Corea del Sur lleva siglos celebrando sus particulares "corridas de toros". Y ahora se enfrenta al mismo dilema que España
Publicado el 19/07/2025 por Diario Tecnología Artículo original
España no es el único país que debate el futuro de los toros. A más de 10.000 kilómetros de distancia, en Corea del Sur, políticos, animalistas y ganaderos están enzarzados en una discusión similar: ¿sí o no a las corridas? Allí los espectáculos no son exactamente iguales a los de España, no hay toreros como tal, ni trajes de luces, ni picadores o banderines, pero sí competiciones basadas básicamente en la violencia y en las que no es extraño que los animales acaben sangrando.
Quizás Corea del Sur quede lejos y su tradición cultural sea distinta a la nuestra, pero el debate que se cuece en su sociedad no es tan distinto al de España.
¿Corridas de toros en Corea del Sur? Exacto. Corea del Sur quizás sea conocida por su tecnología, el K-pop, su gastronomía y (tristemente) una crisis demográfica récord, pero también es un país de toros. Al menos lo es parte de su territorio, como Cheongdo, Gyeongsang del Norte, donde hay un Estadio Taurino con capacidad para miles de personas y que cada primavera acoge un festival muy popular en la región. No se trata de una novedad ni una moda. En el folclore local se encuentran referencias a corridas que datan al menos del siglo XVI.
¿Y cómo son? Bastante distintas a lo que estamos acostumbrados a ver en España. Corea del Sur presume de que, a diferencia de lo que ocurre en en otros muchos países, incluida España, en sus plazas los animales no mueren. Tampoco las personas que lidian con ellos. El motivo es que el espectáculo tiene poco que ver con el nuestro. Hay arena y una plaza, pero en ella no se mide un torero y un toro, sino dos toros que se enfrentan entre sí, en ocasiones azuzados por sus dueños con ayuda de argollas que se les clavan cuando las crías tienen apenas medio año.
¿Y cuándo termina? La pelea finaliza cuando uno de los animales se da media vuelta y muestra su lomo al contrincante en señal de retirada, sin necesidad de que ningún oponente acabe sacrificado. El espectáculo es en cierto modo imprevisible, aunque suele ajusta a algunas pautas. Según precisa Korea Herald, lo habitual es que el juego dure alrededor de 30 minutos y se divida en seis asaltos, media docena de "actos" durante los que los toros se embisten entre sí.
"En España es un juego entre un humano y un toro y al final el toro muere. En Corea nos sentimos orgullosos de no matarlo y que nunca muera en una pelea", reivindica el alcalde de Cheongdo, Lee Seung-yool, en una entrevista con NPR. "Simplemente dejamos que se expresen y cuando uno pierde las fuerzas se da la vuelta y muestra el lomo. El toro dice que ha terminado y la pelea concluye".
¿Perfecto entonces? Depende de a quién le preguntes. Al igual que ocurre en España u otros países, en Corea ha surgido el debate de si deben o no mantenerse rodeos como el de Cheongdo. ¿La razón? Sus detractores están convencidos de que se trata de un caso claro de maltrato animal, que los toros sufren en las corridas y el espectáculo resulta nocivo para los más pequeños. Sus defensores sostienen sin embargo que los toros están cuidados y sus peleas son una tradición surcoreana.

Un porcentaje: 40%. Para apoyar su postura, los primeros (los críticos con las corridas) echan mano de una serie de estudios. Uno de ellos, elaborado por Animal Liberation Wave y Last Chance for Animals (LCA), sugiere que a menudo los toros son reacios a participar en las peleas. Según sus datos, de 131 corridas organizadas entre febrero y junio en varios condados del país, 54 acabaron canceladas o acortadas porque los animales se negaban a colaborar en el espectáculo.
"El hecho de que el 40% de los toros rechace rotundamente la lucha y el resto requiera coerción demuestra que se trata de una forma de maltrato", razona Kim Doh-hui, de una de las asociaciones. En ocasiones los ganaderos provocan las luchas tirando con fuerza de las argollas, lo que, según han comprobado los animalistas, en algunos casos deriva en traumatismos nasales graves.
Animal Liberation Wave ha realizado también una encuesta que muestra que el 70% de los entrevistados están preocupados por las apuestas que giran en torno a las corridas y el 62,1% considera que los niños y adolescentes no deberían verlas. El estudio se hizo en la región sureste, con una mayor ráigame de la tauromaquia. Otro informe revela que de 77 lidias, 48 acabaron con los animales sangrando. A esos datos, los animalistas añaden una reflexión final: los espectáculos modernos son "una forma de entretenimiento con fines de lucro disfraza de tradición".
"Es una tradición milenaria". La cosa cambia si hablamos con los defensores de las corridas. Lee Kang-min, un aficionado que lleva años acudiendo a Cheongdo explicaba hace poco a NPR que los toros son "una tradición milenaria" de la nación y no ve nada antinatural en los espectáculos. "Los toros se pelean cuando los llevan a pastar. Las peleas se convirtieron entonces en parte de nuestra cultura". En torno a los juegos hay también una lucrativo negocio: el de las apuestas, que según aclara la cadena pueden desarrollarse de forma legal, aunque con cantidades limitadas.
De la calle a la política. El debate en Corea ha alcanzado la suficiente repercusión como para que pueda seguirse a través de medios nacionales, pero también extranjeros, como The New York Times o The Economist, y ha cristalizado en iniciativas concretas. Quienes abogan por acabar con las corridas han lanzado una campaña de recogida de firmas que supera ya los 45.000 apoyos, cerca de las 50.000 necesarias para que el Parlamento deba revisar la propuesta. Algunos municipios ya han optado por dejar de financiar espectáculos con toros.
Corea del Sur tiene ya una ley de protección animal que se remonta a comienzos de los años 90 y prohíbe herir animales por entretenimiento, pero deja fuera de ese paraguas las actividades que puedan considerarse "juegos folclóricos".
Imágenes | Last Chance for Animals (LCA)
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