Hace un año dejé de usar Safari en Mac porque me era imposible usarlo. Le he dado otra oportunidad y he durado diez minutos

Publicado el 19/07/2025 por Diario Tecnología
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Hace un año dejé de usar Safari en Mac porque me era imposible usarlo. Le he dado otra oportunidad y he durado diez minutos

No fue una decisión planificada. Simplemente abrí Safari tras actualizar a la beta de macOS 26 Tahoe y pensé: "voy a darle una oportunidad otra vez". No había mucho más que eso, solo una mezcla de nostalgia y esperanza. Diez minutos después, estaba abriendo Brave de nuevo.

He intentado querer a Safari. De verdad. En el iPhone ya lo uso y en el Mac lo veo como un navegador limpio, bonito y rápido (cuando puede). Pero usarlo en mi día a día, con las páginas que visito y las herramientas que necesito, sigue siendo una experiencia frustrante. Por muy integrado que esté con el sistema y por muy eficiente que sea en términos de batería, no me sirve.

Por qué dejé de usar Safari hace un año


Durante años, Safari fue mi navegador principal en Mac. Su diseño siempre me ha parecido impecable: tipografías claras, animaciones suaves, integración con el sistema. Nada de botones innecesarios ni barras recargadas. Un navegador hecho para estar ahí sin molestar. Pero al final la balanza se desequilibró cuando empecé a usar el navegador como mi principal e insustituible herramienta de trabajo.

Muchas de las webs que utilizo a diario, especialmente para trabajar, están pensadas para otros motores de navegación. WebKit, el motor de Apple que impulsa a Safari, es cada vez menos prioritario para muchos desarrolladores web. Si algo funciona en Chromium o Firefox, lo dan por bueno. Pero si rompe en Safari… ya lo arreglarán algún día. Y si ese día no llega nunca, pues ajo y agua.

Aquello me dejó fuera de juego hace un año. Formularios que no cargaban bien, interfaces que se descolocaban, reproductores de vídeo que no respondían como debían... No eran errores críticos, pero se acumulaban y al final la experiencia era simplemente mala. Por eso decidí dar el salto.

A la caza de mi nuevo navegador

Consciente de que Safari no me servía y debía buscar alternativas, mi primer intento serio fue con Firefox. Siempre me ha gustado su filosofía y a efectos de nostalgia, debía ser el primero. Fue mi navegador durante los años 2000 cuando era usuario de Windows (perdóname, Steve Jobs) y creí que no iría mal en macOS en pleno 2024.

Y no, Firefox no iba mal, pero su interfaz me resultaba demasiado densa. Demasiadas opciones y demasiadas configuraciones.

Después probé Opera, más por curiosidad que por otra cosa. Me gustó su diseño, pero sentí que estaba pensado para otro tipo de usuario. Demasiadas capas, extensiones integradas que no necesitaba, una VPN que no quería usar, una IA que no me aportaba demasiado... Me cansó muy rápido.

Volví entonces a lo fácil: Chrome. Es el más utilizado y sabía que funcionaría. Pero también sabía lo que implica: batería drenada, RAM por las nubes, y una sensación constante de estar usando algo funcional pero sin alma. Duré unas semanas.

Brave Brave

Y entonces llegué a Brave. Basado en Chromium, con lo bueno de Chrome pero sin (parte de) lo malo de Chrome. Minimalista, rápido y un rendimiento más que aceptable en cualquiera de mis dos Mac (MacBook Air M1 con 8 GB y Mac mini M2 Pro con 16 GB). No tiene el mismo nivel de integración que Safari, pero cumple. Y sobre todo, no me falla.

Vuelta al ruedo de Safari con macOS 26

Con la llegada de macOS 26 Tahoe, decidí probar la beta en mi MacBook Air y pensé que era el momento perfecto para darle otra oportunidad a Safari. Al abrirlo, la primera impresión fue la de siempre: qué bien se ve y qué bien se siente. Todo está en su sitio y nada sobra. Visualmente sigue siendo, para mí, el mejor navegador que hay, sin discusión.

Safari Safari

Ese MacBook lo uso como secundario o en viajes, por lo que Safari parecía tener sentido. No obstante, decidí probarlo también de nuevo en la última versión estable de macOS 15 Sequoia. De paso, podría apreciar las diferencias entre versiones. Y allí también se veía todo perfecto. O, mejor dicho, casi perfecto.

Muchas de las webs que uso para mi trabajo, redacciones online, gestores de contenido o el mismísimo Google Meet siguen sin estar optimizados para WebKit. Algunos cargan con fallos gráficos menores, otros directamente no permiten subir archivos o no funcionan bien.

La experiencia ya empezó rara, pero tampoco ayudó que muchas de las extensiones que venía usando en Brave no estuviesen disponibles para Safari. Sí, hay algunas adaptaciones y el sistema de extensiones ha mejorado, pero sigue yendo por detrás de Chromium. Y cuando dependes de ellas para ciertos flujos de trabajo, no tenerlas es algo que se siente y padece.

Lo de los diez minutos quizás no sea lo más exacto, pero no está lejos de ser literal. Apenas duré unos minutos en Safari y volví a Brave. Muy apenado, eso sí, sobre todo sabiendo que no depende ni de mí y ni siquiera de Apple.

Adiós Safari, aunque no sin resignación

Webkit

He vuelto a Brave y no porque sea perfecto, sino porque es el que menos me estorba. En el equilibrio entre diseño, rendimiento y compatibilidad, es el que mejor encaja con lo que necesito ahora mismo. Safari me sigue pareciendo el navegador más elegante, pero eso no basta cuando falla en lo esencial. Y no imaginas la rabia que me da.

Más que un problema técnico, lo que sucede con el navegador nativo de macOS es una cuestión de prioridades. Apple cuida Safari, pero la mayoría de desarrolladores web se mueven en otra dirección y eso hace que quienes intentamos quedarnos en Safari tengamos que remar contra corriente.

Por mucha mejora que haga Apple, al final le corresponde a los desarrolladores webs optimizar sus páginas para Safari

Como demuestran varias investigaciones, la inmensa mayoría de webs se optimizan en su mayoría para Chromium y luego ya muy por detrás para el resto. Y en cierto modo es entendible, ya que más de un 66% de usuarios usan Chrome como navegador de escritorio, dejando a Safari con apenas un 7%. Y aunque la estadística muestra a Brave en un 1%, la clave está en su motor, que es el mismo que el de Chrome.

Quizá algún día esa corriente cambie. O quizás Safari encuentre su hueco en otro tipo de uso. Pero en el mío, donde la optimización de mis webs de trabajo es fundamental, veo que no hay sitio para él. Y no es que sea un drama, pero me fastidia especialmente no poder nutrirme de una interfaz que me gusta infinitamente más que cualquier otra.

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