteligencia artificial (IA) se integra de manera omnipresente en nuestra vida cotidiana, rara vez nos detenemos a considerar sus ramificaciones más sutiles, pero profundamente humanas. No hablamos de escenarios apocalípticos de robots dominantes, ni siquiera de la preocupación por la pérdida masiva de empleos. En cambio, uno de los neurocientíficos más influyentes de nuestro tiempo, Antonio Damasio, ganador del prestigioso Premio Príncipe de Asturias, ha puesto el dedo en una llaga que nos afecta a todos de forma íntima: "El principal peligro de la IA es que roba la atención a las personas que nos rodean". Esta afirmación, tan directa como perspicaz, nos invita a una profunda reflexión sobre lo que estamos perdiendo en esta carrera tecnológica y sobre la esencia misma de nuestra humanidad. ¿Es posible que, mientras nos maravillamos con las capacidades de la IA, estemos erosionando las bases de nuestras conexiones sociales y nuestra capacidad de presencia? La tesis de Damasio nos obliga a mirar más allá de las funcionalidades de la IA y a considerar su impacto en nuestro tejido social y en nuestra propia conciencia.

El valor de la atención en la era digital

Antonio Damasio y el valor de la atención humana

La atención es, sin duda, uno de los recursos cognitivos más valiosos y finitos que poseemos. Es el foco a través del cual percibimos el mundo, procesamos información, aprendemos y, crucialmente, nos conectamos con los demás. Antes de la era digital, nuestra atención estaba principalmente dirigida a nuestro entorno físico y a las interacciones cara a cara. Hoy, sin embargo, vivimos inmersos en una "economía de la atención", donde multitud de dispositivos, plataformas y algoritmos compiten ferozmente por cada segundo de nuestra concentración. Las pantallas se han convertido en ventanas a un universo de información y entretenimiento aparentemente ilimitado, y la IA es la orquestadora principal de este espectáculo, diseñada con una precisión quirúrgica para capturar y retener nuestra mirada.

Este cambio ha tenido profundas implicaciones. La atención ya no es un faro estable, sino una vela titilante, constantemente desviada por notificaciones, alertas y un flujo interminable de contenido personalizado. Esta fragmentación constante no solo afecta nuestra capacidad para concentrarnos en tareas complejas o para el pensamiento profundo, sino que, como señala Damasio, tiene un efecto corrosivo en nuestras relaciones interpersonales. Cuando estamos con alguien, pero nuestra mente y nuestra mirada están divididas entre esa persona y la pantalla de nuestro móvil, la calidad de la interacción se resiente drásticamente. Lo que antes era un intercambio completo de presencia, miradas y gestos, se convierte en un acto superficial, teñido de una ausencia que el interlocutor percibe, consciente o inconscientemente. Personalmente, me preocupa ver cómo incluso en reuniones familiares o de amigos, la conversación se interrumpe constantemente porque alguien está revisando el móvil, creando burbujas de aislamiento dentro de la propia colectividad.

La visión de Antonio Damasio: Más allá de la ética técnica

Antonio Damasio no es un tecnólogo, sino un neurocientífico cuyo trabajo ha transformado nuestra comprensión de la conciencia, las emociones y la toma de decisiones. Su perspectiva, por tanto, se ancla en un profundo entendimiento de la mente humana. Para él, la IA no es una amenaza existencial en el sentido de una Skynet, sino un agente que, a través de su diseño y su omnipresencia, está reconfigurando nuestra arquitectura mental y social de formas que apenas empezamos a comprender. Su preocupación se centra en lo que la IA nos está haciendo como seres humanos en el plano más fundamental: nuestra capacidad de sentir, de empatizar y de estar presentes para los demás.

Cuando Damasio habla de que la IA "roba" la atención, no se refiere a un robo físico, sino a una distracción sistemática y algorítmicamente diseñada. No es una preocupación por la "superinteligencia" o la dominación de la máquina, sino por la erosión de la experiencia humana básica. Su obra ha enfatizado siempre la interconexión entre las emociones, la razón y el cuerpo, y cómo todo ello construye nuestra subjetividad y nuestra capacidad de relacionarnos con el mundo y con los demás. Si nuestra atención, que es el portal a la experiencia y a la interacción significativa, está siendo constantemente secuestrada, ¿qué queda de la rica tapestry de la existencia humana que Damasio ha dedicado su vida a desentrañar? Su advertencia no es una condena a la IA per se, sino una llamada de atención sobre cómo la estamos permitiendo moldear nuestra existencia, quizás sin el debido escrutinio de sus efectos más íntimos y personales. Creo firmemente que esta es una de las advertencias más importantes y a menudo ignoradas en el debate sobre la IA. Se enfoca en lo que nos hace humanos y en cómo la tecnología está alterando precisamente eso.

Para conocer más sobre la perspectiva de Damasio, se puede consultar su perfil en la Fundación Princesa de Asturias: Antonio Damasio, Premio Príncipe de Asturias.

El mecanismo del robo de atención

Comprender cómo la IA logra este "robo" no es difícil si observamos el diseño inherente de muchas de las plataformas y aplicaciones que usamos a diario. La mayoría de los servicios digitales que consumimos son gratuitos, pero su verdadero valor reside en nuestra atención, que luego se monetiza a través de publicidad o datos.

Algoritmos y dopamina

Los algoritmos de IA están diseñados para maximizar el tiempo que pasamos interactuando con las plataformas. Utilizan un profundo conocimiento de la psicología humana, particularmente de cómo funciona el sistema de recompensa del cerebro, específicamente la liberación de dopamina. Cada "me gusta", cada comentario, cada notificación, cada vídeo recomendado que nos engancha, activa este circuito. La IA aprende de nuestro comportamiento, de nuestros gustos, de nuestras reacciones, y utiliza esa información para personalizar aún más el contenido, creando un bucle de retroalimentación adictivo.

Pensemos en las redes sociales, donde el "scroll infinito" es una característica estándar. Nunca se acaba el contenido. Siempre hay algo nuevo, o algo que podría ser nuevo y emocionante, esperando al siguiente deslizamiento del dedo. Los sistemas de recomendación de YouTube o TikTok son maestros en mantenernos hipnotizados, ofreciéndonos vídeos que saben que nos interesarán, basándose en nuestro historial. Este diseño no es accidental; es el resultado de una ingeniería sofisticada cuyo objetivo principal es capturar y mantener nuestra atención a toda costa. El resultado es que, incluso cuando estamos en presencia de nuestros seres queridos, una parte de nuestra mente está siempre pendiente de esa posible "recompensa" que nos espera en el dispositivo.

Un estudio interesante sobre la economía de la atención y sus efectos puede encontrarse aquí: "The attention economy and the consequences of digital overload".

La cultura de la distracción constante

Este diseño algorítmico ha propiciado una cultura de la distracción constante. Las notificaciones, que antes eran una herramienta útil, se han convertido en interrupciones persistentes que demandan nuestra respuesta inmediata. Hemos sido condicionados a creer que debemos estar siempre "en línea", siempre disponibles, siempre actualizados. Esta mentalidad se extiende a todos los ámbitos de nuestra vida.

En una cena familiar, no es raro ver a varios miembros de la mesa revisar sus teléfonos. En una reunión de trabajo, los portátiles abiertos y los móviles sobre la mesa son una invitación constante a la multitarea ineficaz. Incluso en los momentos de ocio, como pasear por un parque o esperar el autobús, la tentación de llenar esos "tiempos muertos" con una pantalla es casi irresistible. La IA, al ofrecer un torrente inagotable de contenido y estímulos, ha colonizado esos espacios de inactividad que antes dedicábamos a la reflexión, la observación o, simplemente, a estar presentes con nuestros pensamientos. Esta colonización de la atención es particularmente perniciosa porque mina nuestra capacidad de estar verdaderamente en el "aquí y ahora".

Consecuencias sociales y personales de la atención fragmentada

Las implicaciones de esta atención fragmentada van mucho más allá de una simple molestia. Afectan a la calidad de nuestras vidas, a la solidez de nuestras relaciones y, en última instancia, a nuestra salud mental y bienestar.

Deterioro de las relaciones interpersonales

Cuando la atención se divide, la calidad de la interacción humana se degrada. Estar con alguien no es solo compartir un espacio físico, sino compartir un espacio mental y emocional. Cuando uno de los interlocutores está distraído por su dispositivo, el otro lo percibe. Esto genera sentimientos de falta de aprecio, de no ser escuchado, de no ser valorado. Las conversaciones se vuelven superficiales, se pierden los matices, la empatía disminuye. ¿Cómo podemos entender verdaderamente las emociones de otra persona si nuestra mirada se desvía constantemente o si no estamos procesando plenamente lo que nos dicen?

En el ámbito familiar, esto es especialmente preocupante. Los niños, por ejemplo, son esponjas que aprenden de su entorno. Si sus padres están constantemente inmersos en sus dispositivos, los niños internalizan que la atención de una pantalla es más valiosa que la interacción con ellos. Esto puede afectar su desarrollo emocional y su capacidad para establecer conexiones significativas. Personalmente, encuentro descorazonador ver a padres e hijos en parques, cada uno absorto en su propio dispositivo, perdiendo la oportunidad de un juego o una conversación compartida. Un análisis sobre este tema se puede encontrar aquí: "Teens, social media & technology 2018".

Impacto en la cognición y el bienestar

La fragmentación de la atención también tiene un coste cognitivo significativo. Nuestra capacidad para el pensamiento crítico, la resolución de problemas complejos y la creatividad requiere periodos de atención sostenida. Si estamos constantemente interrumpiendo estas tareas para revisar notificaciones o navegar por redes sociales, nunca alcanzamos un estado de "flujo" o concentración profunda. Esto no solo disminuye nuestra productividad, sino que también puede afectar nuestra capacidad a largo plazo para pensar de manera profunda y analítica.

Además, el constante bombardeo de información y la presión por estar siempre conectados contribuyen a aumentar los niveles de ansiedad y estrés. La paradoja es que, a pesar de estar más conectados que nunca digitalmente, muchas personas experimentan una creciente sensación de soledad y aislamiento. La interacción mediada por pantallas, aunque abundante, a menudo carece de la profundidad y la autenticidad que nutren el alma humana. La IA, al facilitar esta conectividad superficial, inadvertidamente contribuye a este malestar emocional.

La esfera pública y la democracia

La atención fragmentada no solo afecta el ámbito personal, sino que también tiene repercusiones en la esfera pública y en la salud de nuestras democracias. Si los ciudadanos están constantemente distraídos, ¿cómo pueden involucrarse plenamente en debates complejos sobre políticas públicas, economía o justicia social? La capacidad de discernir entre información veraz y desinformación, de analizar diferentes puntos de vista y de formar opiniones informadas, requiere una atención sostenida y un pensamiento crítico.

La IA, a través de sus algoritmos de personalización, a menudo nos encierra en "cámaras de eco" o "filtros burbuja", donde solo vemos contenido que refuerza nuestras creencias existentes. Esto agrava la polarización y dificulta el diálogo constructivo. Cuando nuestra atención es una mercancía que se negocia al mejor postor algorítmico, la calidad del discurso público se resiente, y la capacidad de la sociedad para abordar desafíos colectivos se debilita.

Hacia una atención consciente en la era de la IA

La visión de Damasio no debe interpretarse como una condena de la inteligencia artificial en su totalidad, sino como una llamada urgente a la reflexión y a la acción. No se trata de revertir el progreso tecnológico, sino de aprender a convivir con él de una manera que preserve y potencie nuestra humanidad.

Responsabilidad individual

Gran parte de la solución recae en la responsabilidad individual. Debemos reconocer el valor de nuestra atención y la necesidad de protegerla. Esto implica establecer límites claros en el uso de la tecnología: designar "zonas libres de pantallas" en el hogar, especialmente durante las comidas; programar "detox digitales" periódicos; desactivar notificaciones innecesarias; y ser intencionales sobre cuándo y cómo interactuamos con nuestros dispositivos. Practicar la atención plena (mindfulness) puede ser una herramienta poderosa para reconectar con el presente y resistir la tentación de la distracción constante. La clave es pasar de un consumo pasivo y reactivo a un uso consciente y proactivo de la tecnología.

Un recurso útil sobre cómo gestionar la atención en la era digital es el trabajo de Cal Newport sobre el "Deep Work": Cal Newport - Deep Work.

Rol de la tecnología y el diseño

Las empresas tecnológicas también tienen un papel fundamental. Es necesario impulsar un diseño ético de la IA y de las interfaces de usuario, que ponga el bienestar humano por encima de las métricas de engagement a toda costa. El concepto de "tecnología tranquila" o "calm technology" propone interfaces que informan sin exigir nuestra atención constantemente, que se integran en nuestro entorno sin ser intrusivas. Esto podría implicar el desarrollo de algoritmos que prioricen el bienestar a largo plazo del usuario sobre el consumo inmediato de contenido, o el diseño de aplicaciones que permitan periodos de concentración ininterrumpida. La sostenibilidad no solo aplica al medio ambiente, sino también a nuestra atención.

Educación y concienciación

Finalmente, la educación y la concienciación pública son esenciales. Necesitamos enseñar a las nuevas generaciones, desde una edad temprana, sobre el funcionamiento de la atención, los mecanismos de la economía digital y cómo la IA influye en su comportamiento. Una alfabetización digital que vaya más allá del mero manejo de herramientas, y que aborde la dimensión ética y psicológica del uso de la tecnología. Los debates públicos sobre estos temas deben ser más prominentes, para que como sociedad podamos tomar decisiones informadas sobre el tipo de relación que queremos establecer con la inteligencia artificial y el tipo de futuro humano que deseamos construir. Este es un desafío colectivo, no solo individual.

Para más información sobre "Calm Technology", se puede consultar el trabajo de Amber Case: Calm Technology - Amber Case.

La advertencia de Antonio Damasio resuena con una verdad fundamental: el verdadero peligro de la IA no es su capacidad de superarnos en inteligencia, sino su poder para erosionar lo que nos hace humanos. Al robar nuestra atención, no solo perdemos momentos preciosos con las personas que nos rodean, sino que también debilitamos nuestra capacidad de conexión profunda, de empatía y de reflexión crítica. En la era de la inteligencia artificial, la batalla más importante puede no ser contra las máquinas, sino por el control de nuestra propia atención y, en última instancia, por la preservación de nuestra humanidad y de la riqueza de nuestras interacciones. Es hora de recuperar el timón de nuestra atención y de dirigirla hacia donde realmente importa: hacia las personas, las ideas y las experiencias que enriquecen nuestra vida.

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